Bueno, esto no es ni del todo gracioso ni del todo instructivo, pero peores cosas he visto.
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9 nov 2015
24 jul 2015
Chiste TocToc
—Toc Toc
—Quién es?
—Es el TOC, una y otra vez.
[fin del chiste, no hay aplausos porque es un chiste que me hice a mí mismo]
—¿TOC quién?
—El chiste ya terminó.
—No, el chiste de "Toc toc" es «'Toctoc'; 'Quién es'; 'Don, soy el Algo'; 'El algo qué?' 'El Algodón'» y badùm tss.
—Pero éste no era realmente un chiste*, el Toctoc era el TOC que viene y no se va, se reitera**, y ya. Es más un relato con moraleja que otra cosa.
—Moralhoja.
—No estás escribiendo esto en papel, no jodas.
—No jodás.
—No, vos no jodás.
—Yo no jodo, es más, soy un aburrido, sólo te digo que tu voseo está algo oxidado.
—¿Querés que te pegue guantazo con herradura dentro?
—OK, KO.***
*Éste no es un chiste ni tampoco es un poema, aunque no le tema.
**(la esposa del Tero se ríe, aunque poco y por obligación).
***Semifinalista al palíndromo más corto del mundo. Pero la caída fue verdadera, por eso no hubo continuación.
—Quién es?
—Es el TOC, una y otra vez.
[fin del chiste, no hay aplausos porque es un chiste que me hice a mí mismo]
—¿TOC quién?
—El chiste ya terminó.
—No, el chiste de "Toc toc" es «'Toctoc'; 'Quién es'; 'Don, soy el Algo'; 'El algo qué?' 'El Algodón'» y badùm tss.
—Pero éste no era realmente un chiste*, el Toctoc era el TOC que viene y no se va, se reitera**, y ya. Es más un relato con moraleja que otra cosa.
—Moralhoja.
—No estás escribiendo esto en papel, no jodas.
—No jodás.
—No, vos no jodás.
—Yo no jodo, es más, soy un aburrido, sólo te digo que tu voseo está algo oxidado.
—¿Querés que te pegue guantazo con herradura dentro?
—OK, KO.***
*Éste no es un chiste ni tampoco es un poema, aunque no le tema.
**(la esposa del Tero se ríe, aunque poco y por obligación).
***Semifinalista al palíndromo más corto del mundo. Pero la caída fue verdadera, por eso no hubo continuación.
12 jun 2015
Mi voto va para...
He aquí el texto del discurso:
"Señores:
"Aspiro a ser diputado, porque aspiro a robar en grande y a `acomodarme' mejor.
"Mi finalidad no es salvar al país de la ruina en la que lo han hundido las anteriores administraciones de compinches sinvergüenzas; no, señores, no es ese mi elemental propósito, sino que, íntima y ardorosamente, deseo contribuir al trabajo de saqueo con que se vacían las arcas del Estado, aspiración noble que ustedes tienen que comprender es la más intensa y efectiva que guarda el corazón de todo hombre que se presenta a candidato a diputado.
"Robar no es fácil, señores. Para robar se necesitan determinadas condiciones que creo no tienen mis rivales. Ante todo, se necesita ser un cínico perfecto, y yo lo soy, no lo duden, señores. En segundo término, se necesita ser un traidor, y yo también lo soy, señores. Saber venderse oportunamente, no desvergonzadamente, sino "evolutivamente". Me permito el lujo de inventar el término que será un sustitutivo de traición, sobre todo necesario en estos tiempos en que vender el país al mejor postor es un trabajo arduo e ímprobo, porque tengo entendido, caballeros, que nuestra posición, es decir, la posición del país no encuentra postor ni por un plato de lentejas en el actual momento histórico y trascendental. Y créanme, señores, yo seré un ladrón, pero antes de vender el país por un plato de lentejas, créanlo..., prefiero ser honrado. Abarquen la magnitud de mi sacrificio y se darán cuenta de que soy un perfecto candidato a diputado.
"Cierto es que quiero robar, pero ¿quién no quiere robar? Díganme ustedes quién es el desfachatado que en estos momentos de confusión no quiere robar. Si ese hombre honrado existe, yo me dejo crucificar. Mis camaradas también quieren robar, es cierto, pero no saben robar. Venderán al país por una bicoca, y eso es injusto. Yo venderé a mi patria, pero bien vendida. Ustedes saben que las arcas del Estado están enjutas, es decir, que no tienen un mal cobre para satisfacer la deuda externa; pues bien, yo remataré al país en cien mensualidades, de Ushuaia hasta el Chaco boliviano, y no sólo traficaré el Estado, sino que me acomodaré con comerciantes, con falsificadores de alimentos, con concesionarios; adquiriré armas inofensivas para el Estado, lo cual es un medio más eficaz de evitar la guerra que teniendo armas de ofensiva efectiva, le regatearé el pienso al caballo del comisario y el bodrio al habitante de la cárcel, y carteles, impuestos a las moscas y a los perros, ladrillos y adoquines... ¡Lo que no robaré yo, señores! ¿Qué es lo que no robaré?, díganme ustedes. Y si ustedes son capaces de enumerarme una sola materia en la cual yo no sea capaz de robar, renuncio "ipso facto" a mi candidatura...
Roberto Arlt, Aguafuertes porteñas. (fragmento)
24 abr 2013
CHISTESSSSS!!!
+ + +
Cosas que hacer para no aburrirte en un Supermercado :
1 Consigue 24 cajas de condones y colócalas al azar en los carritos de la gente cuando no miren.
2 Haz un rastro con salsa de tomate camino hacia los baños.
3 Mira fijamente una cámara de seguridad mientras la usas de espejo y te metes el dedo en la nariz.
4 Mira fijamente los Cuchillos mientras le preguntas a un empleado donde están los antidepresivos.
5 Camina por el supermercado sospechosamente mientras vas tarareando la canción de Freddy Krueger (1 , 2 Freddy viene por ti ...)
6 Cuando se te acerque un empleado y te pregunte si te puedo ayudar empieza a llorar y grita : ¿Por que no me dejan en paaaaz?
7 Cuando oigas un anuncio a través del micrófono ponte en posición Fetal mientras gritas "OTRA VEZ LAS VOCES!!!
8 Escóndete en el área de abrigos y cuando la gente eche un vistazo grita "LLEVAME AMI , LLEVAME CONTIGO".
9 ENTRA a un probador de ropa y grita "NO HAY PAPEEEEL".
1 Consigue 24 cajas de condones y colócalas al azar en los carritos de la gente cuando no miren.
2 Haz un rastro con salsa de tomate camino hacia los baños.
3 Mira fijamente una cámara de seguridad mientras la usas de espejo y te metes el dedo en la nariz.
4 Mira fijamente los Cuchillos mientras le preguntas a un empleado donde están los antidepresivos.
5 Camina por el supermercado sospechosamente mientras vas tarareando la canción de Freddy Krueger (1 , 2 Freddy viene por ti ...)
6 Cuando se te acerque un empleado y te pregunte si te puedo ayudar empieza a llorar y grita : ¿Por que no me dejan en paaaaz?
7 Cuando oigas un anuncio a través del micrófono ponte en posición Fetal mientras gritas "OTRA VEZ LAS VOCES!!!
8 Escóndete en el área de abrigos y cuando la gente eche un vistazo grita "LLEVAME AMI , LLEVAME CONTIGO".
9 ENTRA a un probador de ropa y grita "NO HAY PAPEEEEL".
*_* - Llega un tío a un banquete de etiqueta con protocolo y todo eso, y en medio de la comida le asalta un dolor de estómago terrible.
