14 oct 2024

Algo sobre el fascismo leído por ahí

 ¿Que materias debe aprobar un gobierno neofascista? Cuando alguien critica al neoliberalismo, yo lo considero neofascista. Es interesante replicar, entonces...

Veamos: el término "fascista" proviene del italiano "fascio", aludiendo al haz de flechas que significa el poder o fortaleza del conjunto de los iguales (el atado de flechas o varas) sobre la debilidad del individuo aislado (la flecha frágil). Era uno de los símbolos de la República Romana, por lo cual Mussolini, en su "revival" del Imperio, lo adoptó. Este término, así de razonable, luego tomó el camino indeseado y es una palabra detestable. En realidad, es el "fascio" el símbolo de la "República" virtual, tal como debería ser en ideal. Implicaba también la igualdad de los ciudadanos y el sometimiento a un derecho común. En rigor, toda sociedad u organización de individuos es, en principio, "fascista", porque implica la fortaleza de la unión sobre los esfuerzos dispersos de los individuos. Desde un convento de monjas de clausura hasta una banda de skinheads berlineses.

Para no abundar en detalles, cualquiera puede ir a la Plaza Italia en Buenos Aires y observar que, rodeando el monumento a Garibaldi, refundador de la Italia unida en 1870, hay numerosos "fascios" en ornamento: el monumento es muy anterior al surgimiento del "fascismo".

La ya fallecida periodista Oriana Fallacci, en un justificado exabrupto (creo que terminaba de entrevistar a Galtieri), acusó: "Todos los argentinos tienen un enano fascista en su interior". Es posible que tenga razón, pero yo sería más generoso: lo haría extensivo a toda la especie humana.

Los mejores análisis sobre lo que significa el "fascismo", en mi opinión, lo cumplen ensayistas políticos y filósofos italianos como Giovanni Sartori y Benedetto Croce. Para una comprensión más amplia, puede leer sin mayor dificultad a Cesare Pavese, Umberto Eco, Italo Svevo (aunque es un poco anterior), Alberto Moravia (especialmente El Conformista, con la alternativa de ver el film en video). También es recomendable la lectura de las novelas de Italo Calvino, aunque aparentemente fantasiosas, tienen una entretela interesante y, para concluir, son decididamente imprescindibles: El Príncipe de Niccolò Maquiavelo y El Gatopardo de Giuseppe Tomasi di Lampedusa.

Para leer algo a favor del fascismo: Giovanni Gentile y el poeta Gabriele D'Annunzio, aunque este sería pre-fascista, sin conciencia cierta de lo que podía engendrar. Habría algún paralelismo interesante de D'Annunzio con Leopoldo Lugones.

Las materias que debe cumplir un régimen decididamente "fascista" se me ocurren las siguientes: a) Régimen de partido único, b) desaparición legal de TODA forma de la oposición real (algunos mantienen oposiciones formales, payasescas), c) control de todos los medios represivos (policiales y para-policiales), d) control sobre todo el sistema judicial, e) dominio absoluto de los medios de comunicación masiva, f) unificación de la educación bajo un régimen excluyente y adoctrinante, g) imposición de un sistema de propaganda sistemática, h) eliminación de los elementales derechos individuales, bajo una legislación ad-hoc o sin ella, a pura violencia. Y pueden seguir las materias... en economía, propiedad privada, etc.

Creo que no existe régimen político en este mundo del planeta Tierra que no guarde alguna característica de "fascista", porque desconozco cómo se manejan las repúblicas de los Ángeles en los ámbitos celestiales o infernales, aunque sospecho que no son angelocráticas: la autoridad del Supremo o de Lucifer deben ser bastante excluyentes de cualquier disidencia. Es así, desde las monarquías escandinavas hasta la monarquía norcoreana (república popular y democrática, esta última). Pero no sería posible si no existiese el germen fascista en todos y cada uno de nosotros, en cuanto miserables humanos. El sujeto racional lo controla, pero otros no lo hacen, y se vuelve la vida un infierno. Pero lo racional incluye la duda, y el fascista no duda, tiene todo explicado y las ideas claras: somos la raza superior, el sistema político más avanzado, la religión más elevada. Los otros no son humanos y no tienen derechos.

Entonces, una de las características propias de un régimen fascista es el de no distinguir matices: o estás con nosotros o estás en contra nuestro. Es la lección número uno para eliminar al oponente y hacer claudicar al indeciso.

2 oct 2024

Lo que opino sobre Linterna Verde

 [work in progress]

Hay una enemistad entre Batman y Hal Jordan, en la cual no me voy a pronunciar.

Ahora, con respecto a quién es más fuerte entre Superman y Linterna Verde, dejo la imagen como muestra, después elaboro la idea.



26 dic 2023

Milei le miente a Iñaki

 https://youtu.be/FWixatZAFTg?si=qPlMERuaqx3K3iHd&t=919


Minuto 15:19: Iñaki espera que Milei recorte las jubilaciones de privilegio. Yo también.

9 may 2022

¿Qué películas le gustan a HsuLionel?

Buenas, estoy dejando el link de las películas y series que he mirado.
La verdad es que me costó tener el link, no sé por qué no sabía cómo compartir este enlace de imdb. 

Les dejo en forma de imagen mi opinión de una película excelente que decanta en pura bazofia.



24 jun 2021

Si en el 2021 me preguntan sobre la acentuación de 2010

Sí, hace más de una década que la RAE indica que "sólo" de "solamente" no debería llevar tilde. Pues me resisto, qué quieren que les diga. 
Lo mismo con las tildes en "éste" y similares cuando se usan como sustantivo. Me cuesta el cambio.
Escribir según la norma estándar sigue siendo una opción y no una imposición, pero quizás debería adaptarme. 


14 jun 2021

«Quería dar clase, pero me di cuenta de que estaba seleccionando gente»

Ríe, quizás consciente de que más que un título, lo que ha puesto a su ensayo es una provocación. '¿Negreros o docentes? La rebelión del 10'. ¿Negreros? Así se refiere a los profesores Yván Pozuelo Andrés, doctor en Historia, profesor de Francés en el IES de la Laboral, en un volumen que pretende ser una «reflexión» sobre el papel del profesorado. Presenta el libro mañana, a las 17 horas, en Toma 3.

-Su libro..., muy optimista no es (para él, evaluación equivale a exterminación, cree que en las aulas hay prácticas obsoletas y represivas, reniega de los libros de texto).

-Hay una parte de pesimismo y otra de optimismo. La de pesimismo ya la dejé atrás y ahora estoy muy a gusto en las aulas, desde que abandoné mi rol de justiciero. Pensaba que era profesor para dar clase y me di cuenta de que lo que estaba haciendo era seleccionando a gente.

-¿Rol de justiciero? ¿Tal cual?

-Sí, sí, tal cual. Es que vi muchas películas de esclavos pequeño, a los esclavos les decían 'tú vales, tú no...' Y me encontré con que me habían abocado a hacer eso. Yo no llegué a la enseñanza para decirle a nadie que tenga entre 12 y 18 años si vale o no vale para lo que quiere hacer.

-Habla de selección. ¿Eso es lo que cree que hace el profesorado?

-Sí. Lo escondemos detrás de una máscara de objetividad, pero es así. Es un libro para la reflexión, para mostrar a los profesores que se sienten así que, abandonando ese rol de la evaluación, también se pueden dar clases. Hay que eliminar la creencia de que un alumno que no saca buenas notas no llegará a ser buen médico. Tenemos obsesión y hemos convertido la enseñanza general en una enseñanza profesional para médicos, ingenieros y profesores. Hemos pasado de la letra con sangre entra a la letra con nota entra.

-La ley obliga a evaluar y hacerlo con calificaciones numéricas.

-Sé que no voy a cambiar la ley, que me obliga a evaluar. Pero el 10 está dentro de la ley y se lo pongo a todos. Les da confianza. Aunque no a todos les gusta. ¿Qué respeto le tenemos al 10?

-¿A qué se refiere?

-Primero, no se pone porque el alumno no puede saber más que el profesor. Y después, porque no puede haber tanto bueno. Jolín, pues vaya sociedad que vamos a montar... A mis alumnos les digo que un 10 en Matemáticas no les hace matemáticos. Así que tranquilidad.

-Dice que los docentes «somos más importantes que los pilotos de avión, porque podemos estrellar cada año a muchos niños».

-Es una enorme responsabilidad. Somos realmente importantes, lo que decimos a un alumno o una familia puede ser determinante para su futuro. Les frustramos y yo no estoy aquí para frustrar a nadie.

Fuente.

1 jun 2021

Acompañado el ejercicio es mejor.

#diariodeunseparado 01: cuando me preguntan cómo hice para sobreponerme les trato de hablar de La leyenda de Korra, pero no todo el mundo me cacha la referencia. Así que cambio de tema y digo que si tengo que pensar qué pude hacer que me sirviera para mi salud y mi apariencia, para reforzar mis vínculos y también para estar mejor de ánimo, la respuesta es el ejercicio. Gracias al ejercicio empecé a acomodar muchas cosas en mi vida, y creo que es una ayuda para cuerpo, mente y espíritu. Espero poder más detalles en un futuro, pero en principio dejo de trailer un montón de hashtags:

#calistenia #hybridcalisthenics #workout #keto #familyworkout #intermittentfasting #ayunointermitente #cetogenica #dietacetogenica #hiit 





31 may 2021

Saliendo del closet de la separación

Ya van a cumplirse seis meses de separación, si no lo dejo asentado en las redes siento que escondo algo. Y ya sé que las redes sociales no son el reflejo de la realidad, ni mucho menos, pero sí son mi contacto con mucha gente con la que no puedo tener todo el contacto que quisiera.

En estos meses he tenido que reconstruir muchos elementos de mi vida. Lo hice como pude, viviendo cada día tratando de sobrellevar este mundo, esta situación histórica tan particular.

Veremos qué depara el futuro.


Y es así como inauguro mi #diariodeunseparado para ver si organizo mi mente a través de la escritura. 







26 ene 2021

Estuve leyendo “Yo también tuve un novio ingeniero”, de Sofía Storani.

 El libro gira en torno a la ruptura, es palpable la huella fresca, palpables la frustración y el dolor también.

Entonces hay un pasado reverberante, hay un presente donde la herida aún está visible, pero está también la esperanza del futuro, un germen sobre el cual trabajar.

Lo que potencia este trabajo sobre el sentido y sobre la palabra es el trabajo sobre el ritmo. Un ritmo que muchas veces se lanza y otras se contiene, pero que siempre está acomodado a transmitir el sentido de las imágenes de cada poema. El ritmo que vertebra los poemas sostiene las sensaciones y todo tipo de sentires. Transmuta la cadencia de los versos y tenemos un nuevo sentir, pasamos de una sensación de desamparo a una nueva de lucha, de restablecimiento.

El libro tiene un plus si se está pasando por una situación similar, y es sabido que el desamor tiene su propio regodeo en volver a la miseria.


Por lo que tengo entendido en breve sale una nueva edición, así que quienes quieran hacerse una copia van a poder cumplir su deseo.


14 oct 2020

Love is kinda sweet

 "Love is kinda sweet" es el título que tiene la imagen de abajo.

Es de una peli de Netflix que me pareció excelente.
La vimos en familia y apenas terminamos de verla dije que es una peli que repetiría. Por ahora me contengo, para que al verla nuevamente me refresque lo más posible. Por ahora la sigo teniendo presente, la vi ya hace un par de meses.

