31 mar 2011

Fotos: Millones de arañas plagan árboles en Pakistán pero la gente está feliz

Fotos: Millones de arañas plagan árboles en Pakistán pero la gente está feliz: "

(cc) DFID - UK Department for International Development


Suena irracional, pero es absolutamente todo lo contrario. Y puede tener escasa relación con la tecnología, pero la adaptación de los seres vivos puede ser cautivante, como aquí.


En la provincia de Sind, en Pakistán, todos los árboles están colmados por millones de arañas que se instalaron y construyeron sus redes, creando un panorama bastante escalofriante. Pero la gente vive perfectamente con el extraño fenómeno y -como les contaba- incluso les encanta la idea. Y no es que estén dementes, para nada.


Es que en dicha región aún sufren las consecuencias de las fuertes inundaciones de julio pasado y estas arañas (que originalmente viven en la tierra) debieron huir hacia los árboles para salvarse del agua. El problema es que las lluvias inundaron un quinto del territorio y sigue habiendo agua en vastas zonas del territorio, por lo que los arácnidos debieron adaptarse a las condiciones y rehacer sus vidas en las ramas de los árboles. Por ello, ahora están llenos de telarañas y capullos.


Sigue siendo un tanto asqueroso, pero lo que celebra el pueblo pakistaní es que estos algodones gigantes se han convertido en efectivísimas trampas para cazar enormes cantidades de mosquitos. Y estos bichos voladores se habían multiplicado de manera peligrosa con el agua estancada, elevando a niveles alarmantes el riesgo de enfermarse de malaria. Pero las arañas están manteniéndola a raya. De ahí que los pobladores esperan que las arañas no bajen más de sus nuevos hogares.


Acá, algunas fotos del Departamento para el Desarrollo Internacional británico con el fenómeno:



(cc) DFID - UK Department for International Development





Link: Why Are Millions of Spiders Invading Thousands of Trees and Why Is It Good News? (Gizmodo)





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24 mar 2011

Borges y el juicio a las Juntas Militares

http://www.clarin.com/juicio-a-las-juntas/Borges-juicio-encontro-infierno_0_364763777.html

He asistido, por primera y última vez, a un juicio oral. Un juicio oral a un hombre que había sufrido unos cuatro años de prisión, de azotes, de vejámenes y de cotidiana tortura. Yo esperaba oír quejas, denuestos y la indignación de la carne humana interminablemente sometida a ese milagro atroz que es el dolor físico. Ocurrió algo distinto. Ocurrió algo peor. El réprobo había entrado enteramente en la rutina de su infierno. Hablaba con simplicidad, casi con indiferencia, de la picana eléctrica, de la represión, de la logística, de los turnos, del calabozo, de las esposas y de los grillos. También de la capucha. No había odio en su voz. Bajo el suplicio, había delatado a sus camaradas; éstos lo acompañarían después y le dirían que no se hiciera mala sangre, porque al cabo de unas "sesiones" cualquier hombre declara cualquier cosa.
Ante el fiscal y ante nosotros, enumeraba con valentía y con precisión los castigos corporales que fueron su pan nuestro de cada día. Doscientas personas lo oíamos, pero sentí que estaba en la cárcel. Lo más terrible de una cárcel es que quienes entraron en ella no pueden salir nunca. De éste o del otro lado de los barrotes siguen estando presos. El encarcelado y el carcelero acaban por ser uno. Stevenson creía que la crueldad es el pecado capital; ejercerlo o sufrirlo es alcanzar una suerte de horrible insensibilidad o inocencia. Los réprobos se confunden con sus demonios, el mártir con el que ha encendido la pira. La cárcel es, de hecho, infinita.
De las muchas cosas que oí esa tarde y que espero olvidar, referiré la que más me marcó, para librarme de ella. Ocurrió un 24 de diciembre. Llevaron a todos los presos a una sala donde no habían estado nunca. No sin algún asombro vieron una larga mesa tendida. Vieron manteles, platos de porcelana, cubiertos y botellas de vino. Después llegaron los manjares (repito las palabras del huésped). Era la cena de Nochebuena. Habían sido torturados y no ignoraban que los torturarían al día siguiente. Apareció el Señor de ese Infierno y les deseó Feliz Navidad. No era una burla, no era una manifestación de cinismo, no era un remordimiento. Era, como ya dije, una suerte de inocencia del mal.
¿Qué pensar de todo esto? Yo, personalmente, descreo del libre albedrío. Descreo de castigos y de premios. Descreo del infierno y del cielo. Almafuerte escribió: Somos los anunciados, los previstos hay un Dios, si hay un punto omnisapiente; ¡y antes de ser, ya son, en esa mente, los Judas, los Pilatos y los Cristos! Sin embargo, no juzgar y no condenar el crimen sería fomentar la impunidad y convertirse, de algún modo, en su cómplice.
Es de curiosa observación que los militares, que abolieron el Código Civil y prefirieron el secuestro, la tortura y la ejecución clandestina al ejercicio público de la ley, quieran acogerse ahora a los beneficios de esa antigualla y busquen buenos defensores. No menos admirable es que haya abogados que, desinteresadamente sin duda, se dediquen a resguardar de todo peligro a sus negadores de ayer.