Al ver que no puede más decide tirarse un pedo, y para disimular según se lo tira, tose, pero le sale un gargajo y le empieza a picar la garganta. Así que el tío estornuda, con tan mala suerte que le quedan 2 velas colgando de la nariz, de unos 5 centímetros cada una.
El tío, nerviosísimo por la situación, decide sorberlas, pero le da tanto asco que va y vomita encima del plato. Es justo en ese momento cuando se levanta el anfitrión y le dice:
- ¿Qué, con las orejas no sabe hacer nada?
Al ver que no puede más decide tirarse un pedo, y para disimular según se lo tira, tose, pero le sale un gargajo y le empieza a picar la garganta. Así que el tío estornuda, con tan mala suerte que le quedan 2 velas colgando de la nariz, de unos 5 centímetros cada una.
El tío, nerviosísimo por la situación, decide sorberlas, pero le da tanto asco que va y vomita encima del plato. Es justo en ese momento cuando se levanta el anfitrión y le dice:
- ¿Qué, con las orejas no sabe hacer nada?
El capitán de un barco que se hunde grita desesperadamente:
- ¿Hay alguien a bordo que sepa rezar con devoción?
- Sí, yo, responde un pasajero.
A lo que el capitán dice:
- ¡Perfecto, porque nos falta un chaleco salvavidas!
- ¿Hay alguien a bordo que sepa rezar con devoción?
- Sí, yo, responde un pasajero.
A lo que el capitán dice:
- ¡Perfecto, porque nos falta un chaleco salvavidas!
+ + +
Un joven quería comprarle un regalo a su novia para su cumpleaños. Tenía poco tiempo de conocer a su novia y luego de pensarlo muy bien, decidió que un par de guantes era muy buen regalo, pues sería un poco romántico sin ser muy personal.
La hermana de la novia lo acompañó al almacén a escogerlos. El joven compró unos guantes blancos y su cuñada aprovechó que estaba en el Centro comercial y decidió comprar unos calzones que le hacían falta. Cuando llegó la hora de envolver el regalo, la vendedora se equivocó y envolvió los calzones en vez de los guantes. Sin revisar el contenido del paquete, el joven envió el regalo a su novia con la siguiente nota:
"Escogí estos porque he notado que no usas nada cuando salimos por la noche; si no hubiera sido por tu hermana, hubiera escogido los largos con botones, pero ella se probó estos cortos que son más fáciles de quitar. Quería escoger una tonalidad mas delicada, pero la vendedora me mostró los que ella usa; no se los había cambiado en tres semanas y no se le nota para nada la mugre. Le pedí a la vendedora que se probara estos que compré para tí y en verdad se veían muy bien.
Quisiera estar contigo para ponértelos por primera vez; no tengo duda de que otras manos los tocarán antes de que los vuelva a ver. Cuando te los quites, recuerda soplarlos antes de guardarlos pues es natural que cojan un poquito de humedad. Sólo puedo pensar en cuántas veces los voy a besar durante los próximos meses; espero que los uses para mi el próximo viernes por la noche. Recibe todo mi amor.
P.D. La última moda es usarlos doblándolos un poquito hacia arriba para que se vea el peluche".
La hermana de la novia lo acompañó al almacén a escogerlos. El joven compró unos guantes blancos y su cuñada aprovechó que estaba en el Centro comercial y decidió comprar unos calzones que le hacían falta. Cuando llegó la hora de envolver el regalo, la vendedora se equivocó y envolvió los calzones en vez de los guantes. Sin revisar el contenido del paquete, el joven envió el regalo a su novia con la siguiente nota:
"Escogí estos porque he notado que no usas nada cuando salimos por la noche; si no hubiera sido por tu hermana, hubiera escogido los largos con botones, pero ella se probó estos cortos que son más fáciles de quitar. Quería escoger una tonalidad mas delicada, pero la vendedora me mostró los que ella usa; no se los había cambiado en tres semanas y no se le nota para nada la mugre. Le pedí a la vendedora que se probara estos que compré para tí y en verdad se veían muy bien.
Quisiera estar contigo para ponértelos por primera vez; no tengo duda de que otras manos los tocarán antes de que los vuelva a ver. Cuando te los quites, recuerda soplarlos antes de guardarlos pues es natural que cojan un poquito de humedad. Sólo puedo pensar en cuántas veces los voy a besar durante los próximos meses; espero que los uses para mi el próximo viernes por la noche. Recibe todo mi amor.
P.D. La última moda es usarlos doblándolos un poquito hacia arriba para que se vea el peluche".
+ + +
La profesora interviene en una discusión entre dos alumnos:
-Jaimito, ¿cuál es el problema?
-Es que soy demasiado inteligente para estar en el primer grado. Mi hermana está en tercero y yo soy más inteligente que ella. ¡Yo quiero ir para el tercero también!
La profesora ve que no puede resolver el problema y lo manda para la dirección. Mientras Jaimito esperaba en la antesala, la profesora le explica la situación al director. Éste le promete hacerle un test al muchacho, que seguro no conseguirá responder a todas las preguntas, y así accederá a continuar en el primer grado.
Ya de acuerdo ambos, hacen pasar al alumno y le hacen la propuesta del test que él acepta. Inicia entonces las preguntas el Director:
-A ver Jaimito, ¿Cuánto es 3 por 3?
-"9"-.
-¿Y cuánto es 6 veces 6?
-"36"-.
El director continúa por casi una hora, con la batería de preguntas que sólo un excelente alumno de tercer grado debe conocer y Jaimito no comete ningún error. Ante la evidente inteligencia del menor, el Director dice a la profesora:
-Creo que tendremos que pasarlo al tercer grado.
La profesora no muy segura, pregunta:
- ¿Puedo hacerle yo unas preguntas también?
El director y Jaimito asienten.
Inicia entonces la profesora:
-¿Qué tiene la vaca 4 y yo sólo dos?
-Las piernas, responde Jaimito sin dudar...
-¿Qué tienes en tus pantalones, que no hay en los míos?
El director se ajusta los lentes, y se prepara para interrumpir...
-Los bolsillos, responde el niño.
-¿Qué entra al centro de las mujeres y solo detrás del "hombre"?
Estupefacto, el director contiene la respiración...
-La letra "E", responde el alumno.
-¿Y dónde las mujeres tienen el pelo más crespo?
El director hace una mueca de asombro..
En África, responde Jaimito sin dudar.
¿Qué es blando, y en las manos de una mujer se torna duro?
Al director se le cruzan los ojos.
-El esmalte de uñas, profe... contesta Jaimito.
-¿Qué tienen las mujeres en medio de las piernas?
El Director no lo puede creer...
-Las rodillas, responde Jaimito al instante.
-¿Y qué tiene una mujer casada más ancha que una soltera?
-La cama.
-¿Qué palabra comienza con la letra C, termina con la letra O, es arrugado y todos lo tenemos atrás?
El director empieza a sudar frío...
-El codo, profesora.
-¿Y qué empieza con C tiene un hueco y yo se lo di a varias personas para que gozaran?
El director se tapa la cara...
-Un CD.
El director, ya mareado de la presión les interrumpe y le dice a la profesora:
-Mire, póngame al niñito ese en sexto grado... ¡Yo mismo acabo de fallar todas las respuestas!!!
-Jaimito, ¿cuál es el problema?
-Es que soy demasiado inteligente para estar en el primer grado. Mi hermana está en tercero y yo soy más inteligente que ella. ¡Yo quiero ir para el tercero también!