No voy a explicar el contexto porque es spoiler. Es más, en este post no voy a poner el nombre de la peli porque, aunque en realidad la imagen no dice mucho, quiero que la gente que la mire cuando la recomiende de forma oficial la pueda ver sin demasiados elementos previos. En casa la vimos porque apareció, sin saber nada de ella, y es de lo mejor cuando no se tienen expectativas previas.


Love is kinda sweet

10 sept 2020

"… Pero que ser libre es mejor."

 Hay un cuento de mi hija Alana que tiene como protagonista a un gato.

La historia es la siguiente: antes todos los animales eran libres. La vaca, el caballo, el perro: todos iban por ahí a sus anchas y no se juntaban con los seres humanos.

Pero, ¡ah! Una pareja humana va a tener un hijo y decide que necesita ayuda.

Uno por uno, empiezan a sobornar a todos los animales. «Te daremos lumbre y comida a cambio de lana», le dicen a la oveja. «Podrás comer toda la hierba fresca que quieras si nos das tu leche», prometen a la vaca.

Todos caen como chorlitos, menos el gato. Con cada exhibición de poder humano, él sonríe y dice:

«Ser libre es mejor».

Un día, el gato va a pedir leche, pero la mujer le dice que no. «Solo los domesticados».

Al gato se la refanfinfla:

Y se marchó el gato, y anduvo vagando

Sin miedo a la noche ni al frío,

Por llanos, montañas y bosques, maullando:

«Ser libre es mejor… ¡Y es lo mío!»

Todo cambia cuando nace el niño. Resulta que le fascina el gato (doy fe: mi hija Alana le dice «te quiero» a nuestras gatas unas diez veces al día), así que hacen una especie de trato liberal:

El gato va de vez en cuando y juega con el niño. Caza los ratones de la cueva. A cambio, recibe lumbre y leche.

Peeero… sigue siendo libre. Con lo bueno y lo malo.

Me encanta ese cuento. Cada vez que el gato dice «ser libre es mejor», me entran ganas de aplaudir.

Mejor no es más fácil ni más cómodo. No todos quieren ser como el gato. Hay quien prefiere cerrar un trato más estable como el de la oveja, la vaca y demás.

Pero si eres gato, entonces caminas por ahí sin temer a la noche ni al frío, sabiendo que podrías tener lumbre todos los días si cedieras ciertas partes de ti…

… Pero que ser libre es mejor.



Fuente. (la tipa dice que tiene la newsletter más entretenida de Internet y le doy la razón)

22 ago 2020

Qué estuve haciendo los últimos meses.

 Bueno, como síntesis a mí la vida no me ha cambiado mucho, francamente. A ver si logro hacer una recapitulación en un orden medianamente cronológico.

El aislamiento se decretó cuando les niñes apenas habían tenido una semana de clases, por lo que para mí fue una extensión de las vacaciones más que otra cosa. Es más, como Mariela se tuvo que venir a hacer home office nos agregó un nivel de organización extra, y los almuerzos se volvieron más saludables (ligeramente) y la vida fue más acomodada en general.

Tiro una lista de temas que espero poder desarrollar.

Creo que en casa tuvimos mucha suerte, no necesitar nada excepto las salidas de compras al supermercado ya era un privilegio, y se sumó que las refacciones que hicimos en la casa se fueron terminando (al menos en lo más importante) antes de que comenzara la cuarentena estricta. Sobre todo el hecho de que ampliamos la cocina y tuvimos la suerte de que la mayoría de los detalles estuvieran terminados para antes del aislamiento.

Supongo que esto es algo que va a tener su propio post, pero en síntesis tengo que destacar que mientras que otras personas se quejaban de no tener cosas que hacer en la cuarentena, acá Mariela nos tenía trabajando duro. Creo que en mi vida no he agarrado tanto la pala como estos últimos meses. Y fue un elemento entretenido y de trabajo familiar.

Mirando para atrás era muy iluso que mi cumpleaños (21 de abril, cumplí 41) se pudiera festejar "normalmente", pero la pasé genial porque tuve torta apenas quise comerla, nada de esperar a que lleguen les invitades y cosas así. 

Tuvimos la suerte de que justo se habilitaron las reuniones de hasta diez personas para el cumple de Julia (20 de junio, cumplió 17), vinieron, creo, unas cuatro personas, así que nos sobraron dos lugares.

Y para el cumple de Facu (21 de julio, cumplió 10) hicimos el festejo con un par de amigos del barrio en el Parque Garay (gran ventaja tenerlo a pocas cuadras). Así que los cumpleaños los pasamos re bien, no sé cómo habrán sido los de otras personas en función a los aislamientos y demases.

También hay que destacar que en las refacciones Julia no tenía pieza, dormía en la cucheta de arriba con Facu, y la pieza se pudo terminar hace un par de semanas, para que disfrute ahora que parece que se puede venir un nueva etapa de reclusión.

Mientras tanto, muchas series, películas, y juegos de mesa. Aunque tengo que decir que los juegos de mesa, aunque no decreció la cantidad de partidas, tampoco aumentó.

Abajo dejo una imagen de cosas que nos entretuvieron (y nos entretienen) en este momento de reclusión.


Ah! Facundo aprendió a andar en bici. Bueh, está aprendiendo, pero le va muy bien. :)

12 feb 2020

Cómo convertirse en charlatán

(El retorno de los charlatanes, 24 de diciembre de 2012).
 
(El autor de este texto es el Dr. Erzard Ernst y fue publicado en su blog personal el 24 de diciembre bajo el título "How to become a charlatan". Le agradezco enormemente al Dr. Ernst que haya otorgado su permiso para que este blog la traduzca y difunda. Mauricio-José Schwarz).

En estos tiempos austeros y difíciles, debe ser mi obligación, creo, alertar a mis conciudadanos a una posible fuente de ingresos adicionales a la cual se puede enchufar prácticamente cualquier persona: convertirse en un charlatán, y lo más probable es que sus dificultades económicas se conviertan en asunto del pasado. Para lograr este objetivo, yo (con una posición claramente irónica) sugiero una aproximación paso a paso bastante sencilla.

1. Encuentre una terapia atractiva y déle un nombre fantástico

¿Dije "sencilla"? Bueno, el primer paso no es tan fácil, después de todo. Resulta que la mayoría de las ideas realmente delirantes ya están ocupadas: velas en las orejas, homeopatía, masajes del aura, sanación energética, orinoterapia, quiropráctica, etc. Como verdadero charlatán, usted quiere su propia charlatanería. Así que tendrá que pensar en un nuevo concepto.
Algo verdaderamente descabellado sería ideal, como afirmar que la oreja es un mapa del cuerpo humano que le permite tratar todas las enfermedades haciendo algo curioso en áreas específicas de la oreja... huy, este territorio ya está ocupado por la brigada de la auriculoacupuntura. ¿Qué tal de postular que uno tiene poderes sobrenaturales que le permiten enviar "energía curativa" a los cuerpos de los pacientes para que puedan repararse a sí mismos? Tampoco sirve; los curanderos reiki le pueden acusar de plagio.
Pero usted entiende la idea esencial, estoy seguro, y podrá inventar algo. Cuando lo haga, déle un nombre memorable, el nombre puede llevar a su nueva empresa al triunfo o al fracaso.

2. Invente una historia fascinante


Habiendo identificado su tratamiento y darle un nombre fantástico, ahora necesita una buena historia para explicar cómo surgió todo. Esta tarea no es tan difícil e incluso puede ser divertida. Puede pensar en algo conmovedor como que con su intervención curó a su hermana pequeña moribunda a los 6 años de edad o que recibió la inspiración en sus sueños de una vieja tía que acababa de morir, o tal vez desea crear alguna conexión religiosa (¿alguna vez ha visitado Lourdes?). No hay límites a su imaginación, sólo asegúrese de que la historia sea apasionante: un día podrían hacer una película con ella.

3. Añada un poco de pseudociencia


Puede gustarle o no, pero vivimos en una época en la que no podemos excluir completamente a la ciencia de nuestras consideraciones. Como mínimo, recomiendo un poco de terminología con aspecto de ciencia. Como usted no quiere que lo descubran, elija algo que sólo unos pocos expertos entienden: la física cuántica, el entrelazamiento, la teoría del caos y la nanotecnología son todas excelentes opciones.

También puede dar un aspecto más convincente hacer alusión a la idea de que los mejores científicos adoran sus conceptos o que hay equipos enteros de universidades en lugares distantes que están trabajando para conocer los mecanismos subyacentes, o que el comité del Premio Nobel ha sido recientemente alertado, etc. Si le es posible, añada un poco de alta tecnología a su nueva invención, algún aparato nuevo y brillante con luces que destellen y pantallas digitales podría ser lo que necesita. El aparato puede estar por lo demás vacío... siempre y cuando tenga un aspecto impresionante, todo está bien.

4. No olvide una dosis de sabiduría antigua


Con toda esta ciencia (perdón, pseudociencia), no debe olvidar permanecer firmemente arraigado en la tradición. Su tratamiento debe estar basado en una sabiduría antigua que ha redescubierto, modificado y perfeccionado. Recomiendo mencionar que algunas de las culturas más antiguas del planeta ya han sido conscientes de los pilares fundamentales sobre los que se sostiene actualmente su invento. Cualquier cosa que sea tan antigua ha pasado la prueba del tiempo, es decir, que su tratamiento es eficaz y seguro.

5. Afirme tener una panacea


Para maximizar sus ingresos, le conviene tener tantos clientes como sea posible. Por tanto, no sería inteligente centrar sus esfuerzos en sólo una o dos afecciones. Comercialmente, es mucho mejor afirmar sin lugar a dudas que su tratamiento es una curación para todo, una panacea. No se preocupe de que tal afirmación sea inverosímil. En el ámbito de la charlatanería, ser extravagante es un comportamiento perfectamente aceptable, incluso común.

6. Lidiar con el "problema de la evidencia" y los desagradables escépticos


Es deprimente, lo sé, pero incluso el charlatán más excepcionalmente dotado acabará atrayendo a los dubitativos. Los escépticos tarde o temprano le pedirán pruebas; de hecho, están obsesionados por ellas. Pero no se asuste, esto no es en modo alguno tan amenazador como parece. La solución obvia es proporcionar testimonio tras testimonio.

Necesita un sitio web donde los clientes satisfechos informen de historias impresionantes sobre cómo su tratamiento les salvó la vida. En caso de que no conozca a ningún cliente así, invénteselos; en el reino de la charlatanería hay una antigua tradición consagrada de escribir sus propios testimonios. ¡Nadie podrá darse cuenta!

7. Demuestre que domina el arte de hacer trampa con las estadísticas


Algunos de los escépticos pueden no sentirse impresionados y, cuando empiecen a criticar su "evidencia", es posible que tenga que hacer un esfuerzo adicional. Ofrecer estadísticas es una excelente manera de mantenerlos a raya, al menos por un tiempo. El consenso general entre los charlatanes es que alrededor del 70% de sus pacientes experimentan un notable beneficio con cualquier placebo que se les arroje. Así que mi consejo es que lo mejore un poco y cite una serie de casos de por lo menos 5000 pacientes, de los cuales el 76,5% mostró mejoras significativas.
¿Qué? ¿No tiene una serie de casos así? ¡No sea tonto, sea creativo!

8. Gane puntos con la Grandes Farmacéuticas


Usted debe de estar consciente de quiénes son (serán) sus (futuros) clientes: son ricos, tuvieron una educación decente (evidentemente sin mucho éxito) y son de mediana edad, crédulos y profundamente alternativos. ¡Piense en el Príncipe Carlos! Una vez que haya empatizado con esta mentalidad, es obvio que se puede conectar de forma rentable con el complejo de persecución que ronda a estas personas.