 

23 mar 2011

17 mar 2011

10 motivos por los que un Geek es un buen padre.


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Bloques LEGOS 
Un Geek es realmente más niño que adulto. Su edad mental aun tiene 10 años. Disfruta jugando con los bloques de LEGO y a los niños les gusta jugar. Con esto a favor de los Geek podemos concluir claramente que un padre Geek jugará horas con sus hijos. 

Video Juegos 
Debido a que un Geek es un hombre-niño le encantan los videojuegos y se convierten en amigos de todos los niños porque no sólo puede hablar de videojuegos sino que hasta puede jugarlos. 

Matemáticas 
Una gran ventaja, no importa cuando salieron de la escuela. Ellos siempre serán una gran ayuda para la tarea de sus hijos en matemáticas, o en cualquier materia. 

Niños Inteligentes 
Un geek inteligente da como resultado hijos inteligentes. Aunque para la mayor parte de las personas es grandioso tener niños realmente inteligentes, los hijos de un geek siempre estarán un paso adelante. 

Sobre la Tecnología 
Y no la tecnología sobre de ellos, una de las mejores cosas de un padre Geek es que no se van preguntar que hacen sus hijos cuando están “On-Line”, porque podrán limitarlo si es necesario. Resulta ser un gran alivio. 

Los Mejores Proyectos de Ciencia 
Los hijos de un Geek siempre van a tener los mejores proyectos de ciencia en la escuela y sin que sus padres los ayuden. 

Ensamblaje de Juguetes 
Los Geeks nunca tendrán que pasar 6 horas de su vida tratando de conseguir ensamblar los juguetes de 2000 piezas en visperas de navidad, ellos lo hacen en unos minutos y todo esto sin leer los manuales de ensamble. 

Gadgets 
Un Geek nunca se pregunta, ¿Qué es ese maravilloso juguete electrónico que todos los niños tienen? porque seguramente ya lo posee el padre, el problema se presenta cuando el padre no lo comparte con su hijo, pero aún así un Geek nunca le va a comprar a su hijo juguetes que no sean de alta tecnología. 

Ser inteligente es cool 
Tener a un Geek cómo padre hace que sus hijos crean que ser inteligente es cool. Ellos idolatrarán a papá y estarán ansiosos de crecer para ser cómo él. 

Ser idolatrado es bueno para un Geek 
Por su puesto, lo mejor de esto es que el ego del padre Geek siempre estará por los cielos. 


Fuente 
http://elgeek.info/post/83950396/padre-geek, vía Taringa!

16 mar 2011

Para fans de Canción de Hielo y Fuego

Ya tenemos fecha de publicación: el próximo 12 de julio estaría a la venta la versión en inglés de A Dance with dragons.
Mientras buscaba más info sobre el tema me encontré con una página en castellano, que recomiendo http://nidodecuervos.comentalo.net/danza-dragones-publicara-12-julio.htm.
Esta página tiene traducidos los capítulos que GRRM estuvo colgando en su página oficial, una tristeza que en su momento yo haya traducido el cap de Tyrion y no lo haya dado a conocer. Lo pongo abajo, para que esté en algún lado.


Como detalle, un link gracioso donde lo ponen a GRRM como un "calientapavas (blueballer)" George RR Martin: Fantasy Blueballer 

Traducción "A Dance with Dragons" de LH

TYRION

Bebió todo el camino a través del Mar Angosto.

El barco era pequeño, el camarote lo era aún más, y el capitán no le permitía subir a cubierta. El barco se mecía de tal manera que su estómago era un revoltijo, y la maldita comida que le servían tenía un gusto no contribuía a la situación. Además, ¿por qué habría de necesitar él carne salada, queso duro y pan agusanado mientras tuviese vino para nutrirse? Era tinto y seco, bien fuerte. A veces vomitaba también el vino, pero siempre había más.