La profesora ve que no puede resolver el problema y lo manda para la dirección. Mientras Jaimito esperaba en la antesala, la profesora le explica la situación al director. Éste le promete hacerle un test al muchacho, que seguro no conseguirá responder a todas las preguntas, y así accederá a continuar en el primer grado.
Ya de acuerdo ambos, hacen pasar al alumno y le hacen la propuesta del test que él acepta. Inicia entonces las preguntas el Director:
-A ver Jaimito, ¿Cuánto es 3 por 3?
-"9"-.
-¿Y cuánto es 6 veces 6?
-"36"-.
El director continúa por casi una hora, con la batería de preguntas que sólo un excelente alumno de tercer grado debe conocer y Jaimito no comete ningún error. Ante la evidente inteligencia del menor, el Director dice a la profesora:
-Creo que tendremos que pasarlo al tercer grado.
La profesora no muy segura, pregunta:
- ¿Puedo hacerle yo unas preguntas también?
El director y Jaimito asienten.
Inicia entonces la profesora:
-¿Qué tiene la vaca 4 y yo sólo dos?
-Las piernas, responde Jaimito sin dudar...
-¿Qué tienes en tus pantalones, que no hay en los míos?
El director se ajusta los lentes, y se prepara para interrumpir...
-Los bolsillos, responde el niño.
-¿Qué entra al centro de las mujeres y solo detrás del "hombre"?
Estupefacto, el director contiene la respiración...
-La letra "E", responde el alumno.
-¿Y dónde las mujeres tienen el pelo más crespo?
El director hace una mueca de asombro..
En África, responde Jaimito sin dudar.
¿Qué es blando, y en las manos de una mujer se torna duro?
Al director se le cruzan los ojos.
-El esmalte de uñas, profe... contesta Jaimito.
-¿Qué tienen las mujeres en medio de las piernas?
El Director no lo puede creer...
-Las rodillas, responde Jaimito al instante.
-¿Y qué tiene una mujer casada más ancha que una soltera?
-La cama.
-¿Qué palabra comienza con la letra C, termina con la letra O, es arrugado y todos lo tenemos atrás?
El director empieza a sudar frío...
-El codo, profesora.
-¿Y qué empieza con C tiene un hueco y yo se lo di a varias personas para que gozaran?
El director se tapa la cara...
-Un CD.
El director, ya mareado de la presión les interrumpe y le dice a la profesora:
-Mire, póngame al niñito ese en sexto grado... ¡Yo mismo acabo de fallar todas las respuestas!!!
- Padre he pecado... Estaba con mi novia, ella sola, yo solo, la casa sola y pasó lo que tenía que pasar.. Luego con mi Suegra, ella sola, yo solo, la casa sola y pasó lo que tenía que pasar.. Y eso no es nada padre, con mi Vecina también, ella sola, yo solo, la casa sola y pasó lo que tenía que pasar.
(sale el padre corriendo.!)
- Padre ¿pero a dónde va?
- ¿Y aún me lo preguntas? Yo solo, tu solo, la iglesia sola...
Un señor que va en coche y se percata de que está perdido, maniobra y pregunta a alguien en la calle:
– ¡Disculpe!, ¿podría usted ayudarme? He quedado a las 2:00 con un amigo, llevo media hora de retraso y no sé dónde me encuentro!
– Claro que sí –le contesta–. Se encuentra usted en un coche, a unos 7 Km del centro de la ciudad, entre 40 y 42 grados de latitud norte y 58 y 60 de longitud oeste.
– Es usted ingeniero, ¿verdad? – dice el del coche
– Sí señor, lo soy. ¿Cómo lo ha adivinado?
– Muy sencillo, porque todo lo que me ha dicho es "técnicamente correcto", pero "prácticamente inútil": continúo perdido, llegaré tarde y no sé qué hacer con su información.
– Usted es político, ¿verdad? –pregunta el de la calle.
– En efecto –responde orgulloso el del coche– ¿cómo lo ha sabido?
– Porque no sabe dónde está ni hacia dónde se dirige, ha hecho una promesa que no puede cumplir y espera que otro le resuelva el problema. De hecho, está usted exactamente en la misma situación que estaba antes de preguntarme, pero ahora, por alguna extraña razón, parece que la culpa es mía...
– ¡Disculpe!, ¿podría usted ayudarme? He quedado a las 2:00 con un amigo, llevo media hora de retraso y no sé dónde me encuentro!
– Claro que sí –le contesta–. Se encuentra usted en un coche, a unos 7 Km del centro de la ciudad, entre 40 y 42 grados de latitud norte y 58 y 60 de longitud oeste.
– Es usted ingeniero, ¿verdad? – dice el del coche
– Sí señor, lo soy. ¿Cómo lo ha adivinado?
– Muy sencillo, porque todo lo que me ha dicho es "técnicamente correcto", pero "prácticamente inútil": continúo perdido, llegaré tarde y no sé qué hacer con su información.
– Usted es político, ¿verdad? –pregunta el de la calle.
– En efecto –responde orgulloso el del coche– ¿cómo lo ha sabido?
– Porque no sabe dónde está ni hacia dónde se dirige, ha hecho una promesa que no puede cumplir y espera que otro le resuelva el problema. De hecho, está usted exactamente en la misma situación que estaba antes de preguntarme, pero ahora, por alguna extraña razón, parece que la culpa es mía...
El hombre pensó que no tenía nada que perder, entonces llenó un frasco con orina y fue a la farmacia. Encontró la computadora y puso la muestra de orina dentro de un embudo que había en la máquina; metió 1 euro en la ranura.
La computadora comenzó a hacer ruidos, a encender y apagar varias luces, y después de una pequeña pausa, por una ranura salió un papel impreso:
***Tiene usted hombro de tenista***
***Frote su brazo con agua caliente y sal***
***No haga esfuerzos físicos elevados***
***En 2 semanas va a estar mucho mejor***
El hombre se quedó alucinando, y quiso engañar a la máquina. Probó: mezcló agua del grifo, un poco de caca del perro y un poco de orina de su hija y su mujer. Para terminar, se masturbó y puso su semen en la mezcla. Fue a la farmacia, puso la muestra en la máquina, depositó el euro y después de los sonidos y luces de rigor, la máquina imprimió el siguiente análisis:
**El agua de su casa tiene demasiada cal**
**Instale un descalcificador**
**Su perro tiene parásitos**
**Dele vitamina C y D**
**Su hija es drogadicta**
**Llévela a un centro de rehabilitación**
**Su esposa está embarazada**
**Y no es suyo**
**Consiga un buen abogado**
**Y si no deja de hacerse pajas, sino nunca se le va a curar el hombro!!
+ + +
Un tipo está parado a la orilla de la carretera en medio de una oscura noche pidiendo autostop, a la vez que estaba cayendo una tremenda tormenta. Pasó un tiempo pero nadie se paraba.
La tormenta era tan fuerte que apenas si se alcanzaba a ver a unos 3 metros de distancia. De repente vio como un coche que se acercaba lentamente y que al final se detiene.
El señor sin dudarlo se sube al coche y cierra la puerta, mira y se da cuenta que nadie va conduciendo el coche.
El coche arranca suavemente, mira hacia la carretera y ve que delante hay una curva.
Asustado comienza a rezar. El tipo no ha terminado de salir de su asombro, cuando justo antes de llegar a la curva se abre la puerta del chofer, entra una mano y mueve el volante en la curva.
Paralizado del miedo y sin aliento se aferra con toda su fuerzas al asiento. Inmóvil ve como sucedía lo mismo en cada curva del camino.