Una forma sencilla de lograr esto es afirmar que las Grandes Farmacéuticas se han enterado de su innovación, están claramente aterrados ante la posibilidad de perder millones y, por tanto, están haciendo todo lo que pueden por suprimirla. Esto no sólo le dará credibilidad callejera con los lunáticos marginales de la sociedad, sino que también proporciona una explicación perfecta por la cual su revolucionario descubrimiento no se ha publicado en los principales journals médicos: los editores están todos en el bolsillo de las grandes farmacéuticas. Por supuesto.

9. Pida dinero, mucho dinero


He dejado lo más importante para el final. Recuerde: ¡su objetivo es hacerse rico! Por lo tanto, cobre tarifas elevadas, incluso los extravagantemente elevadas. Si su tratamiento es un producto que puede vender (por ejemplo, a través de Internet, para escapar de los reguladores), véndalo muy caro, si se trata de una terapia manual, cobre fuertes tarifas por la consulta y reclame la exclusividad, si se trata de una técnica que se puede enseñar, empiece a capacitar a otros terapeutas cobrándoles grandes sumas y pida un porcentaje de franquicia de sus ganancias futuras.

Cobrar en exceso es su mejor oportunidad de hacerse famoso... o ¿alguna vez ha oído hablar de un charlatán que sea famoso por tener un precio razonable? También le librará de la gentuza a la que no quiere ver en su consultorio. ¡La gente pobre incluso podría estar enferma! No, usted no los quiere... usted desea a los "ricos sanos y muy preocupado" que pueden darse el lujo de ver a un médico de verdad si las cosas salieran mal. Pero lo más importante, las tarifas elevadas le harán mucho bien a su cuenta bancaria.

Ahora está listo. Sin embargo, para evitar que se tropiece con el primer obstáculo, aquí tiene algunas respuestas útiles a las preguntas que inevitablemente va a recibir de los escépticos, esta raza desagradable que nunca está contenta. Las respuestas no están diseñadas para convencerlos pero, si se expresan en público, garantizarán que la opinión general esté de su lado... y eso es lo que resulta de suma importancia en el reino de la charlatanería.

P: Su tratamiento puede causar un daño considerable, ¿considera que eso es algo responsable?
R: ¿Daño? ¿Usted sabe de qué está hablando? ¡Obviamente, no! Todos los años, cientos de miles de personas mueren a causa de los medicamentos que reciben de médicos ordinarios. ¡Eso es lo que yo llamo daño!

P: Los expertos dicen que su tratamiento no es biológicamente plausible, ¿cuál es su respuesta?
R: Hay muchas cosas que la ciencia todavía no comprende y muchas cosas que nunca comprenderá. En cualquier caso, hay otras formas del conocimiento, y la ciencia no es más que uno de ellos.

P: ¿Dónde están los ensayos controlados para respaldar su reclamo?
R: Los ensayos clínicos tienen un valor muy limitado, son demasiado pequeños, frecuentemente están sesgados y nunca representan la situación de la vida real. Es por ello que muchos expertos abogan ahora en favor de mejores formas de demostrar el valor de las intervenciones médicas.

P: El profesor Ernst dijo recientemente que su tratamiento no está comprobado, ¿es eso cierto?
R: Este hombre no es de fiar. ¡Está en el bolsillo de la industria farmacéutica! Claro que iba a decir eso, ¿no? De todos modos, ¿sabía usted que sólo el 15% de las terapias convencionales están en realidad basadas en evidencias?

P: ¿Por qué es tan caro el tratamiento?
R: Los años de formación, un programa completo de investigación, auditorías constantes, el cumplimiento con los reglamentos y un gran equipo de colaboradores... ¿cree que todo esto es gratis? Personalmente, me gustaría atender a todos mis pacientes de forma gratuita (y a menudo lo hago), pero tengo responsabilidades para con los demás, ¿sabe usted?


Fuente.

4 oct 2019

Como una buena madre

(cuento de Ana María Shua)
A mi tío Ludio, a cambio de Caperucita.


Tom gritó. Mamá estaba en la cocina, amasando. Tom tenía cuatro años, era sano y bastante grande para su edad. Podía gritar muy fuerte durante mucho tiempo. Mamá siempre leía libros acerca del cuidado y la educación de los niños. En esos libros, y también en las novelas, las madres (las buenas madres, las que realmente quieren a sus hijos) eran capaces de adivinar las causas del llanto de un chico con sólo prestar atención a sus características.

Pero Tom gritaba y lloraba muy fuerte cuando estaba lastimado, cuando tenía sueño, cuando no encontraba la manga del saco, cuando su hermana Soledad lo golpeaba y cuando se le caía una torre de cubos. Todos los gritos parecían similares en volumen, en pasión, en intensidad. Sólo cuando se trataba de atacar al bebé Tom se volvía asombrosamente silencioso, esperando el momento justo para saltar callado, felino, sobre su presa. El silencio era, entonces, más peligroso que los gritos: ese silencio en el que mamá había encontrado una vez a Tom acostado sobre el bebé, presionando con su vientre la cara (la boca y la nariz) del bebé casi azul. Tom gritó, gritó, gritó. Mamá sacó las manos de la masa de la tarta, se enjuagó con cuidado, con urgencia, bajo el chorro de la canilla, y secándose todavía con el repasador corrió por el pasillo hasta la pieza de los chicos. Tom estaba tirado en el suelo, gritando. Soledad le pateaba rítmicamente la cabeza. Por suerte Soledad tenía puestas las pantuflas con forma de conejo, peludas y suaves, y no los zapatos de ir a la escuela.

Mamá tomó a Soledad de los brazos y la zamarreó con fuerza, tratando de demostrarle, con calma y con firmeza, que le estaba dando el justo castigo por su comportamiento. Tratando de no demostrarle que tenía ganas de vengarse, de hacerle daño. Tratando de portarse como una buena madre, una madre que realmente quiere a sus hijos.

Después levantó a Tom y quiso acunarlo para que dejara de gritar, pero era demasiado pesado. Se sentó con él en el borde de la cama acariciándole el pelo. Tom seguía gritando. Era un hermoso milagro que no hubiera despertado al bebé. Cuando mamá sacó un caramelo del bolsillo del delantal, Tom dejó de gritar, lo peló y se lo comió.

—Quiero más caramelos —dijo Tom.

—Yo también quiero caramelos —dijo Soledad—. Si le diste a Tom me tenés que dar a mí.

—No hay más caramelos. Vos Sole, más bien que no te merecés ningún premio. Y a vos parece que no te dolía tanto que con un caramelo te callaste —como una buena madre, equitativa, dueña y divisora de la Justicia. Pero una buena madre no consuela a sus hijos con caramelos, una madre que realmente quiere a sus hijos protege sus dientes y sus mentes.

—Queremos más caramelos —dijo Soledad.

Y ahora Tom estaba de su lado. Entre los dos trataron de atrapar a mamá, que quería volver a la cocina. Tom le abrazó las piernas mientras Soledad le metía la mano en el bolsillo del delantal. Mamá sacó la mano de Soledad del bolsillo con cierta brusquedad. Calma. Firmeza. Autoridad. Amor.

—¡No! Los bolsillos de mamá no se tocan.

—Tenés más, tenés más, sos una mentirosa, ¡nos engañaste! —gritaba Soledad.

—Mamá mala, mamá mentirosa, ¡mamá culo! —gritaba Tom.

—Empezaron los dibujitos animados —dijo mamá. Autoridad. Firmeza. Culo.

Tom y Soledad la soltaron y corrieron hacia el televisor. Soledad lo encendió. Levantaron el volumen hasta un nivel intolerable y se sentaron a medio metro de la pantalla. Una buena madre, una madre que realmente quiere a sus hijos, no lo hubiera permitido. Mamá pensó que se iban a quedar ciegos y sordos y que se lo tenían merecido. Cerró la puerta de la cocina para defender sus tímpanos y volvió a la masa de tarta. Masa para pascualina La Salteña es más fresca porque se vende más. Una buena madre, una madre que realmente quiere a sus hijos, ¿compraría masa para pascualina La Salteña?

Acomodó la masa en la tartera, incorporó el relleno, que ya tenía preparado, cerró la tarta con un torpe repulgue y la puso en el horno. A través de la masa infernal de sonido que despedía el televisor, se filtraba ahora el llanto del bebé. Como una respuesta automática de su cuerpo, empezó a manar leche de su pecho izquierdo empapándole el corpiño y la parte delantera de la blusa. Sonó el timbre.

—¡Un momento! —gritó mamá hacia la puerta.

Fue al cuarto de los chicos y volvió con el bebé en brazos. Abrió la puerta. Era el pedido de la verdulería. El repartidor era un hombre mayor, orgulloso de estar todavía en condiciones de hacer un trabajo como ése, demasiado pesado para su edad. Mamá lo había visto alguna vez, en un corte de luz, subiendo las escaleras con el canasto al hombro, jadeante y jactancioso.

—Los chicos están demasiado cerca del televisor —dijo el hombre, pasando a la cocina.

—Tiene razón —dijo mamá. Ahora había un testigo, alguien más se había dado cuenta, sabía qué clase de madre era ella.

El olor a leche enloquecía al bebé, que lloraba y picoteaba la blusa mojada como un pollito buscando granos. El viejo empezó a sacar la fruta y la verdura de la canasta apilándola sobre la mesada de la cocina. Hacía el trabajo lentamente, como para demostrar que no le correspondía terminarlo sin ayuda. Mamá sacó algunas naranjas, una por una, con la mano libre. El verdulero amarreteaba las bolsitas. Una buena madre no encarga el pedido: una madre que realmente quiere a sus hijos va personalmente a la verdulería y elige una por una las frutas y verduras con que los alimentará. Cuando una mujer es lo bastante perezosa como para encargar los alimentos en lugar de ir a buscarlos personalmente, el verdulero trata de engañarla de dos maneras: en el peso de los productos y en su calidad; Mama observó detenidamente cada pieza que salía de la canasta buscando algún motivo que justificara su protesta para poder demostrarle al viejo que ella, aunque se hiciera mandar el pedido, no era de las que se conforman con cualquier cosa.

—Las papas —dijo por fin—. ¿No son demasiado grandes?

—Cuanto más grandes mejor —dijo el hombre— lo malo son las papas chicas. Mire ésta —tomó una de las papas más grandes y la acercó a la cara de mamá—. Es ideal para hacer al horno. Usted la pela y le hace cortes así, ¿ve? como tajadas pero no hasta abajo del todo. En cada corte, un pedacito de manteca. Después en el horno la papa se abre y queda como un acordeón doradito, riquísima, hágame caso.

Mamá le dijo que sí, que le iba a hacer caso. Le pagó, y el hombre se fue, pero antes volvió a mirar con reprobación a los chicos, que seguían pegados al televisor.

Mamá se preparó un vaso grande lleno de leche y se sentó en la cocina para amamantar al bebé. Cuando se le prendía al pecho ella sentía una sed repentina y violenta que le secaba la boca. Sentía también que una parte de ella misma se iba a través de los pezones. Mientras el bebé chupaba de un lado, del otro pecho partía un chorro finito pero con mucha presión. Una buena madre no alimenta a sus hijos con mamadera. Mamá tomaba la leche a sorbos chicos, como si ella también mamara. Cuando el bebé estuvo satisfecho, se lo puso sobre el hombro para hacerlo eructar. Ahora había que cambiarlo. También ordenar la cocina. Organizarse. Primero cambiar al bebé.