—El mundo está hecho de vino —masculló en las humedades de su camarote. A su padre nunca le agradaron los borrachos, pero ¿qué importaba? Su padre estaba muerto. Él debería saberlo, si lo mató. Un dardo en el estómago, mi señor, y ya está. Si sólo fuese mejor con la ballesta, te la podría haber puesto en esa verga con la que me hiciste, maldito bastardo.

Bajo cubierta no era de noche ni de día. Tyrion marcaba el paso del tiempo por las idas y venidas del chico que le traía las comidas que él no comía. El chico siempre traía también un cepillo y un balde, para acicalarlo.

—¿Éste es vino dorniano? —Tyrion le preguntó una vez, mientras le sacaba un tapón de un odre—. Me recuerda cierta víbora que conocí. Un buen tipo, hasta que se le cayó una montaña encima.

El chico no respondió. Era feo, aunque más atractivo que cierto enano con media nariz y una cicatriz desde el ojo hasta la mejilla.

—¿Te he ofendido? —le preguntó al hosco y callado muchacho, mientras lo fregaba—. ¿Te mandaron que no hables conmigo? ¿O es que algún enano estafó a tu madre?

Tampoco le respondió a eso. No tiene sentido, Tyrion lo sabía, pero si no hablaba con alguien se volvería loco, así que persistía.

—¿Adónde navegamos? Decíme al menos eso. —Jaime había mencionado las Ciudades Libres, pero no cuál.— ¿A Braavos? ¿Tyrosh? ¿Myr?

Tyrion hubiera preferido ir a Dorne. Myrcella es mayor que Tommen, por ley Dorniana el Trono de Hierro le pertenece. Le ayudaré a reclamar sus derechos, como el Príncipe Oberyn sugirió.

Sin embargo, Oberyn estaba muerto, su cabeza transformada en una sanguinolenta ruina por el guantelete de Ser Gregor Clegane. Y sin la Víbora Roja para motivarlo, ¿consideraría siquiera Doran Martell un plan tan arriesgado? En lugar de eso me podría poner grilletes, y devolverme a mi dulce hermana. El Muro sería más seguro. El viejo Oso Mormont dijo que la Guardia de la Noche tenía necesidad de hombres como Tyrion. Mormont, podría estar muerto, sin embargo. Y Slynt podría ser el Lord Comandante. Ese hijo de carnicero no olvidaría quién lo había mandado al Muro. ¿Quiero realmente pasar el resto de mi vida comiendo carne salada y potaje entre asesinos y ladrones? No porque el resto de su vida fuese a durar mucho. Janos Slynt se encargaría de eso.

El muchacho mojó el cepillo y fregaba sus partes.

—¿Alguna vez visitaste las casas del placer de Lys? —preguntó el enano.— ¿Será allí donde van las putas?

Tyrion no recordaba la palabra en valyrio para "puta", y en cualquier caso era ya muy tarde. El chico guardó el cepilló en el balde y se fue.

El vino me ha enturbiado la inteligencia. Había aprendido a leer Alto valyrio en las rodillas de su maestre, pero lo que se hablaba en las nueve Ciudades Libres… bueno, no era tanto un dialecto sino más bien nueve dialectos en camino a volverse diferentes idiomas. Tyrion sabía un poco de Braavosi y una pizca de Myrish. En Tyrosh era capaz de insultar a los dioses, llamar a un hombre tramposo, y ordenar una bebida, gracias a un mercenario que una vez conoció en la Roca. Al menos, en Dorne se habla en la Lengua Común. Al igual que la comida Dorniana y su ley, el hablar dorniano estaba especiado con el sabor de los Rhoyne, pero un hombre podía comprenderlos. Dorne, sí, Dorne para mí. Se arrastró hacia su litera, abrazando ese pensamiento como un niño con su muñeco.

El sueño nunca le llegaba fácil a Tyrion Lannister. Sobre ese barco apenas si durmió, aunque cada tanto conseguía beber lo suficiente para desmayarse un rato. Al menos no soñaba. Ya había soñado demasiado para una vida tan pequeña. Y qué tonterías: amor, justicia, amistad, gloria. También podría haber soñado con ser alto. Todo estaba fuera de su alcance, Tyrion lo sabía ahora. Pero no sabía de dónde vienen las putas.