La tormenta aumentaba su fuerza, el tipo sacando fuerzas de donde ya no quedaban, se baja del coche y se va corriendo hasta el pueblo más cercano, entra a el bar, pide dos coñacs y temblando aún les empieza a contar a todos lo que le sucedió. Como a la media hora llegan dos tipos todos mojados y le dice uno al otro:
- Mira Juan allá está el sinvergüenza que se subió al coche cuando lo veníamos empujando...
24 sept 2012
Mata a su novio porque le cuenta el final de la película
Le contó el final de Titanic, no soportó enterarse que moría el personaje de Leonardo Di Caprio.
Florencia Reyes, de 24 años, estaba emocionada con poder ver la película de la que tanto le había hablado su madre, y además en 3D. Ya había comprado las entradas para ir con su amado en lo que había imaginado una velada romántica.
Sólo que no contaba conque su novio, Silvio Quijano (27 años al momento de su fallecimiento), le iba a decir que no quería ver el film porque ya sabía que al final se moría Jack Dawson, el personaje encarnado por Di Caprio.
Según declaraciones, después de que la joven mujer asesinó a su novio gritaba a los cuatro vientos que no es de buenas maneras contar el final de una película.
Florencia se encuentra detenida, y espera ser procesada por el crimen cometido. Su madre está considerada como autora intelectual, aunque la misma alega "Yo les dije que vieran una de Stallone".
Florencia Reyes, de 24 años, estaba emocionada con poder ver la película de la que tanto le había hablado su madre, y además en 3D. Ya había comprado las entradas para ir con su amado en lo que había imaginado una velada romántica.
Sólo que no contaba conque su novio, Silvio Quijano (27 años al momento de su fallecimiento), le iba a decir que no quería ver el film porque ya sabía que al final se moría Jack Dawson, el personaje encarnado por Di Caprio.
Según declaraciones, después de que la joven mujer asesinó a su novio gritaba a los cuatro vientos que no es de buenas maneras contar el final de una película.
Florencia se encuentra detenida, y espera ser procesada por el crimen cometido. Su madre está considerada como autora intelectual, aunque la misma alega "Yo les dije que vieran una de Stallone".
18 oct 2011
15 sept 2011
"Puto el que lee esto".
Traigo a colación la célebre frase que se volvió a poner en los ojos del gran público luego del descubrimiento que se hizo del contrato del futbolista Lamela, como salió en Clarín:
+ + +
Los abogados son muy bravos. Uno piensa que detrás de un contrato tan grande las cosas están más que claras. Lo cierto es que el chistoso abogado de la firma que se encargaba del contrato del pase millonario de Lamela a la Roma puso algunas cláusulas de más en la “letra chica” del mismo, agregando frases como “Lamela debe mantener su corte de pelo que lo hace parecido a Cristiano Ronaldo”, “¿Quiere usted agrandar su combo llevándose a Funes Mori?” y finalmente, lo que terminó de enojar al club italiano, un “puto el que lee” y además, una cláusula que culpa de todos los conflictos que puedan surgir a un tal Marcelo (“Agachate y conocelo”). Esto no cancela la venta de Lamela, pero hizo que otros revisen la letra chica de sus contratos, como Ricky Alvarez que encontró en su reciente transacción con el Inter un “Vélez, corrés de local”. Qué barbaridad.

+ + +
La verdad es que el abogado que hizo este contrato merece varios premios.
Lo leí en un baño público en una estación de servicio de la ruta. Eso es literatura. Eso es desafiar al lector y comprometerlo. Si el tipo que escribió eso, seguramente mientras cagaba, con un cortaplumas sobre la puerta del baño, hubiera decidido continuar con su relato, ahí me hubiese tenido a mí como lector consecuente. Eso es un escritor. Pum y a la cabeza. Palo y a la bolsa. El tipo no era, por cierto, un genuflexo dulzón ni un demagogo. "Puto el que lee esto", y a otra cosa. Si te gusta bien y si no también, a otra cosa, mariposa. Hacete cargo y si no, jodete. Hablan de aquel famoso comienzo de Cien años de soledad, la novelita rococó del gran Gabo. "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento..." Mierda. Mierda pura. Esto que yo cuento, que encontré en un baño público, es muy superior y no pertenece seguramente a nadie salido de un taller literario o de un cenáculo de escritores pajeros que se la pasan hablando de Ross Macdonald.
Ojalá se me hubiese ocurrido a mí un comienzo semejante. Ese es el golpe que necesita un lector para quedar inmovilizado. Un buen patadón en los huevos que le quite el aliento y lo paralice. Ahí tenés, escapate ahora, dejá el libro y abandoname si podés. No me muevo bajo la influencia de consejos de maricones como Joyce o el inútil de Tolstoi. Yo sigo la línea marcada por un grande, Carlos Monzón, el fantástico campeón de los medio medianos. Pumba y a la lona. Paf... el piñazo en medio de la jeta y hombre al suelo. Carlitos lo decía claramente, con esa forma tan clara que tenía para hablar. "Para mí el rival es un tipo que le quiere sacar el pan de la boca a mis hijos." Y a un hijo de puta que pretenda eso hay que matarlo, estoy de acuerdo.
El lector no es mi amigo. El lector es alguien que les debe comprar el pan a mis hijos leyendo mis libros.
Así de simple. Todo lo demás es cartón pintado. Entonces no se puede admitir que alguien comience a leer un libro escrito por uno y lo abandone. O que lo hojee en una librería, lea el comienzo, lo cierre y se vaya como el más perfecto de los cobardes. Allí tiene que quedar atrapado, preso, pegoteado. "Puto el que lee esto". Que sienta un golpe en el pecho y se dé por aludido, si tiene dignidad y algo de virilidad en los cojones. "Es un golpe bajo", dirá algún crítico amanerado, de esos que gustan de Graham Greene o Kundera, de los que se masturban con Marguerite Yourcenar, de los que leen Paris Review y están suscriptos en Le Monde Diplomatique. ¡Sí, señor -les contesto-, es un golpe bajo! Y voy a pegarles uno, cien mil golpes bajos, para que me presten atención de una vez por todas.
Hay millones de libros en los estantes, es increíble la cantidad alucinante de pelotudos que escriben hoy por hoy en el mundo y que se suman a los que ya han escrito y escribirán. Y los que han muerto, los cementerios están repletos de literatos. No se contentan con haber saturado sus épocas con sus cuentos, ensayos y novelas, no. Todos aspiraron a la posteridad, todos querían la gloria inmortal, todos nos dejaron los millones de libros repulsivos, polvorientos, descuajeringados, rotosos, encuadernados en telas apolilladas, con punteras de cuero, que aún joden y joden en los estantes de las librerías. Nadie decidió, modesto, incinerarse con sus escritos. Decir: "Me voy con rumbo a la quinta del Ñato y me llevo conmigo todo lo que escribía, no los molesto más con mi producción", no. Ahí están los libros de Molière, de Cervantes, de Mallea, de Corín Tellado, jodiendo, rompiendo las pelotas todavía en las mesas de saldos. Sabios eran los faraones que se enterraban con todo lo que tenían: sus perros, sus esposas, sus caballos, sus joyas, sus armas, sus pergaminos llenos de dibujos pelotudos, todo. Igual ejemplo deberían seguir los escritores cuando emprenden el camino hacia las dos dimensiones, a mirar los rabanitos desde abajo, otra buena frase por cierto. "Me voy, me muero, cagué la fruta -podría ser el postrer anhelo-. Que entierren conmigo mis escritos, mis apuntes, mis poemas, que total yo no estaré allí cuando alguien los recite en voz alta al final de una cena en los boliches." Que los quemen, qué tanto. Es lo que voy a hacer yo, téngalo por seguro, señor lector. Millones de libros, entonces, de escritores importantes y sesudos, de mediocres, tontos y banales, de señoras al pedo que decidían escribir sus consejos para cocinar, para hacer punto cruz, para enseñar cómo forrar una lata de bizcochos.