Le sacó los pañales sucios. Miró con placer la caca de color amarillo brillante, semilíquida, de olor casi agradable, la típica diarrea posprandial, decían sus libros, de un bebé alimentado a pecho. El chiquitito se sonrió con su boca desdentada y agitó las piernas, feliz de sentirlas en libertad. Lo limpió con un algodón mojado. ¿Era suficiente? Otras madres lavaban a sus bebés en una palangana o debajo del chorro de la canilla. Tenía la cola paspada. A los bebés de otras madres no se les paspaba la cola. Una buena madre, una madre que realmente quiere a sus hijos, ¿usaría, como ella, pañales descartables? Usaría pañales de tela, los lavaría con sus propias manos, con amor, con jabón de tocador.

—¡Soledad! ¡Me alcanzás del baño la cremita para la cola del bebé! —pidió mamá.

Soledad apareció con inesperada, inhabitual rapidez. Traía el frasco de dermatol y las manos mojadas.

—¿Qué estabas haciendo en el baño?

—Nada mamá, lavándome las manos. Tom gritó. Mamá dejó al bebé, limpio y seco pero todavía sin pañales, en la cuna corralito. Los gritos eran muy fuertes y venían del baño. Soledad se plantó delante de la puerta.

—No entres ahí mamita, de verdad, por favor, no entres, perdonáme.

Los alaridos de Tom eran más fuertes que el mismísimo sonido del televisor, inútilmente encendido en el living. Deslizándose por debajo de la puerta del baño, un flujo lento y constante de agua jabonosa inundaba la alfombra del pasillo haciendo crecer una mancha de color oscuro. Mamá empujó a Soledad y abrió la puerta. Tom tenía la cara pintada de varios colores y en el pelo un pegote de pasta dentífrica. Sus cosméticos estaban tirados en el suelo, empapados, en medio del charco de agua que provocaba el desborde del bidet. Soledad había salido corriendo, seguramente para esconderse en el ropero.

Mamá sacó el tapón del bidet y forcejeó con las canillas.

—No pude cerrarlas —lloriqueó Tom.

Para mamá tampoco era fácil. Habían sido abiertas hasta su punto máximo y giraban en falso. Después de varios intentos lo consiguió. Sonó el teléfono. Mamá se obligó a quedarse en el baño hasta ver el bidet vacío y asegurarse de que no salía más agua. Después fue a atender.

Al levantar el tubo escuchó el característico sonido que precedía las comunicaciones de larga distancia.

—Es llamado de afuera, chicos, ¡es papito! —gritó, feliz. Soledad salió de la pieza arrastrando la cuna donde el bebé lloraba.

—¡Mamá! —gritó—. Tom lo quiere matar al bebé pero no sin querer. ¡Lo quiere matar a propósito!

—¡Mentira! —gritó Tom, que venía detrás— Sos un culo cagado con olor a culo cagado. ¡Soledad, caca caca caca con olor!

—¡Lo odio! —gritó Soledad—. Quiero que no exista más, mamá por qué tengo que soportarlo. ¡Hijo de culo! ¡Hijo de mierda! ¡Ano con pelos!

—Cállense —pidió mamá—. ¡No oigo nada! ¡Hagan lo que quieran pero cállense! Soledad apagá la tele, es papito de afuera y no oigo nada.

—Mamá dijo hagan lo que quieran —le dijo Soledad a Tom, que sonrió y dejó de gritar. Empujando la cuna se fueron a la cocina.

Mamá volvió a prestar atención a la voz lejana, con ecos, que venía desde el tubo del teléfono. Entregaba una atención absoluta, concentrada. Al principio sonreía. Después dejó de sonreír. Después habló mucho más alto de lo necesario para ser oída. Después hizo gestos que eran inútiles, porque su interlocutor no los podía ver. Después cortó y sintió que tenía ganas de llorar y que quería estar sola. Después escuchó un ruido largo, complejo y violento. Tom gritó. Mamá corrió a la cocina.

Parado sobre la mesada, entre lechugas y berenjenas, Tom gritaba asustado. Soledad trataba de no llorar, milagrosamente entera en medio de una pila de escombros: restos de platos y vasos rotos. Tom se había trepado a la mesada para alcanzar los frascos de mermelada del estante y, apoyándose con todas sus fuerzas, lo había hecho caer. El bebé estaba bien. Habían volcado deliberadamente la azucarera sobre la cuna para mantenerlo entretenido. Lamía el azúcar con placer y agitaba los brazos y las piernas emitiendo sonidos de alegría. En la batita y en el pelo también tenía azúcar. Mamá miró los restos de un plato azul, de loza, con el dibujo de un perrito en relieve, un plato que había pertenecido a su propia madre. Nadie que no tuviera ese platito azul en un estante

de la alacena podría llegar a ser una buena madre. Tuvo más ganas de llorar.

Tom y Soledad habían estado jugando al picnic en el suelo de la cocina, sobre el mejor mantel blanco, el de las cenas con invitados. Habían sacado pan, queso, mostaza, ketchup y Coca de la heladera y habían usado algunas de las frutas y verduras que estaban todavía sobre la mesada. En el mantel había dos tomates y una manzana mordisqueados, unas papas sucias y manchas de mostaza.

Mamá quería estar sola y quería llorar. Pensar en lo que le estaba pasando. También quería pegarles muy fuerte a Tom y a Soledad. Pero antes tenía que sacar al bebé de ahí para que el azúcar no le provocara gases, tenía que asegurarse de que los tres estaban bien y barrer los restos peligrosos de la cocina. Alzó a Tom, que estaba descalzo, y lo llevó a su pieza.

—Andate de acá, Soledad, salí que voy a barrer —dijo con voz controlada, contenida.

—Vos dijiste hagan lo que quieran.

—Soledad no te estoy retando ahora, solamente te dije que salgas.

—El estante lo tiró Tom —dijo Soledad.

—¡Porque vos me mandaste a buscar la mermelada! —gritó Tom, que había vuelto a acercarse, todavía descalzo, a la puerta de la cocina—. ¡Sos una acusadora y una basura con ano y porquería cagada!

—¡Basta! —gritó mamá. Y ella misma se asustó al notar la carga de furia en su grito—. Basta basta basta, no aguanto más gritos, hiciste un desastre y encima gritás gritás gritás.

Atrapó a Tom de un brazo y le dio un chirlo en la cola sabiendo que estaba siendo injusta, que Soledad había sido tan culpable como él o más. El bebé lloraba ahora y también Tom. Soledad le dio un empujón a mamá con bastante fuerza como para hacerla caer de rodillas, con las manos hacia adelante. Sintió un dolor afilado en la palma de la mano derecha.

—¡No le vas a pegar a mi hermanito!

—¡Mamá es un dedo en la nariz! —gritó Tom.

Mamá había caído sobre un vidrio roto. Se miró la mano lastimada. El tajo era profundo y sangraba.

—Mamá, ¿por qué la sangre es colorada? —preguntó Tom.

—Mirá lo que le hiciste a mamá, Soledad —dijo mamá, mostrándole la herida.

Pero después vio la carita asustada, los ojos grandes de Soledad y pensó que había sido cruel. Una buena madre, una madre que realmente quiere a sus hijos, no los carga de innecesaria culpa.

—No es nada, linda, no te asustes, ya sé que fue sin querer, ahora me pongo agua oxigenada y una curita y ya está -casi agradecía el dolor físico que le permitía evitar las sonrisas, hasta llorar un poco. Levantó la mano por encima del corazón para parar la sangre.

—Mamá, ¿por qué la sangre es colorada? —preguntó Tom.

—Porque sí —dijo mamá distraída, apretándose la mano con un repasador. Tenía que barrer y sacar al bebé. ¿Qué primero? Organizarse.

—Soledad, hacéme un favor, levantá un minutito al bebé mientras yo me voy a poner una venda.

—Pero yo también quiero ver cómo te curás.

—Sí, levantálo al bebé y vení con él al baño y ves todo.

—Mamá, ¿por qué la sangre es colorada?, porque sí no me digas —dijo Tom.

—No quiero levantar al bebé porque está sin pañales —dijo Soledad—. Me va a cagar y mear toda.

—¡Soledad cagada y meada! —gritó gloriosamente Tom.

Mamá terminó de atarse torpemente el repasador con ayuda de los dientes. Necesitaba estar un momento, nada más que un momento, sola. Y en silencio. Pensar en la voz lejana, con ecos. Y llorar. Levantó al bebé y mientras lo sostenía con el brazo izquierdo usó la mano herida para inclinar la cunita y tratar de sacudir el grueso del azúcar. Acostó al bebé y empezó a barrer los restos de vidrios y loza. La tarea hizo que se aflojara el repasador mal anudado y la mano herida volvió a sangrar. Dolía mucho. Juntó lo que pudo con la pala. Levantó al bebé y lo llevó a la pieza para ponerle un pañal limpio. En el camino, el bebé regurgitó una bocanada de leche semidigerida sobre su ropa.

—Mamá, ¿por qué la sangre es colorada?, porque sí no me digas —-preguntó Tom.

—Porque está compuesta por glóbulos rojos —dijo mamá mientras le ponía el pañal al bebé y le limpiaba la boca con un trapito. Tom se quedó desconcertado por unos segundos, pero Soledad estaba atenta.

—¿Por qué son rojos los glóbulos de la sangre? —preguntó.

—Porque el libro del porqué tiene muchas hojas —contestó mamá.

Puso una sábana limpia sobre la cuna y unos cuantos chiches de goma. Todo lo que tocaba se ensuciaba con manchitas de sangre. El bebé se largó a llorar en cuanto lo puso boca abajo. Pero esta vez mamá estaba decidida a curarse la mano. También quería estar sola. Soledad la siguió al baño para ver cómo se vendaba.

—¿Ves lo que hace mamita? Así también tenés que hacer vos cuando te lastimás. Primero lavarse bien a fondo con agua y jabón.

El baño seguía encharcado de agua jabonosa. Levantó los cosméticos mojados. Tendría que secarlo enseguida antes de que alguien se resbalara. En el botiquín encontró agua oxigenada, vendas, tela adhesiva. Iba a necesitar ayuda. Vertió el agua oxigenada sobre la herida, que tenía los bordes separados. Probablemente necesitara unas puntadas pero se sentía incapaz de llegar con los tres chicos hasta el hospital. Apretó una compresa de gasa con mucha fuerza contra la herida, para parar la hemorragia. Después se puso otra gasa limpia y, con ayuda de Soledad, la tela adhesiva. Entonces percibió el silencio. El bebé había dejado de llorar.

—Soledad, andá a ver qué pasa con Tom y el bebé.

A Soledad le gustaba proteger al bebé casi tanto como pegarle a Tom. Apenas había salido cuando se escuchó su desesperado aullido de socorro.

—Lo está matando, mamá mamá mamá, lo va a destrozar, mamá, mamá, ¡vení ahora! Lo está revoleando, ¡LO MATA, MAMÁ!

Mamá quiso correr a la velocidad que exigían los gritos enloquecidos de Soledad, se resbaló y se cayó torciéndose un tobillo de mala manera. Se levantó y siguió como pudo hasta la pieza donde el bebé dormía tranquilamente en su cuna mientras Tom revoleaba por el aire un perrito de paño relleno de mijo. El perrito ya estaba en parte roto y el mijo salía por el agujero, impulsado por la fuerza centrífuga, chocando contra las paredes, cayendo al suelo, sobre las camas, en la cuna. Soledad gritaba histéricamente. Mamá la hizo callar de una bofetada, le sacó a Tom el perrito de paño y se sentó sobre una de las camitas porque el tobillo lastimado ya no la sostenía. Vio sangre en la cara de Soledad y sintió un golpe en el corazón. Después se dio cuenta de que le había pegado con la mano herida, que volvía a sangrar. Vio el dibujo de globos y payasos que ella misma había elegido para la colcha y otra vez tuvo ganas de llorar.