"Al lugar de donde vienen las putas." Su padre había dicho eso. Sus últimas palabras, y qué palabras eran. La ballesta vibró, Lord Tywin se volvió a sentar, y Tyrion Lannister se encontró vagando por la oscuridad con Varys a su lado. Debió haber bajado por el hueco, doscientos treinta escalones hacia donde brasas color naranja brillaban en la boca de un dragón de hierro. El no recordaba nada de eso. Sólo el sonido que la ballesta hizo, y el hedor de los intestinos de su padre al soltarse. Hasta en su muerte encontró una manera de cagarme.

Varys lo acompañó a través de los túneles, pero no hablaron hasta que no emergieron atrás del Aguasnegras, donde Tyrion ganó su famosa victoria y perdió su nariz.

Entonces el enano le dijo al eunuco:

—Maté a mi padre. —en el mismo tono que un hombre suele decir "Me golpeé un dedo"

El amo de los susurros estaba vestido como un hermano mendicante, en una túnica roída por las polillas, con la capucha puesta, que le ensombrecía sus suaves y gordas mejillas y su afeitada cabeza redondeada.

—No deberías haber subido esa escalera —le reprochó.

"Al lugar de donde vienen las putas." Le había advertido a su padre que no dijera esa palabra. Si no hubiera disparado, hubiera pensado que mis amenazas eran vacías. Me hubiera sacado la ballesta de las manos, como me sacó a Tysha de mis brazos una vez. Se estaba levantando cuando lo maté.

—Maté también a Shae. —le confesó a Varys.

—Sabías lo que ella era.

—Lo sabía. Pero nunca supe lo que él era.

—Ahora lo sabes. —Varys rió nerviosamente.

Debería haber matado también al eunuco. Un poco más de sangre en sus manos, ¿qué importaba? No podría decir qué detuvo su daga. No la gratitud. Varys lo salvó del verdugo, pero sólo porque Jaime lo había obligado. Jaime…, no mejor que no piense en Jaime.

Encontró un odre de vino fresco, y lo chupó como si fuera el pecho de una mujer. El tinto seco le corrió por la mejilla empapó su ya manchada túnica, la que usaba en su celda. Bebió hasta que el vino se acabó. El piso se le movía, y cuando trató de levantarse se golpeó contra la cabecera del camastro. Una tormenta, comprendió, o yo estoy muchísimo más borracho de lo que imaginé. Regurgitó el vino mientras se preguntaba si el barco estaba a punto de hundirse

¿Es ésta tu venganza, padre? ¿Te ha hecho el Padre del cielo su Mano?

—Ésta es la paga de un matarreyes —dijo mientras el viento aullaba afuera. No le parecía justo ahogar a capitán y al muchacho que le traía la comida por algo que él había hecho, pero, ¿cuándo habían sido los dioses justos? Y mientras pensaba en eso, la oscuridad se lo tragó.

Cuando despertó, sentía su cabeza a punto de explotar y al barco dando continuas vueltas, aunque el capitán insistía que habían llegado a puerto. Tyrion le dijo que se callara, y pateó débilmente mientras un enorme marinero calvo lo puso bajo su brazo y lo llevó retorciéndose a la bodega, donde un barril vacío esperaba por él. Era un barril pequeño, ajustado aún para un enano. Tyrion se enojó por haber intentado luchar, por lo que le sirvió. Estaba atascado con sus rodillas chocándole las orejas. El muñón de su nariz le picaba horriblemente, pero sus brazos estaban apretados de forma tan ajustada que no podía llegar a rascarse. Un palanquín digno para un hombre de mi estatura, pensó mientras martillaban la tapa y lo cargaban. Podía oír voces gritando mientras era sacudido de un lado a otro. Con cada salto su cabeza daba contra la tapa del barril. El mundo daba vueltas y vueltas mientras el barril rodaba, luego frenó con un súbito choque que lo hizo querer gritar. Otro barril chocó contra el suyo, y Tyrion se mordió la lengua.

Fue la travesía más larga que hubiese tenido, aunque no duró más de media hora. Fue alzado y bajado, rodado y apilado, enderezado y vuelto a rodar. A través de las maderas escuchaba hombres gritando, y una vez escuchó un caballo relinchar cerca. Sus piernas atrofiadas empezaron a acalambrarse, y pronto le dolían tanto que se olvidó del dolor de su cabeza.

Terminó como había comenzado, rodando una vez más; lo que lo dejó aún más mareado. Afuera hablaban en una lengua que él no entendía. Alguien empezó a martillear la parte de arriba del barril y la tapa se rompió de repente. La luz penetró por fin, así como el aire. Tyrion aspiró ansiosamente, y trató de pararse, pero sólo consiguió tumbar el barril y derrumbarse sobre un piso de tierra apisonada.