Pelotudos mayores que dedicaron toda su vida, toda, al estudio exhaustivo de la vida de los caracoles, de los mamboretás, de los canguros, de los caballos enanos. Pensadores que creyeron que no podían abandonar este mundo sin dejar a las generaciones futuras su mensaje de luz y de esclarecimiento. Mecánicos dentales que supusieron urgente plasmar en un libro el porqué de la vital adhesividad de la pasta para las encías, señoras evolucionadas que pensaron que los niños no podrían llegar a desarrollarse sin leer cómo el gnomo Prilimplín vive en una estrella que cuelga de un sicomoro, historiadores que entienden imprescindible comunicar al mundo que el duque de La Rochefoucauld se hacía lavativas estomacales con agua alcanforada tres veces por día para aflojar el vientre, biólogos que se adentran tenazmente en la insondable vida del gusano de seda peruano, que cuando te descuidás te la agarra con la mano.
Allí, a ese mar de palabras, adjetivos, verbos y ditirambos, señores, hay que lanzar el nuevo libro, el nuevo relato, la nueva novela que hemos escrito desde los redaños mismos de nuestros riñones. Allí, a ese interminable mar de volúmenes flacos y gordos, altos y bajos, duros y blandos, hay que arrojar el propio, esperando que sobreviva. Un naufragio de millones y millones de víctimas, manoteando desesperadamente en el oleaje, tratando de atraer la atención del lector desaprensivo, bobo, tarado, que gira en torno a una mesa de saldos o novedades con paso tardío, distraído, pasando apenas la yema de sus dedos innobles sobre la cubierta de los libros, cautivado aquí y allá por una tapa más luminosa, un título más acertado, una faja más prometedora. Finge. El lector finge. Finge erudición y, quizás, interés. Está atento, si es hombre, a la minita que en la mesa vecina hojea frívolamente el último best-seller, a la señora todavía pulposa que parece abismarse en una novedad de autoayuda. Si es mujer, a la faja con el comentario elogioso del gurú de turno. Si es niño, a la musiquita maricona que despide el libro apenas lo abre con sus deditos de enano. Y el libro está solo, feroz y despiadadamente solo entre los tres millones de libros que compiten con él para venderse.
Sabe, con la sabiduría que le da la palabra escrita, que su tiempo es muy corto. Una semana, tal vez. Dos, con suerte. Después, si su reclamo no fue atractivo, si su oferta no resultó seductora, saldrá de la mesa exclusiva de las novedades VIP diríamos, para aterrizar en algún exhibidor alternativo, luego en algún estante olvidado, después en una mesa de saldos y por último, en el húmedo y oscuro depósito de la librería, nicho final para el intento fracasado. Ya vienen otros -le advierten-, vendete bien que ya vienen otros a reemplazarte, a sacarte del lugar, a empujarte hacia el filo de la mesa para que te caigas y te hagas mierda contra el piso alfombrado.
No desaparecerá tu libro, sin embargo, no, tenelo por seguro. Sea como fuere, es un símbolo de la cultura, un icono de la erudición, vale por mil alpargatas, tiene mayor peso específico que una empanada, una corbata o una licuadora. Irá, eso sí, con otros millones, al depósito oscuro y maloliente de la librería. No te extrañe incluso que vuelva un día, como el hijo pródigo, a la misma editorial donde lo hicieron. Y quede allí, al igual que esos residuos radioactivos que deben pasar una eternidad bajo tierra, encerrados en cilindros de baquelita, teflón y plastilina para que no contaminen el ambiente, hasta que puedan convertirse en abono para las macetas de las casas solariegas. De última, reaparecerá de nuevo, Lázaro impreso, en la mano de algún boliviano indocumentado, junto a otros dos libros y una birome, como oferta por única vez y en carácter de exclusividad, a bordo de un ómnibus de línea o un tren suburbano, todo por el irrisorio precio de un peso. Entonces, caballeros, no esperen de mí una lucha limpia. No la esperen. Les voy a pegar abajo, mis amigos, debajo del cinturón, justo a los huevos, les voy a meter los dedos en los ojos y les voy a rozar con mi cabeza la herida abierta de la ceja.
"Puto el que lee esto". John Irving es una mentira, pero al menos no juega a ser repugnante como Bukowski ni atildadamente pederasta como James Baldwin. Y dice algo interesante uno de sus personajes por ahí, creo que en El mundo según Garp: "Por una sola cosa un lector continúa leyendo. Porque quiere saber cómo termina la historia". Buena, John, me gusta eso. Te están contando algo, querido lector, de eso se trata. Tu amigo Chiquito te está contando, por ejemplo en el club, cómo al imbécil de Ernesto le rompieron el culo a patadas cuando se puso pesado con la mujer de Rodríguez. Vos te tenés que ir, porque tenés que trabajar, porque dejaste la comida en el horno, o el auto mal estacionado, o porque tu propia mujer te va a armar un quilombo de órdago si de nuevo llegás tarde como la vez pasada. Pero te quedás, carajo. Te quedás porque si hay algo que tiene de bueno el sorete de Chiquito es que cuenta bien, cuenta como los dioses y ahora te está explicando cómo el boludo de Ernesto le rozaba las tetas a la mujer de Rodríguez cada vez que se inclinaba a servirle vino y él pensaba que Rodríguez no lo veía. No te podés ir a tu casa antes de que Chiquito termine con su relato, entendelo.
Mirás el reloj como buen dominado que sos, le pedís a Chiquito que la haga corta, calculás que ya te habrá llevado el auto la grúa, que ya se te habrá carbonizado la comida en el horno, pero te quedás ahí porque querés eso que el maricón de John Irving decía con tanta gracia: querés saber cómo termina la historia, querido, eso querés. Entonces yo, que soy un literato, que he leído a más de un clásico, que he publicado más de tres libros, que escribo desde el fondo mismo de las pelotas, que me desgarro en cada narración, que estudio concienzudamente cómo se describe y cómo se lee, que me he quemado las pestañas releyendo a Ezra Pound, que puedo puntuar de memoria y con los ojos cerrados y en la oscuridad más pura un texto de setenta y ocho mil caracteres, que puedo dictaminar sin vacilación alguna cuándo me enfrento con un sujeto o con un predicado, yo, señores, premio Cinta de Plata 1989 al relato costumbrista, pese a todo, debo compartir cartel francés con cualquier boludo.