—Traéme el costurero que voy a curar a tu perrito: lo voy a coser —le dijo a Soledad. El tobillo empezaba a hincharse.

—Traéme esto, traéme aquello, qué te crees que soy —dijo Soledad—. ¿Te creés que soy la Cenicienta de esta casa?

—Entonces no te coso nada el perrito y no me importa nada si se le sale todo el relleno —lloriqueó mamá. ¿Cómo una buena madre? ¿Lloriqueando?

—Quiero panqueques rellenos —dijo Tom—. Mamá le pegó a Soledad. Mamá es un ano con pelotudeces.

Mamá rengueó hasta su dormitorio. En el cajón de la cómoda encontró un pañuelo del tamaño adecuado para hacerse un vendaje en el tobillo. Un esguince, nada grave, si mañana empeoraba iría al médico. El pie ya no le cabía en el zapato. Trató de hacer el vendaje bien apretado (la mano herida no le facilitaba el trabajo) y se puso encima un zoquete de los que su marido odiaba y que ella usaba solamente para dormir. Sintió en el aire un olor a quemado y se acordó de la tarta pascualina.

Caminando despacio (el tobillo latía dolorosamente) fue a la cocina. Se agachó para abrir la puerta del horno y vaya a saber por qué alcanzó a darse vuelta justo a tiempo para ver a Tom y Soledad ya definitivamente aliados (pero qué bueno que los hermanos sean unidos, que se ayuden entre ellos), sus cuatro manitas empujándola desde su inestable posición, en cuclillas, contra el horno caliente. Pudo moverse hacia un costado antes de caer, quemándose solamente el antebrazo izquierdo, que rozó la puerta abierta. Puteó de dolor y también de miedo. Sin decir nada, mirándolos fijamente, jadeando, puso la zona quemada debajo del chorro de agua fría. Eso la alivió enseguida.

—Mamá dijo una mala palabra —dijo Tom.

—De veras no sabíamos que el horno estaba caliente de verdad, mamita perdonáme, queríamos jugar a Hansel y Gretel, de veras que no sabíamos.

—La bruja mala se quemó en el horno y se hizo de chocolate rico y se la comieron —dijo Tom—. Mamá dice malas palabras.

—De veras que no sabíamos —repitió Soledad, con cierta monotonía.

Mamita pensó que no le creía y también que estaba loca por no creerle. Sus hijos. Los quería. La querían. El amor más grande que se puede sentir en este mundo. El único amor para siempre, todo el tiempo.

El Amor Verdadero. Necesitaba estar un momento sola, pensar en la llamada, en la voz lejana, con ecos. Llorar. Ponerse Cicatul en la quemadura, que ardía ferozmente. Fue al baño. Una mujer organizada ya lo habría secado. El baño seguía mojado. Una buena madre. Tom la siguió.

—Tom, mi vida, mamita tiene que estar un momentito sola en el baño.

—¿Para qué?

—¡Para hacer CACA! A mamita le gusta estar sola cuando hace caca, ¿sabés?

—A mí no. A mí me gusta más que me hagan compañía cuando hago caca.

—Pero a mí me gusta estar sola.

—A mí también —intervino Soledad—. Porque yo ya soy grande. Tom es un bebé.

—Yo no soy ningún bebé —aulló Tom.

—Quiero ver cómo mamá se saca la bombacha. Quiero verte los pelitos de abajo —dijo Soledad.

—Yo también quiero ver la concha peluda de mamita —dijo Tom.

—Cuando yo sea grande voy a tener una concha peluda —dijo Soledad.

—¡Pero nunca de nunca vas a tener un pito! —dijo Tom.

—¡Y vos nunca de nunca vas a tener mis años! ¡Por más que cumplas y cumplas años nunca vas a tener mis años! —dijo Soledad.

—Quiero que se vayan —dijo mamá en voz muy baja, temblorosa, amenazadora.

—Y yo quiero verte las tetas —dijo Tom—. Al bebé lo dejás chupar y a mí no.

—Sí, sí, eso queremos, tetas tatas titas totas tetas tetas —canturreó Soledad.

Con todo su peso Soledad se abalanzó sobre mamita para desabrocharle la blusa, mientras Tom le metía las manitos por abajo. El ataque fue repentino, mamá no lo esperaba y su nuca golpeó fuerte contra los azulejos blancos y celestes, con motivos geométricos. El golpe la atontó y al mismo tiempo la hizo perder el control. Agarró a cada uno de un brazo, apretando con bastante fuerza como para dejarles marcadas las huellas de sus dedos. Casi no sentía dolor en la mano herida. Caminar, en cambio, era un puro esfuerzo de voluntad. Los arrastró fuera del baño, por el pasillo.

Cuando calculó que estaba lo bastante lejos los soltó de golpe, empujándolos para asegurarse de que se cayeran. Corrió hacia el baño apoyándose en las paredes, sintiendo que Tom y Soledad se levantaban, escuchando sus pasitos livianos y veloces otra vez hacia ella, alcanzó sin embargo a meterse en el baño y cerrar la puerta sobre un pie de Soledad, que no gritó. Empujó la puerta hasta que Soledad, jadeando de dolor pero todavía en silencio, tuvo que sacar el pie. Pudo cerrar la puerta y dar vuelta la llave.

Mamá se sentó en el inodoro, apoyó la cabeza en un toallón y se puso a llorar. Lloró y lloró, aliviándose, sintiendo que un sollozo provocaba al otro, lo buscaba. Lloró como quien vomita hasta escuchar, de pronto, a través de su propio llanto, otro llanto nítido, distinto, que se acompasaba extrañamente con el suyo. El bebé. Su bebé. Se acercó a la puerta, apoyó el oído. Se oían risitas ahogadas. Estaban allí. Ahora la tenían en sus manos, sin defensas. Un rehén. Rescatarlo.

Muy lentamente, tratando de no hacer ruido, dio vuelta la llave en la cerradura y abrió la puerta de golpe. Tom, que estaba del otro lado apoyándose con todo su peso, cayó sobre los mosaicos golpeándose la cabeza. Mamá rengueó hasta la pieza de los chicos. Soledad, sentada, sostenía al bebé sobre su falda. La golpeó en la cara con la mano abierta, arrancándole al bebé de los brazos. Soledad tropezó contra una sillita baja y eso le dio tiempo a mamá a adelantarse. Pronto estuvo otra vez en el baño con el bebé. Tom seguía en el suelo, gritando y pateando. Lo empujó afuera con el pie y volvió a cerrar con llave.Su bebé. Chiquito. Indefenso. Suyo. Mamá lo abrazó, lo olió. La leche empezó a fluir otra vez, mansamente, de sus pechos. Se tocó la nuca. Apenas un chichón. Puso su cara contra la del bebé, tan suave, cubierta por un vello rubio casi invisible. Despedía calor, amor. Mamá lo acunó mientras cantaba una dulcísima melodía sin palabras El bebé era todavía suyo, todo suyo, una parte de ella. Movía incontroladamente los bracitos como si quisiera acariciarla, jugar con su nariz. Tenía las uñitas largas. Demasiado largas, podía lastimarse la carita: buena madre, una madre que realmente quiere a sus hijos, les corta las uñas más seguido. Algunos movimientos parecían completamente azarosos, otros eran casi deliberados, como si se propusieran algún fin. El índice de la mano derecha del bebé entró en el ojo de mamá provocándole una profunda lesión en la córnea. El bebé sonrió con su sonrisa desdentada.



23 may 2019



Mica Rodríguez
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Facebook me censuró esta publicación, la vuelvo a publicar!
Esta edad tenía cuando mi padre empezó a abusar de mí. ¿Será que el guardapolvo no era lo suficientemente largo y lo provoqué? Me violó desde los 4 años hasta los 16.
Me tocaba mientras me decía que solo eran cosquillas, me obligaba a tocarlo para que fuera "cariñosa", me obligaba a hacerle sexo oral mientras me decía que era una puta, entre golpes, violaciones y las veces que me asfixiaba sentía que iba a morir.

¿Duele leerlo? ¿te da bronca, repulsión, asco tal vez? ¿te cansa leer historias de violaciones todos los días en las redes sociales? Peor es vivirlo.
Como digo siempre, quien abusó de mí no era un extraño que me ofrecía dulces en la calle, tampoco es un drogadicto o alcohólico, es un hombre trabajador, culto, que andaba con los mejores trajes...
No basta con no querer recordarlo más, porque esas escenas son las que cuando siento los ojos pesados y estoy a punto de dormirme hacen que me despierte.
Pasé por las autolesiones, intento de suicidio, ataques de pánico, me diagnosticaron trastorno límite de la personalidad y trastorno por estrés postraumático producto de los abusos. ¿Seguís pensando que hablar de esto es una moda? ¿seguís pensando que ahora "se ponen de acuerdo para denunciar"?
Mirá a la niña de la foto, esa fui yo, ¿le dirías que capaz ella también quería?



#NoNosCallamosMás
#NoEsNo
#YoTeCreo

Ayudame a hacer visible lo que muchos quieren ignorar, sumate a Por Una Infancia Sin Dolor
Fuente.