Mi libro tendrá, como cualquier hijo de vecino, que zambullirse en las mesas de novedades junto a otros millones y millones de pares, junto al tratado ilustrado de cómo cultivar la calabaza y al horóscopo coreano de Sabrina Pérez, junto a las cien advertencias gastronómicas indispensables de Titina della Poronga y las memorias del actor iletrado que no puede hacer la O ni con el culo de un vaso, pero que se las contó a un periodista que le hace las veces de ghost writer. Y no estaré allí yo para ayudarlo, para decirle al lector pelotudo que recorre con su vista las cubiertas con un gesto de desdén obtuso en su carita: "Éste es el libro. Éste es el libro que debe comprar usted para que cambie su vida, caballero, para que se le abra el intelecto como una sandía, para que se ilustre, para que mejore su aliento de origen bucal, estimule su apetito sexual y se encame esta misma noche con esa potra soñada que nunca le ha dado bola". Y allí estará la frase, la que vale, la que pega. El derechazo letal del Negro Monzón en el entrecejo mismo del tano petulante, el trompadón insigne que sacude la cabeza hacia atrás y hacia adelante como perrito de taxi y un montón de gotitas de sudor, de agua y desinfectante que se desprenden del bocho de ese gringo que se cae como si lo hubiese reventado un rayo. "Puto el que lee esto". Aunque después el relato sea un cuentito de burros maricones como el de Platero y yo, con el Angelus que impregna todo de un color malva plañidero. Aunque la novela después sea la historia de un seminarista que vuelve del convento. Aunque el volumen sea después un recetario de cocina que incluya alimentos macrobióticos. No esperen, de mí, ética alguna. Sólo puedo prometerles, como el gran estadista, sangre, sudor y lágrimas en mis escritos. El apetito por más y la ansiedad por saber qué es lo que va a pasar. Porque digo que es puto el que lee esto y lo sostengo. Y paso a contarles por qué lo afirmo, por qué tengo autoridad para decirlo y por qué conozco tanto sobre su intimidad, amigo lector, mucho más de lo que usted nunca hubiese temido imaginar. Sí, a usted le digo. Al que sostiene este libro ahora y aquí, el que está temiendo, en suma, aparecer en el renglón siguiente con nombre y apellido. Nombre y apellido. Con todas las letras y hasta con el apodo. A usted le digo.
+ + +
Los abogados son muy bravos. Uno piensa que detrás de un contrato tan grande las cosas están más que claras. Lo cierto es que el chistoso abogado de la firma que se encargaba del contrato del pase millonario de Lamela a la Roma puso algunas cláusulas de más en la “letra chica” del mismo, agregando frases como “Lamela debe mantener su corte de pelo que lo hace parecido a Cristiano Ronaldo”, “¿Quiere usted agrandar su combo llevándose a Funes Mori?” y finalmente, lo que terminó de enojar al club italiano, un “puto el que lee” y además, una cláusula que culpa de todos los conflictos que puedan surgir a un tal Marcelo (“Agachate y conocelo”). Esto no cancela la venta de Lamela, pero hizo que otros revisen la letra chica de sus contratos, como Ricky Alvarez que encontró en su reciente transacción con el Inter un “Vélez, corrés de local”. Qué barbaridad.

+ + +
La verdad es que el abogado que hizo este contrato merece varios premios.
En palabras de Fontanarrosa:
"Puto el que lee esto". Nunca encontré una frase mejor para comenzar un relato. Nunca, lo juro por mi madre que se caiga muerta. Y no la escribió Joyce, ni Faulkner, ni Jean-Paul Sartre, ni Tennessee Williams, ni el pelotudo de Góngora.
Lo leí en un baño público en una estación de servicio de la ruta. Eso es literatura. Eso es desafiar al lector y comprometerlo. Si el tipo que escribió eso, seguramente mientras cagaba, con un cortaplumas sobre la puerta del baño, hubiera decidido continuar con su relato, ahí me hubiese tenido a mí como lector consecuente. Eso es un escritor. Pum y a la cabeza. Palo y a la bolsa. El tipo no era, por cierto, un genuflexo dulzón ni un demagogo. "Puto el que lee esto", y a otra cosa. Si te gusta bien y si no también, a otra cosa, mariposa. Hacete cargo y si no, jodete. Hablan de aquel famoso comienzo de Cien años de soledad, la novelita rococó del gran Gabo. "Muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento..." Mierda. Mierda pura. Esto que yo cuento, que encontré en un baño público, es muy superior y no pertenece seguramente a nadie salido de un taller literario o de un cenáculo de escritores pajeros que se la pasan hablando de Ross Macdonald.
Ojalá se me hubiese ocurrido a mí un comienzo semejante. Ese es el golpe que necesita un lector para quedar inmovilizado. Un buen patadón en los huevos que le quite el aliento y lo paralice. Ahí tenés, escapate ahora, dejá el libro y abandoname si podés. No me muevo bajo la influencia de consejos de maricones como Joyce o el inútil de Tolstoi. Yo sigo la línea marcada por un grande, Carlos Monzón, el fantástico campeón de los medio medianos. Pumba y a la lona. Paf... el piñazo en medio de la jeta y hombre al suelo. Carlitos lo decía claramente, con esa forma tan clara que tenía para hablar. "Para mí el rival es un tipo que le quiere sacar el pan de la boca a mis hijos." Y a un hijo de puta que pretenda eso hay que matarlo, estoy de acuerdo.
El lector no es mi amigo. El lector es alguien que les debe comprar el pan a mis hijos leyendo mis libros.
Así de simple. Todo lo demás es cartón pintado. Entonces no se puede admitir que alguien comience a leer un libro escrito por uno y lo abandone. O que lo hojee en una librería, lea el comienzo, lo cierre y se vaya como el más perfecto de los cobardes. Allí tiene que quedar atrapado, preso, pegoteado. "Puto el que lee esto". Que sienta un golpe en el pecho y se dé por aludido, si tiene dignidad y algo de virilidad en los cojones. "Es un golpe bajo", dirá algún crítico amanerado, de esos que gustan de Graham Greene o Kundera, de los que se masturban con Marguerite Yourcenar, de los que leen Paris Review y están suscriptos en Le Monde Diplomatique. ¡Sí, señor -les contesto-, es un golpe bajo! Y voy a pegarles uno, cien mil golpes bajos, para que me presten atención de una vez por todas.
Hay millones de libros en los estantes, es increíble la cantidad alucinante de pelotudos que escriben hoy por hoy en el mundo y que se suman a los que ya han escrito y escribirán. Y los que han muerto, los cementerios están repletos de literatos. No se contentan con haber saturado sus épocas con sus cuentos, ensayos y novelas, no. Todos aspiraron a la posteridad, todos querían la gloria inmortal, todos nos dejaron los millones de libros repulsivos, polvorientos, descuajeringados, rotosos, encuadernados en telas apolilladas, con punteras de cuero, que aún joden y joden en los estantes de las librerías. Nadie decidió, modesto, incinerarse con sus escritos. Decir: "Me voy con rumbo a la quinta del Ñato y me llevo conmigo todo lo que escribía, no los molesto más con mi producción", no. Ahí están los libros de Molière, de Cervantes, de Mallea, de Corín Tellado, jodiendo, rompiendo las pelotas todavía en las mesas de saldos. Sabios eran los faraones que se enterraban con todo lo que tenían: sus perros, sus esposas, sus caballos, sus joyas, sus armas, sus pergaminos llenos de dibujos pelotudos, todo. Igual ejemplo deberían seguir los escritores cuando emprenden el camino hacia las dos dimensiones, a mirar los rabanitos desde abajo, otra buena frase por cierto. "Me voy, me muero, cagué la fruta -podría ser el postrer anhelo-. Que entierren conmigo mis escritos, mis apuntes, mis poemas, que total yo no estaré allí cuando alguien los recite en voz alta al final de una cena en los boliches." Que los quemen, qué tanto. Es lo que voy a hacer yo, téngalo por seguro, señor lector. Millones de libros, entonces, de escritores importantes y sesudos, de mediocres, tontos y banales, de señoras al pedo que decidían escribir sus consejos para cocinar, para hacer punto cruz, para enseñar cómo forrar una lata de bizcochos.
Pelotudos mayores que dedicaron toda su vida, toda, al estudio exhaustivo de la vida de los caracoles, de los mamboretás, de los canguros, de los caballos enanos. Pensadores que creyeron que no podían abandonar este mundo sin dejar a las generaciones futuras su mensaje de luz y de esclarecimiento. Mecánicos dentales que supusieron urgente plasmar en un libro el porqué de la vital adhesividad de la pasta para las encías, señoras evolucionadas que pensaron que los niños no podrían llegar a desarrollarse sin leer cómo el gnomo Prilimplín vive en una estrella que cuelga de un sicomoro, historiadores que entienden imprescindible comunicar al mundo que el duque de La Rochefoucauld se hacía lavativas estomacales con agua alcanforada tres veces por día para aflojar el vientre, biólogos que se adentran tenazmente en la insondable vida del gusano de seda peruano, que cuando te descuidás te la agarra con la mano.
Allí, a ese mar de palabras, adjetivos, verbos y ditirambos, señores, hay que lanzar el nuevo libro, el nuevo relato, la nueva novela que hemos escrito desde los redaños mismos de nuestros riñones. Allí, a ese interminable mar de volúmenes flacos y gordos, altos y bajos, duros y blandos, hay que arrojar el propio, esperando que sobreviva. Un naufragio de millones y millones de víctimas, manoteando desesperadamente en el oleaje, tratando de atraer la atención del lector desaprensivo, bobo, tarado, que gira en torno a una mesa de saldos o novedades con paso tardío, distraído, pasando apenas la yema de sus dedos innobles sobre la cubierta de los libros, cautivado aquí y allá por una tapa más luminosa, un título más acertado, una faja más prometedora. Finge. El lector finge. Finge erudición y, quizás, interés. Está atento, si es hombre, a la minita que en la mesa vecina hojea frívolamente el último best-seller, a la señora todavía pulposa que parece abismarse en una novedad de autoayuda. Si es mujer, a la faja con el comentario elogioso del gurú de turno. Si es niño, a la musiquita maricona que despide el libro apenas lo abre con sus deditos de enano. Y el libro está solo, feroz y despiadadamente solo entre los tres millones de libros que compiten con él para venderse.
Sabe, con la sabiduría que le da la palabra escrita, que su tiempo es muy corto. Una semana, tal vez. Dos, con suerte. Después, si su reclamo no fue atractivo, si su oferta no resultó seductora, saldrá de la mesa exclusiva de las novedades VIP diríamos, para aterrizar en algún exhibidor alternativo, luego en algún estante olvidado, después en una mesa de saldos y por último, en el húmedo y oscuro depósito de la librería, nicho final para el intento fracasado. Ya vienen otros -le advierten-, vendete bien que ya vienen otros a reemplazarte, a sacarte del lugar, a empujarte hacia el filo de la mesa para que te caigas y te hagas mierda contra el piso alfombrado.
No desaparecerá tu libro, sin embargo, no, tenelo por seguro. Sea como fuere, es un símbolo de la cultura, un icono de la erudición, vale por mil alpargatas, tiene mayor peso específico que una empanada, una corbata o una licuadora. Irá, eso sí, con otros millones, al depósito oscuro y maloliente de la librería. No te extrañe incluso que vuelva un día, como el hijo pródigo, a la misma editorial donde lo hicieron. Y quede allí, al igual que esos residuos radioactivos que deben pasar una eternidad bajo tierra, encerrados en cilindros de baquelita, teflón y plastilina para que no contaminen el ambiente, hasta que puedan convertirse en abono para las macetas de las casas solariegas. De última, reaparecerá de nuevo, Lázaro impreso, en la mano de algún boliviano indocumentado, junto a otros dos libros y una birome, como oferta por única vez y en carácter de exclusividad, a bordo de un ómnibus de línea o un tren suburbano, todo por el irrisorio precio de un peso. Entonces, caballeros, no esperen de mí una lucha limpia. No la esperen. Les voy a pegar abajo, mis amigos, debajo del cinturón, justo a los huevos, les voy a meter los dedos en los ojos y les voy a rozar con mi cabeza la herida abierta de la ceja.
"Puto el que lee esto". John Irving es una mentira, pero al menos no juega a ser repugnante como Bukowski ni atildadamente pederasta como James Baldwin. Y dice algo interesante uno de sus personajes por ahí, creo que en El mundo según Garp: "Por una sola cosa un lector continúa leyendo. Porque quiere saber cómo termina la historia". Buena, John, me gusta eso. Te están contando algo, querido lector, de eso se trata. Tu amigo Chiquito te está contando, por ejemplo en el club, cómo al imbécil de Ernesto le rompieron el culo a patadas cuando se puso pesado con la mujer de Rodríguez. Vos te tenés que ir, porque tenés que trabajar, porque dejaste la comida en el horno, o el auto mal estacionado, o porque tu propia mujer te va a armar un quilombo de órdago si de nuevo llegás tarde como la vez pasada. Pero te quedás, carajo. Te quedás porque si hay algo que tiene de bueno el sorete de Chiquito es que cuenta bien, cuenta como los dioses y ahora te está explicando cómo el boludo de Ernesto le rozaba las tetas a la mujer de Rodríguez cada vez que se inclinaba a servirle vino y él pensaba que Rodríguez no lo veía. No te podés ir a tu casa antes de que Chiquito termine con su relato, entendelo.
Mirás el reloj como buen dominado que sos, le pedís a Chiquito que la haga corta, calculás que ya te habrá llevado el auto la grúa, que ya se te habrá carbonizado la comida en el horno, pero te quedás ahí porque querés eso que el maricón de John Irving decía con tanta gracia: querés saber cómo termina la historia, querido, eso querés. Entonces yo, que soy un literato, que he leído a más de un clásico, que he publicado más de tres libros, que escribo desde el fondo mismo de las pelotas, que me desgarro en cada narración, que estudio concienzudamente cómo se describe y cómo se lee, que me he quemado las pestañas releyendo a Ezra Pound, que puedo puntuar de memoria y con los ojos cerrados y en la oscuridad más pura un texto de setenta y ocho mil caracteres, que puedo dictaminar sin vacilación alguna cuándo me enfrento con un sujeto o con un predicado, yo, señores, premio Cinta de Plata 1989 al relato costumbrista, pese a todo, debo compartir cartel francés con cualquier boludo.
Mi libro tendrá, como cualquier hijo de vecino, que zambullirse en las mesas de novedades junto a otros millones y millones de pares, junto al tratado ilustrado de cómo cultivar la calabaza y al horóscopo coreano de Sabrina Pérez, junto a las cien advertencias gastronómicas indispensables de Titina della Poronga y las memorias del actor iletrado que no puede hacer la O ni con el culo de un vaso, pero que se las contó a un periodista que le hace las veces de ghost writer. Y no estaré allí yo para ayudarlo, para decirle al lector pelotudo que recorre con su vista las cubiertas con un gesto de desdén obtuso en su carita: "Éste es el libro. Éste es el libro que debe comprar usted para que cambie su vida, caballero, para que se le abra el intelecto como una sandía, para que se ilustre, para que mejore su aliento de origen bucal, estimule su apetito sexual y se encame esta misma noche con esa potra soñada que nunca le ha dado bola". Y allí estará la frase, la que vale, la que pega. El derechazo letal del Negro Monzón en el entrecejo mismo del tano petulante, el trompadón insigne que sacude la cabeza hacia atrás y hacia adelante como perrito de taxi y un montón de gotitas de sudor, de agua y desinfectante que se desprenden del bocho de ese gringo que se cae como si lo hubiese reventado un rayo. "Puto el que lee esto". Aunque después el relato sea un cuentito de burros maricones como el de Platero y yo, con el Angelus que impregna todo de un color malva plañidero. Aunque la novela después sea la historia de un seminarista que vuelve del convento. Aunque el volumen sea después un recetario de cocina que incluya alimentos macrobióticos. No esperen, de mí, ética alguna. Sólo puedo prometerles, como el gran estadista, sangre, sudor y lágrimas en mis escritos. El apetito por más y la ansiedad por saber qué es lo que va a pasar. Porque digo que es puto el que lee esto y lo sostengo. Y paso a contarles por qué lo afirmo, por qué tengo autoridad para decirlo y por qué conozco tanto sobre su intimidad, amigo lector, mucho más de lo que usted nunca hubiese temido imaginar. Sí, a usted le digo. Al que sostiene este libro ahora y aquí, el que está temiendo, en suma, aparecer en el renglón siguiente con nombre y apellido. Nombre y apellido. Con todas las letras y hasta con el apodo. A usted le digo.