19 oct 2018

Sobre el pago de la deuda externa

Aquí pues yo, Guaicaipuro Cuautémoc, he venido a encontrar a los que celebran el Encuentro. Aquí pues yo, descendiente de quienes poblaron América hace cuarenta mil años, he venido a encontrar a los que se la encontraron hace quinientos. Aquí pues nos encontramos todos: sabemos lo que somos, y es bastante. Nunca tendremos otra cosa.
El hermano aduanero europeo me pide papel escrito con visa para poder descubrir a los que me Descubrieron. El hermano usurero europeo me pide pago de una Deuda contraída por Judas a quienes nunca autoricé a venderme. El hermano leguleyo europeo me explica que toda Deuda se paga con intereses, aunque sea vendiendo seres humanos y países enteros sin pedirles consentimiento. Ya los voy descubriendo.
También yo puedo reclamar pago. También puedo reclamar intereses. Consta en el Archivo de Indias, papel sobre papel, recibo sobre recibo, firma sobre firma, que sólo entre el año de 1503 y el de 1660 llegaron a Sanlúcar de Barrameda 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata provenientes de América. ¿Saqueo? No lo creyera yo, porque es pensar que los hermanos cristianos faltan a su séptimo mandamiento. ¿Expoliación? Guárdeme Tonantzin de figurarme que los europeos, igual que Caín, matan y después niegan la sangre del hermano. ¿Genocidio? Eso sería dar crédito a calumniadores como Bartolomé de las Casas, que califican al Encuentro de Destruición de las Indias, o a ultrosos como el doctor Arturo Uslar Pietri, quienes afirman que el arranque del capitalismo y de la actual civilización europea se debió a esa inundación de metales preciosos.
No: esos 185 mil kilos de oro y 16 millones de kilos de plata deben ser considerados como el primero de varios préstamos amigables de América para el desarrollo de Europa. Lo contrario sería presuponer crímenes de guerra, lo cual daría derecho, no sólo a exigir devolución inmediata, sino a indemnización por daños y perjuicios. Yo, Guaicaipuro Cuautémoc, prefiero creer en la menos ofensiva de las hipótesis. Tan fabulosas exportaciones de capital no fueron más que el inicio de un Plan Marshalltzuma para garantizar la reconstrucción de la bárbara Europa, arruinada por sus deplorables guerras contra los musulmanes, cultores del álgebra, la poligamia, el baño cotidiano y otros logros superiores de la civilización.
Por ello, llegado el Quinto Centenario del Empréstito, podemos preguntarnos: ¿han hecho los hermanos europeos un uso racional, responsable, o por lo menos productivo de los recursos tan generosamente adelantados por nuestro Fondo Indoamericano Internacional?
Deploramos decir que no. En lo estratégico, los dilapidaron en batallas de Lepanto, Armadas Invencibles, Terceros Reichs y otras formas de exterminio mutuo, sin más resultado que acabar ocupados por las tropas gringas de la OTAN, como Panamá (pero sin canal). En lo financiero, han sido incapaces -después de una moratoria de 500 años- tanto de cancelar capital o intereses, como de independizarse de las rentas líquidas, las materias primas y la energía barata que les exporta el Tercer Mundo.
Este deplorable cuadro corrobora la afirmación de Milton Friedman según la cual una economía subsidiada jamás podrá funcionar. Y nos obliga a reclamarles -por su propio bien- el pago del capital e intereses que tan generosamente hemos demorado todos estos siglos. Al decir esto, aclaramos que no nos rebajaremos a cobrarles a los hermanos europeos las viles y sanguinarias tasas flotantes de interés de un 20% y hasta un 30% que los hermanos europeos le cobran a los pueblos del Tercer Mundo. Nos limitaremos a exigir la devolución de los metales preciosos adelantados, más el módico interés fijo de un 10% anual acumulado durante los últimos trescientos años.
Sobre esta base, y aplicando la europea fórmula del interés compuesto, informamos a los Descubridores que sólo nos deben, como primer pago de su Deuda, una masa de 185 mil kilos de oro y otra de dieciséis millones de kilos de plata, ambas elevadas a la potencia de trescientos. Es decir: un número para cuya expresión total serían necesarias más de trescientas cifras, y que supera ampliamente el peso de la tierra. Muy pesadas son estas moles de oro y de plata. ¿Cuánto pesarían, calculadas en sangre?
Aducir que Europa en medio milenio no ha podido generar riquezas suficientes para cancelar este módico interés, sería tanto como admitir su absoluto fracaso financiero y/o la demencial irracionalidad de los supuestos del capitalismo. Tales cuestiones metafísicas, desde luego, no nos inquietan a los indoamericanos. Pero sí exigimos la inmediata firma de una Carta de Intención que discipline a los pueblos deudores del Viejo Continente, y los obligue a cumplirnos sus compromisos mediante una pronta Privatización o Reconversión de Europa, que les permita entregárnosla entera como primer pago de su Deuda histórica.
Dicen los pesimistas del Viejo Mundo que su civilización está en una bancarrota que le impide cumplir sus compromisos -financieros o morales. En tal caso, nos contentaríamos con que nos pagaran entregándonos la bala con la que mataron al poeta.
Pero no podrán: porque esa bala, es el corazón de Europa.

Guaicaipuro Cuatemoc cobra la deuda a Europa Luis Britto García (1.992) - www.aporrea.org 06/10/03 - www.aporrea.org/actualidad/a5059.html

14 sept 2018

El beneficio de ser pobres.