Dedicado a DG y FP
6 sept 2011
El destino de Facundo:
Mis antepasados decían que una imagen vale más que mil palabras.
Así que los dejo con dos imágenes, para más inri.
26 may 2011
25 may 2011
12 abr 2011
Humor: Darth Vader en un día de campo
Humor: Darth Vader en un día de campo: "
Exclusivo: Pedi tu revista Oracle Magazine gratis"
Visto en BuzzFeed
© Juanguis para Punto Geek, 2011. |
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Sin comentarios |
Tags: Darth Vader, Humor, Star Wars
Exclusivo: Pedi tu revista Oracle Magazine gratis"
1 abr 2011
Un racista muere ahogado en el mar Negro
Hans Guldberg, natural de Dinamarca, viajó la semana pasada a Bulgaria para enfrentarse al mar Negro e impresionar así a sus compañeros de la asociación cultural neonazi a la que pertenecía. “Creía que aquello estaría lleno de negros bañándose desnudos. Le explicamos que no tenía nada que ver, incluso le enseñamos un artículo de la Wikipedia. Ni siquiera lo leyó”, explica un amigo de Guldberg. Tras pedir una excedencia en el trabajo, y armado con un bate de béisbol, unas gafas de buceo y unas aletas decoradas con esvásticas, el joven racista llegó al mar Negro y buscó sin éxito a los bañistas de color. Después de bucear durante horas, perdió los nervios y golpeó el agua con el bate hasta que el agotamiento le venció y se hundió en las profundidades.

Siguiendo los deseos de su familia, la cenizas del difunto neonazi serán esparcidas en el mar Negro en cuanto se encuentre el cadáver. De momento, las autoridades sólo han hallado una de las aletas de buceo flotando cerca de la orilla.
"Un racista muere ahogado en el mar Negro: "
23 mar 2011
17 mar 2011
10 motivos por los que un Geek es un buen padre.


Bloques LEGOS
Un Geek es realmente más niño que adulto. Su edad mental aun tiene 10 años. Disfruta jugando con los bloques de LEGO y a los niños les gusta jugar. Con esto a favor de los Geek podemos concluir claramente que un padre Geek jugará horas con sus hijos.
Video Juegos
Debido a que un Geek es un hombre-niño le encantan los videojuegos y se convierten en amigos de todos los niños porque no sólo puede hablar de videojuegos sino que hasta puede jugarlos.
Matemáticas
Una gran ventaja, no importa cuando salieron de la escuela. Ellos siempre serán una gran ayuda para la tarea de sus hijos en matemáticas, o en cualquier materia.
Niños Inteligentes
Un geek inteligente da como resultado hijos inteligentes. Aunque para la mayor parte de las personas es grandioso tener niños realmente inteligentes, los hijos de un geek siempre estarán un paso adelante.
Sobre la Tecnología
Y no la tecnología sobre de ellos, una de las mejores cosas de un padre Geek es que no se van preguntar que hacen sus hijos cuando están “On-Line”, porque podrán limitarlo si es necesario. Resulta ser un gran alivio.
Los Mejores Proyectos de Ciencia
Los hijos de un Geek siempre van a tener los mejores proyectos de ciencia en la escuela y sin que sus padres los ayuden.
Ensamblaje de Juguetes
Los Geeks nunca tendrán que pasar 6 horas de su vida tratando de conseguir ensamblar los juguetes de 2000 piezas en visperas de navidad, ellos lo hacen en unos minutos y todo esto sin leer los manuales de ensamble.
Gadgets
Un Geek nunca se pregunta, ¿Qué es ese maravilloso juguete electrónico que todos los niños tienen? porque seguramente ya lo posee el padre, el problema se presenta cuando el padre no lo comparte con su hijo, pero aún así un Geek nunca le va a comprar a su hijo juguetes que no sean de alta tecnología.
Ser inteligente es cool
Tener a un Geek cómo padre hace que sus hijos crean que ser inteligente es cool. Ellos idolatrarán a papá y estarán ansiosos de crecer para ser cómo él.
Ser idolatrado es bueno para un Geek
Por su puesto, lo mejor de esto es que el ego del padre Geek siempre estará por los cielos.
Fuente
http://elgeek.info/post/83950396/padre-geek, vía Taringa!
9 mar 2011
3 mar 2011
14 feb 2011
Como preocupar un poco al pasajero de al lado en un avión
Como volver loco al pasajero de al lado en un avión: "
Como volver loco al pasajero de al lado en un avión? Muy fácil…
1 – Sacar tu ordenador portátil
2 – Abrirlo lentamente, con suavidad
3 – Encenderlo
4 – Asegurarse que el de al lado te está mirando
5 – Abrir Internet Explorer
6 – Cerrar los ojos lentamente, por un breve espacio de tiempo y al abrirlos
mirar al cielo.
7 – Inspirar profundamente y pinchar en el siguiente enlace:
http://www.myit-media.de/the_end.html
8 – Observarle la cara……….a ver si aun respira
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Como volver loco al pasajero de al lado en un avión? Muy fácil…
1 – Sacar tu ordenador portátil
2 – Abrirlo lentamente, con suavidad
3 – Encenderlo
4 – Asegurarse que el de al lado te está mirando
5 – Abrir Internet Explorer
6 – Cerrar los ojos lentamente, por un breve espacio de tiempo y al abrirlos
mirar al cielo.
7 – Inspirar profundamente y pinchar en el siguiente enlace:
http://www.myit-media.de/the_end.html
8 – Observarle la cara……….a ver si aun respira
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13 feb 2011
Kamasutralap
Kamasutralap: "
Cuando usamos la laptop podemos llegar a terminar en posiciones muy extrañas e incómodas con tal de poder seguir trabajando echados en la cama o en el sofá. Acá les dejo una imagen de lo que es el Kamasutralap… a ver si reconocen alguna posoción parecida a las que usan ustedes :P

Visto en GAS
© Juanguis para Punto Geek, 2011. |
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2 comentarios |
Tags: Geek, humr, kamasutralap
Exclusivo: Pedi tu revista Oracle Magazine gratis
"
Cuando usamos la laptop podemos llegar a terminar en posiciones muy extrañas e incómodas con tal de poder seguir trabajando echados en la cama o en el sofá. Acá les dejo una imagen de lo que es el Kamasutralap… a ver si reconocen alguna posoción parecida a las que usan ustedes :P

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Exclusivo: Pedi tu revista Oracle Magazine gratis
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