Mi vieja es una mina marginal. Toda la vida vivió fuera del sistema y ahí quedará. Por un problema que tuvo al nacer, es muy pequeña: no llegó nunca al metro cincuenta, y por los muchos embarazos que tuvo ya se le cayeron varios dientes. Tiene 41, pero la falta de dientes sumada a su escasa estatura y marcada delgadez, hacen que aparente mil años más. Mi vieja dejó la escuela porque era al pedo. Vos le explicás algo y no lo entiende. Incluso las cosas más simples, se las tenés que explicar despacio, varias veces. Si querés enseñarle a ir al chino de la vuelta lo mejor es acompañarla y que vaya, porque si le explicás el camino, no entiende. Mi vieja nunca prendió una computadora, ni la va a prender. Apenas sabe leer y escribir, y cuando digo “apenas” quiero decir, escribe como el orto y cuando lee no le queda nada. Tiene que leer algo simple varias veces para que le quede. A veces nos pide ayuda a las hijas grandes, y hay que explicarle despacio y con palabras claras, sino no entiende. Mi vieja no laburó nunca, no se desenvuelve. Siempre que intentó tuvo laburos muy malos, porque a los buenos, no pudo ni podrá acceder nunca. Siempre limpiando, cada vez que le conseguíamos un trabajo la echaban al poco tiempo: la gente no le tiene paciencia porque vos le explicás y no entiende. Mi vieja nunca aspiró a tener nada, siempre sintió que hay cosas que simplemente no eran para ella. Siempre sintió que ciertas cosas “son cosas de ricos” incluso cosas mucho más sencillas de las que piensan. Mi vieja tuvo varios hijos, todos de distintos hombres. En el hospital le explicaban que no tuviera más, que tenía que cuidarse, pero ella no entiende. Nosotros llevamos el apellido de ella y salvo el más chico, ninguno conoció a su respectivo padre. Mi hermana Gisella Marisol y yo, tuvimos el beneficio de ser pobres. De pibas, mi vieja marginal nos mandaba a pedir todos los días. Íbamos a las panaderías porque son los que mejores cosas dan, y con lo que volvíamos se cenaba. Mate cocido con lo que hubiera. Cuando no nos daban las del barrio, nos íbamos abriendo cada vez más hasta llegar a las del centro. Por eso nunca compartí la filosofía de no darle monedita al nene que pide: lo único que lográs es que tenga que caminar más, porque ese pibe no va a volver a la casa con las manos vacías. Teníamos hermanos más chicos, pero no quedaban en casa, salíamos todos juntos porque a los más chicos siempre les dan más. Entonces salía mi vieja con nosotros y mi vieja se quedaba afuera y nosotros íbamos al negocio y pedíamos. Cuando íbamos con mi hermanito, la cosa era bastante rápida porque era muy chiquito y la gente siempre te da lo que puede. Mi vieja no entraba porque a los grandes no les dan casi nunca nada. Hay lugares que igual nunca dan nada y lugares que siempre te dan aunque sea un pancito. La cosa es que siempre volvíamos con algo para acompañar el mate cocido. Mi abuela estaba apenitas mejor que nosotros porque laburaba limpiando. No teníamos a nadie que trabaje excepto ella, entonces lo poco que sabíamos de trabajo era que era horrible: las patronas eran malas y siempre le hacían cosas horribles, le pagaban menos de lo que le prometían y se hacían las desentendidas. A veces se iban un mes a Europa y ese mes la dejaban totalmente en banda. Cuando trabajaba, no le pagaban casi nada, incluso nosotras pidiendo en la panadería, a veces conseguíamos cosas que ella no podía comprar ni ahorrando. Nuestra casa era un cuadrado con un baño en la época que mi abuela podía pagar alquiler, pero cuando mi vieja se peleó con mi abuela nos mudamos a una piecita sin baño en Pampa Central. Las necesidades se hacían en un balde y la comida del mediodía nos la daba un comedor que daba comidas riquísimas, polenta, guiso, tallarines. A veces hasta había postre, una naranja o un flancito. A la tarde tomábamos la leche en una iglesia en frente de casa y en esa época mi vieja empezó a cobrar una cosa que se llamaba jefes y jefas y eran 150 pesos por mes. Siempre que cobraba, los veintipico de cada mes, comíamos un yogur cada uno y para nosotros era la gloria. De piba, cuando sos pobre, lo que te salva de la marginalidad es creer. Creer que algún día vas a tener todo eso que querés tener. Cuando conocés grandes que no son pobres y que te preguntan qué vas a ser cuando seas grande, empezás a soñar un poco. Todos los grandes te dicen todo el tiempo que no dejes la escuela, que estudies mucho. Nosotras, mi hermana y yo, conocimos un grande en particular que fue significativamente importante para nosotras: Marcelo General. Seguramente no lo conozcan, no era más que un vecino nuestro. Él y su adorada esposa siempre nos invitaban a su casa a jugar con su hijita, a pesar de que nosotras no teníamos juguetes ni nada para llevar. Ellos tenían cosas que nosotras no habíamos tenido ni visto jamás. La casa de ellos era una mansión, aunque ahora que lo pienso no era más que una casa con comedor y un par de dormitorios. Pero nosotras ahí adentro estábamos en nuestra salsa. Mi hermanita jugaba con todos los juguetes de la nena, yo siempre pedía pasar al baño porque era espectacular: tenía un espejo gigante y papel higiénico de esos con dibujitos y los puntitos para cortarlo derechito. Cuando sos pobre, la riqueza se mide en esas cositas. Ellos eran ricos. Todos los días la acompañábamos a la cooperativa y ella nos dejaba elegir el yogur que quisiéramos. Todos los días le preguntábamos de hasta qué precio podíamos agarrar, y ella nos decía que de cualquier precio, que agarráramos el que más nos guste. Definitivamente eran ricos. La mamá de la nena nos contaba que el marido a veces se levantaba a las 4, o sea, trabajaba desde muy temprano. El hombre era muy bueno, siempre hacía chistes y miraba la tele. A veces nos daban hielo para tomar agua fresca en casa, porque nosotras no teníamos heladera, pero solo a veces porque otra vecina de la esquina, Silvia, también nos daba hielo siempre. Hay vecinos que te ayudan muchísimo. Marcelo y Claudia, su esposa, siempre nos decían que fuéramos a la escuela. Una Navidad nos dijeron que había venido Papá Noel pero nosotras ya sabíamos que habían sido ellos. Los regalos, mi hermana todavía los tiene guardados. Así de valioso es todo cuando sos pobre. En la escuela, también éramos pobres, no marginales. No teníamos las cosas que tenían todos, a mi hermana incluso una maestra no le corregía las tareas porque no llevaba cuaderno tapa dura. Siempre la retaban por no llevar las cosas que pedían y ella siempre lloraba. Pero éramos muy estudiosas, teníamos esa ventaja. Era una escuela pública, los pobres éramos nosotros y los ricos eran los que se compraban alfajores en el recreo, tenían mochila con carrito y cartucheras de dos pisos. Todos los grandes que conocíamos nos decían que si estudiábamos nos iba a ir bien, y nosotras lo creíamos de verdad. Mi hermana no tenía la cartulina que pedían, pero jamás se olvidaba de hacer los deberes. Hubo una asistente social que nos ayudó muchísimo y que siempre nos daba mercadería, lo hacía delante de todos y eso nos daba vergüenza, por eso mi hermana era medio tímida. No lo hacía de mala porque era buenísima, yo creo que no se daba cuenta que es feo que te den mercadería cuando a nadie le dan, en el aula todos te quedan mirando además. Hubo un invierno en que teníamos una sola campera buena, la violeta, asique iba unos días mi hermana y unos días yo. Yo decía que nunca tenía frío e iba igual pero después me recagaba enfermando entonces era mejor así. Mi hermana odiaba faltar porque después no entendía las cosas. Asique yo faltaba mucho. Mucho. Pero en casa había varios libros y los leía, una y otra vez. Yo sabía que estudiando me iba a ir mejor, eso me decían todos. Éramos pobres, no marginales. No queríamos dejar la escuela. Conocíamos gente que no era pobre y era gente que trabajaba y había estudiado, entonces por ahí venía la mano. Pasaban los años, mi vieja seguía sin laburar. A veces se afanaba queso de un supermercado, lo sacaba entre la ropa o debajo de la axila. Una vez me afané un alfajor de un kiosko y me dijo que si lo volvía a hacer me iba a hacer pasar la vergüenza de mi vida: nunca más toqué nada. La vergüenza es a lo que más miedo le tenés cuando sos chico, ni que te caguen a palos es tan fulero. No sé cómo explicarles lo que deseás un alfajor o una milanesa. Los que pueden comerlo cuando quieren, para uno son ricos. Yo ya tenía como 12 años y no quería salir más a pedir: me daba vergüenza. Y ahí ocurrió algo que casi nos empuja a la marginalidad, pero con el tiempo zafamos. Mi vieja había tenido un marido golpeador, un alcohólico hasta los huesos que había vivido con ella cuando éramos mocosas. De nuestros padrastros y otros horrores, no voy a hablar. Este tipo estaba preso hacía varios años, era el papá de mi hermanito, el único que tuvo padre. Estaba por salir de la cárcel y nosotras sabíamos que mi vieja iba a volver con él. Mi hermana, ante el terror de volver a sufrirlo, se fue a vivir con mi abuela y no volvió. Ella tenía 9 años cuando lo decidió, todo para no volver a ver a mi padrastro. Yo me quedé, porque quién iba a cuidar a mi vieja y a mi hermanito, si no yo. Salió mi padrastro de la cárcel y me di cuenta de la triste realidad: yo no podía contra él. Entonces me metí de novia con un tipo 30 años mayor que yo y me pasaba todo el día en la casa de él. Lo importante era no volver a mi casa. Hasta que me tuve que ir definitivamente, a los 13. Confié que a mi hermanito no le iba a pasar nada porque era hijo, no hijastro. Dejé la escuela porque si se descubría mi relación, mi pareja iba a terminar en la cárcel y yo iba a ir a un colegio o con mi padrastro. No me hubiera arriesgado a eso por nada del mundo asique dejé de estudiar y me alejé de todo el que me conociera. Por supuesto, quedé embarazada. Y como nadie te da laburo siendo una cría de 14 años embarazada, yo me volví, por un tiempo, marginal, no pobre. Ya no podía estudiar porque eso era un peligro para el papá de mi hijo, y nadie me daba trabajo porque… era menor y tenía un hijo. De nuevo y siempre, los vecinos me ayudaron mucho. Ya no eran los mismos vecinos porque yo vivía más abajo, pero acá también me ayudaron, y no saben cuánto. Mi hermana seguía siendo pobre, siempre estudiando, siempre esperanzada de salir adelante. Pasaba el tiempo, vivíamos como podíamos y yo accedía a los laburos que te dan cuando sos menor. Vendía perfumes en la calle, puerta a puerta o hacía campaña de socios para algún hogar, esos que te pagan el 10 por ciento de lo que recaudás. No existía la asignación y para todos los planes existentes, yo era menor. Todo me empujaba a ser marginal, porque ni siquiera podía acceder a los laburos o planes de pobres. A los 15 hice un curso de peluquería, pero en esa época no existía internet y era muy difícil ir haciéndote conocido en un oficio. Además yo tenía 15 y se me notaba en la cara, nadie se iba a dejar cortar el pelo por mí. A los 16 mentí diciendo que tenía 19 y accedí a mi primer laburo con sueldo mensual: tenía que cuidar a un abuelo hemipléjico. ¡De nuevo pobre! Ya no marginal. Es abismal la diferencia. Cobraba un sueldo por mes que no era más que un sueldito, pero podía comprar comida y cositas para mi hijito. Mi abuela me había regalado un lavarropas automático que le regaló una patrona, ese lavarropas lo vendimos y lo cambiamos por unas garrafas, y esas garrafas las vendimos y juntamos dos mil pesos. Con eso compramos el ranchito que se ve en la foto. Dos mil pesos nos costó, un rancho de chapa con piso de tierra, y estábamos en la gloria. Tiempo después las cosas no anduvieron con el papá de mi hijo, la verdad es que yo hacía rato no lo quería más. Entonces me fui con mi nene y de ahí en más cuidamos viejitos siendo cama adentro, o cuidábamos alguna abuela de noche y yo de día trabajaba de otras cosas. Entonces teníamos casa, comida y un pequeño sueldo. A los 21 años aprendí un oficio y gracias a internet y la facilidad de promocionar tu laburo gratis, pude laburar menos horas durante el día y empezar a estudiar. Pobres, no marginales. Los años de laburo siendo joven, estudiante y pobre, son durísimos. No es nada fácil este ambiente, se vive siempre al día, y muchas veces te gastás los últimos veinte pesos que tenés en fotocopias del currículum, vas al centro caminando para no gastar en boleto y uno tras otro te dicen que lo dejés, que después te llaman. Los días se hacen eternos cuando nadie llama. Pero la diferencia crucial entre nosotras y mi vieja es que, nosotras teníamos la esperanza de que alguien iba a llamar. Todos los días salís a patear esperanzada, deseando que alguien te diga “venite el lunes a primera hora”. Y tarde o temprano ese día llega. Mi hermana empezó laburando a los 16 para un tipo que le pagaba “según como trabajara ese día” o sea, le pagaba lo que se le cantaban las pelotas. Como es mucho más desenvuelta que mi vieja no sólo no pierde los laburos, sino que tiene cada vez más. Alquila un departamentito y labura todo el día para poder pagar su alquiler y comer. Yo la he visto llorar de cansancio y frustración, pero como todo pobre, al otro día se levanta y sale a ganarse el mango igual. Además estudia, cuando sos pobre siempre te dicen que estudiar es la salida y vos lo creés. Ya le falta poco para ser maestra, cagate de risa. Capaz hasta se cruza con la que no le corregía las cosas por llevar esos cuadernos que te daba el gobierno que si borrabas dos veces se transparentaba la hoja. Andá a saber. Mi vieja sigue siendo marginal. Tiene un solo laburo de limpieza hace algo de un año y nunca sabemos cuánto le va a durar. Ya pasó los 40 y es muy joven como para jubilarse, pero grande como para encontrar un laburo fijo. Gracias a la asignación que cobra de los dos más chicos, sumada al laburito, la miseria no es tan espantosa como la de mi infancia en los 90. Las hermanas más grandes nos independizamos hace ya mucho, entonces ayudamos a los más chicos. Ellos no tienen la vida que nosotros, no salen a pedir y pueden ir al colegio con útiles comprados, no esos lápices de porquería que a nosotros nos daba el gobierno y que los pasabas por la hoja y no pintaban. Siempre hay que darle una mano a mi vieja con los trámites de la asignación, porque a ella le explican, pero no entiende. Cuando sos marginal, como mi vieja, aceptás que tu único futuro es la pobreza. No te interesa tener nada porque estás segurísimo de que nunca vas a poder tener nada. A los ricos los mirás con bronca, son unos miserables que no te dan nada, ni trabajo. A mi vieja nunca le dieron ni trabajo. En cambio, cuando sos pobre, lo que te salva de caer en la marginalidad, es la esperanza de salir de esa pobreza. Es muy dificultoso, porque labures de lo que labures, empezás ganando muy poco, y tenés muchas, pero muchas necesidades para cubrir. Además, siempre tenés en la familia alguien que está peor, y ayudás. En lo poco que podés ayudás. Entonces todo crecimiento se hace más lento, porque le comprás zapatillas a tu nene, pero no podés dejar de comprarle a tu hermanita. Y mi hermana vuelve a cenar el mate cocido con un mignoncito, para comprarle una campera buena a la más chica. Entonces sos sostén tuyo y de tu familia, porque sos pobre, pero tu vieja es marginal y sabés que no va a conseguir laburo. Ni siquiera uno de limpieza como el de mi hermana, o en geriatría, como yo. No es lo mismo ser marginal que ser pobre: el mundo es de un color distinto. Cuando sos pobre sentís, sabés, la gente te dice constantemente que si te esforzás mucho vas a salir adelante. Mi vieja es marginal, no espera nada del mundo. Sabe, siente, percibe que el mundo es de los otros. Tiene una capacidad cognitiva bajísima y tiene mal aspecto: la gente no le dice nada y si le dijeran, no entiende. Cuando sos pobre y venís de familia pobre, no marginal, aunque no lo creas ya tenés un montón de ventajas. Tenés otra forma de ver la vida de entrada: son tus propios padres los que te dicen que con esfuerzo vas a lograrlo. Y salís, por supuesto con muchísimo esfuerzo, pero tarde o temprano salís adelante. Con ganar un buen sueldo ya vivís mejor, cubrís tus necesidades y vas mejorando, poco a poco, tus posibilidades. Una vez leí, en esta carrera que estudio con la esperanza de descubrir cómo hacer que los marginales puedan llegar a ser pobres y que los pobres dejen de serlo, una frase que me voló la cabeza. La frase dice “la diferencia entre un marginal y un pobre es que el pobre tiene claro su lugar en el mundo”. El que lo escribió lo hizo, claro, analizando desde afuera. Pero no le erra. El beneficio de ser pobres es que entendés rápido que tenés que adaptarte al medio para sobrevivir. A un marginal como mi vieja, le expliques como le expliques, no lo entiende. Cuando los leo odiando a ciertos pibes porque sus padres o ustedes mismos fueron pobres y salieron adelante, no puedo ponerme a explicarles esto de que ser pobre es infinitamente menos malo que ser marginal. Es muy largo, es muy complejo, y además no sé si me van a querer escuchar. Por eso estudio ciencia política y por eso estoy segura de que mi hermana estudia para maestra. Para poder explicarles mejor a los marginales, a los pobres y a los que no entienden por qué los pobres siguen siendo pobres. Igual sabemos que estudiemos lo que estudiemos hay gente que no nos va a querer escuchar. Hay gente que no es marginal, pero igual le explicás, y no entiende.

Fuente.

Confesiones de una antiaborto




La vida de los que estamos en contra del aborto, también se cruza con los abortos clandestinos. Y todo puede volverse, de un momento a otro, una película de drama y terror que parece no terminar nunca.

Acá, en mi barrio de clase baja, por lo general, se condena al aborto. No sólo al aborto, también a la abortista. Y los antiaborto, sin importar la clase social, solemos tener una postura en la esfera pública, aunque en el ámbito privado la cosa se mida con otra vara. Como la madre católica provida que si la hija adolescente se embaraza la lleva de las pestañas a abortar, o como el político este que condena públicamente el aborto pero que intentó presionar a su novia para que interrumpa el embarazo. Es horrible verlo, pero también entro yo en esta bolsa del horror. 

Un día, en mi entorno ocurrió algo terrible. Una de mis mejores amigas me escribe llorando: estaba embarazada y no lo quería tener. Igual de pobre que yo, había terminado como pudo la secundaria, trabajando en casitas de fiestas para no pedirle mucho a sus padres, y esperaba ansiosa su ingreso a la carrera. Ella quería seguir con su vida normal, no quería estar embarazada. Recalco: no es que no quería “ser madre”, porque la propuesta de “tenelo y dalo en adopción” que le hizo una compañera, ni siquiera la consideró. Quería dejar de estar embarazada y volver a su vida normal.

Esos días fueron de los más horribles de mi vida adulta. Sí, de la mía, porque a ella esta decisión no la afectó en casi nada, y a mí, en cambio, me dejó traumada por años. Lloramos muchísimo las dos. Ella me dijo que le daba vergüenza contarme, que sentía que me iba a desilusionar. Me decía que ella siempre había querido que yo esté orgullosa de ella y que sabía lo que iba a ser todo eso para mí. Ella lloraba más por mi dolor, que por el de ella. Soy algo sobreprotectora con la gente que quiero y por eso todo este sentimentalismo.

Ximena, así la vamos a llamar, consiguió el nombre de una pastilla que te hacía “perder el embarazo” y como yo trabajaba para un médico (le cuidaba a su mamá) caí al laburo con los tapones de punta. Le dije la verdad. Tengo una amiga, tiene 18, está embarazada. Me dijo que él no hacía abortos, que conocía a un médico que sí. Llamé y cobraba catorce mil pesos. No hubiéramos juntado esa plata ni con meses de laburo de las dos, y en estos casos, no podés dejar pasar los días. Lloré desconsolada en su escritorio (el de mi jefe) y me dijo “Es ilegal, se te puede morir o terminar presa. Por favor, piénsenlo bien”. No me habló desde la superioridad moral ni de clase, me habló desde la realidad.

“Se te puede morir o terminar presa”.

“Se te puede morir”.

Me fui a mi casa con eso. Esa mañana, con Ximena nos reunimos de nuevo en un café del centro y ella seguía firme. Le expliqué todo lo que me había dicho mi jefe y no importaban las opciones que imagináramos: ella quería terminar con ese embarazo a toda costa. 

Tuvimos que conseguir un lugar. Yo todavía vivía en la villa, el baño quedaba afuera del rancho, a varios metros, y era un inodoro clavado en la tierra y rodeado de cuatro chapas, sin techo. Hacerlo ahí hubiera sido la locura. En la casa de ella no se podía porque aun vivía con los padres. Una vez resuelto el lugar, fuimos a una farmacia. Nos vendieron la pastilla. Nos había costado juntar esa plata, creo que eran seiscientos pesos, ni una vigésima parte de lo que costaba un aborto en una clínica.

A la noche, en mi trabajo, mi jefe me pregunta “cómo está tu amiga”. Le conté todo lo que habíamos pensado y lo que habíamos conseguido en la farmacia. Me aconsejó como médico. Me explicó cómo prevenir una hemorragia. Me explico cómo prevenir una infección.

Salgo del laburo a la mañana y voy para el lugar que habíamos conseguido. Hacemos el procedimiento y unas horas después, Ximena pierde el embarazo. Lloraba. Yo también. Ella de alivio, yo de dolor. A mi jefe, que esa noche nuevamente me pregunta cómo estaba Ximena, le cuento todo. Me explicó qué estudios tenía que hacerse para controlar que no quede nada, que no se genere infección, que no se le lastime el útero. Fuimos a la mañana siguiente al hospital para controlar todo eso, y fingimos por supuesto, que el aborto había sido espontáneo. El terror de ser descubiertas y terminar presas hizo que esa ¿media hora? se sintiera como una eternidad.

Hay quienes dicen que el reclamo por el aborto legal es de minas de clase media, que lo hacen en nombre de la clase baja. Yo decía y pensaba eso. Y un poco es así. Y está bien que sea así. Las pibas reclaman por el derecho de las de clase baja, y con toda razón: son las chicas como Ximena las que pueden morirse en cualquier momento. Esas pibas de clase media podrían estar en su casa mirando Netflix, pero saben, por experiencia o por empatía, lo horrible que es un embarazo no deseado y la desesperación por terminar con el mismo. Las pibas de clase media reclaman en nombre de las de clase baja que no pueden gritar su deseo de abortar, porque acá, por gente como yo, se condena al aborto y a la abortista. Y si la piba pobre que desea abortar siente que su entorno la va a condenar, se la rebusca sola. Y lo hará de cualquier manera. Lo vi en Ximena. 

Una chica ante la desesperación por no cargar con un embarazo, está dispuesta a mandarse una aguja de tejer, una percha desarmada, una rama con perejil en la punta, un té de eucalipto que lo único que le va a dar es la diarrea de su vida o cualquier otro método casero. Va a tener que rogar, además, que la suerte esté de su lado, que la hemorragia no sea mortal, que la infección sea curable. Esa piba va a abortar aunque le digas que puede dar al bebé en adopción, porque lo que no quiere es vivir ese embarazo. Aunque le hagas sentir vergüenza por haber fallado, por haber cedido a una relación sexual sin protección o incluso, por haber quedado embarazada por factores externos a ella, como es la falla de un anticonceptivo. Aunque le digas asesina, abortera, hacete cargo. Aunque le digas todas las barbaridades que se te ocurran.

Mis creencias, rígidas y egoístas, sólo contemplan mi forma de ver el mundo, la concepción, la responsabilidad y la maternidad. Ximena me buscó porque supo que antes de ser antiaborto —mucho antes— soy amiga de mis amigas, pero el resto de las pibas no lo sabe. Porque cuando una es antiaborto se vuelve policía moral de la vida y el cuerpo de las otras.

No hubo manera de que yo logre deconstruir esto que siento por el aborto, aunque vivir todo esto me convenció de una cosa: hay que luchar por la despenalización del aborto, porque es algo que nos va a beneficiar a todos.

Si el aborto se despenaliza, y más aún, si se garantiza el acceso público y gratuito al mismo como un derecho más de la salud sexual de la mujer, las pibas van a dejar de tener vergüenza, dolor y miedo de morirse. No van a tener que llamar a otras mujeres para que las socorran, porque van a asistir a un hospital en el que se les da un medicamento y ahí termina todo. Sin que la gente como yo se entere, sufra y se horrorice, van a poder interrumpir ese embarazo que no están preparadas para afrontar, que las sumerge en un estado de desesperación que pone en riesgo su vida y su integridad física. Y los antiaborto también vamos a ser beneficiados, porque no vamos a tener que andar por la vida siendo tan cínicos, condenando el aborto de la boca para afuera y justificándolo cuando de nuestro entorno se trata.

Sé que yo no aborté ni abortaría, y también sé que la que quiere abortar, lo hará cómo sea. Y sé que no quiero ese infierno para nadie. Ni el mío, ese infierno de la culpa posterior por haber ayudado, ni el de Ximena, ese del miedo de morirse desangrada.

Si el aborto se despenaliza, las minas como Ximena ya no van a tener que pasar por el horror y la humillación de pedir ayuda en la clandestinidad. Y las minas como yo, podremos meternos nuestra moral en donde tiene que estar: nuestra propia vida

5 jul 2018

Reformas ortográficas para el futuro


La Real Academia de la Lengua dará a conocer próximamente la reforma modelo 2020 de la ortografía española que tiene como objetivo unificar el español como lengua universal de los hispanoparlantes. Me han mandado, con carácter exclusivo, un documento reservado que revela cómo se llevará a cabo dicha reforma. Será, pues, una enmienda paulatina, que entrará en vigor poco a poco, para evitar confusiones.

La reforma hará mucho más simple el castellano de todos los días, pondrá fin a los problemas de ortografía que tienden trampas a futbolistas, abogados y arquitectos de otros países, especialmente los iberoamericanos, y hará que nos entendamos de manera universal quienes hablamos esta noble lengua.

De acuerdo con el expediente secreto, la reforma se introducirá en las siguientes etapas anuales:

Supresión de las diferencias entre c, q y k.- Komo despegue del plan, todo sonido parecido al de la k (este fonema tiene su definición téknika lingüístika, pero konfundiría mucho si la mencionamos akí) será asumido por esta letra. En adelante, pues, se eskribirá kasa, keso, Kijote.

También se simplifikará el sonido de la c y la z para igualarnos a nuestros hermanos hispanoamericanos que convierten todas estas letras en un úniko fonema s. Kon lo kual sobrarán la c y la z: "el sapato de Sesilia es asul."

Por otro lado, desapareserá la doble c y será reemplasada por x: "Tuve un axidente en la Avenida Oxidental". Grasias a esta modifikasión los españoles no tendrán ventajas ortográfikas frente a otros pueblos hispanoparlantes por su estraña pronunsiasión de siertas letras.

Así mismo, se funden la b kon la v; ya que no existe en español diferensia alguna entre el sonido de la b larga y la v chikita. Por lo kual, a partir del segundo año, desapareserá la v y beremos kómo bastará con la b para ke bibamos felises y kontentos.

Pasa lo mismo kon la elle y la ye. Todo se eskribirá con y: "Yébeme de paseo a Sebiya, señor Biyar". Esta integrasión probokará agradesimiento general de kienes hablan kasteyano, desde Balensia hasta Bolibia. Toda b será de baka, toda b será de burro.

La hache, kuya presensia es fantasma en nuestra lengua, kedará suprimida por kompleto: así, ablaremos de abichuelas o alkool.

A partir del tercer año de esta implantación, y para mayor konsistensia, todo sonido de erre se eskribirá con doble r: "Rroberto me rregaló una rradio".

No tendremos ke pensar kómo se eskribe sanaoria, y se akabarán esas complikadas y umiyantes distinsiones entre "echo" y "hecho". Ya no abrá ke desperdisiar más oras de estudio en semejante kuestión ke nos tenía artos.

Para ebitar otros problemas ortográfikos se fusionan la g y la j, para que así jitano se eskriba komo jirafa y geranio komo jefe.Aora todo ba con jota: "El jeneral jestionó la jerensia". No ay duda de ke esta sensiya modifikasión ará que ablemos y eskribamos todos con más rregularidad y más rrápido rritmo.

Orrible kalamidad del kastellano, en jeneral, son las tildes o asentos. Esta sancadiya kotidiana jenerara una axion desisiba en la rreforma; aremos komo el ingles, que a triunfado unibersalmente sin tildes. Kedaran ellas kanseladas desde el kuarto año, y abran de ser el sentido komun y la intelijensia kayejera los ke digan a ke se rrefiere kada bocablo. Berbigrasia: "Komo komo komo komo!"

Las konsonantes st, ps o pt juntas kedaran komo simples t o s, kon el fin de aprosimarnos lo masimo posible a la pronunsiasion iberoamerikana. Kon el kambio anterior diremos ke etas propuetas osionales etan detinadas a mejorar ete etado konfuso de la lengua.

Tambien seran proibidas siertas konsonantes finales ke inkomodan y poko ayudan al siudadano. Asi, se dira: "ke ora es en tu relo?", "As un ueko en la pare" y "La mita de los aorros son de agusti". Entre eyas, se suprimiran las eses de los plurales, de manera que diremos "la mujere" o "lo ombre".

Despues yegara la eliminasion de la d del partisipio pasao y kanselasion de lo artikulo.- El uso a impueto ke no se diga ya "bailado" sino "bailao", "erbido" sino "erbio" y "benido" sino "benio". Kabibajo asetaremo eta kotumbre bulgar, ya ke el pueblo yano manda, al fin y al kabo; dede el kinto año kedaran suprimia esa de interbokalika ke la jente no pronunsia. Adema, y konsiderando ke el latin no tenia artikulo y nosotro no debemo imbentar kosa que nuetro padre latin rrechasaba, kateyano karesera de artikulo. Sera poko enrredao en prinsipio, y ablaremo komo fubolita yugolabo, pero depue todo etranjero beran ke tarea de aprender nuebo idioma rresultan ma fasile. Profesore terminaran benerando akademiko ke an desidio aser rreformas klabes para ke sere umano ke bibimo en nasione ispanoablante gosemo berdaderamente del idioma de Serbante y Kebedo.

Eso si: nunka asetaremo ke potensia etranjera token kabeyo de letra eñe.

Eñe rrepresenta balore ma elebado de tradision ispanika y primero kaeremo mueto ante ke asetar bejasione a simbolo ke a sio korason bibifikante de istoria kastisa epañola unibersa.

(Remitido en su día por J. R. T. L.)

(Agradecimiento : Augusto Gómez Serrano, de Bogotá, me dio el nombre del autor)

Ñ

(Daniel Samper Pizano - Reformas ortográficas Publicado en El Carrusel de El Tiempo.com https://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-942802)
Fuente:https://www.grijalvo.com/articulos/l_es_fubolita_yugolabo.htm
(pequeña modificación de LH)