Sobre él estaba un hombre grotescamente gordo con una barba puntiaguda y color amarilla, sosteniendo un mazo de madera y un cincel de hierro. Su bata era tan grande como para servir como para pabellón de torneo, y el nudo del cinto se había desatado, dejando expuestos un vientre blanco inmenso y un par de senos pesados que colgaban como sacos de sebo cubiertos con un pelo áspero y amarillo. Le recordó a Tyrion un lobo marino* muerto que vio una vez en las cavernas de Roca Casterly.

El hombre obeso lo miró y sonrió.

—Un enano borracho —dijo, en la lengua común de Poniente.

—Una foca gorda pudriéndose. —La boca de Tyrion estaba llena de sangre. Escupió al pie del hombre. Estaban en un oscuro y largo sótano con techo abovedado, sus paredes de piedra llenas de nitrato. Los rodeaban barriles de vino y de cerveza, más bebida de la que un sediento enano podría ver y no querer tomar y salir indemne de la noche. O de una vida.

—Eres insolente. Me gusta eso en un enano. —Cuando el gordo se reía, sus grasas saltaban de tal manera que Tyrion tenía miedo de que se le cayeran encima y lo aplastaran. —¿Estás hambriento, mi pequeño amigo? ¿Cansado?

—Sediento —Tyrion se apoyó en sus rodillas. —Y mugriento.

El gordo lo olió.

—Un baño primero, por supuesto. Luego comida y una cama blanda, ¿sí? Mis sirvientes se encargarán de ello. —Dejó el martillo y el cincel a un lado. —Mi casa es la tuya. Y cualquier amigo de mi amigo del otro lado del mar es amigo de Illyrio Mopatis, sí.

Y cualquier amigo de Varys la Araña es alguien en quien confiaré apenas lo mínimo que pueda.

El gordo cumplió con su promesa del baño, al menos, aunque apenas Tyrion se sumergió en el agua caliente y cerró los ojos quedó profundamente dormido.

Se despertó desnudo en lo más profundo de una cama de plumas de ganso, y era tan suave que creyó que estaba siendo tragado por una nube. A su lengua le estaba creciendo pelo y su garganta estaba áspera, pero su verga estaba dura como una barra de hierro. Rodó fuera de la cama, encontró una bacinilla y comenzó a llenarla, con un gruñido de placer.

El cuarto estaba en penumbras, pero había líneas de amarilla luz solar entre las rendijas de las persianas. Tyrion sacudió las últimas gotas y caminó sobre las dibujadas alfombras de Myr que eran tan suaves como la brizna de primavera. Torpemente trepó hacia las ventanas y las abrió para ver dónde Varys y los dioses lo habían enviado.

Bajo su ventana seis cerezos hacían guardia alrededor de una fuente de mármol, sus finas ramas desnudas y marrones. Había un niño desnudo en el agua, posando con una espada de duelo Braavosi en la mano. Era ágil y bello, no mayor que dieciséis años, con lacio pelo rubio que caía sobre sus hombros. Tan vívido parecía que le tomó un largo momento al enano darse cuenta que era mármol pintado, aunque su espada brillaba como verdadero acero.

Más allá de la fuente había una pared de ladrillos de unos cuatro metros de alto, con puntas de hierro en la parte superior. Y después estaba la ciudad. Vio torres de ladrillos que eran cuadradas, un gran templo, una lejana mansión sobre una colina. A lo lejos se apagaba el brillo del sol en las profundidades del agua. Los barcos pesqueros atravesaban la bahía, sus velas ondeando al viento, y pudo ver los mástiles de barcos más grandes destacándose en la costa. Seguramente uno está zarpando hacia Dorne, o hacia Guardiaoriente del Mar. Sin embargo no tenía medios para pagarse el pasaje, ni estaba hecho para empuñar un remo. Supongo que podría enrolarme como ayudante de camarote y ganarme mi viaje dejando que la tripulación me sodomizase todo el viaje a través del Mar Angosto. Se preguntaba donde estaría. Hasta el aire huele diferente aquí. El frío viento otoñal era tenía la esencia de raras especias, y podía escuchar débiles gritos llegándole por encima de la pared desde la lejana calle. Sonaba como Valyrio, pero no reconocía más que una palabra en cinco. No es Braavos, concluyó, ni Tyrosh. Y esas ramas desnudas argumentaban en contra de Lys como de Myr y Volantis.

Cuando escuchó la puerta abriéndose tras de él, Tyrion se dio vuelta para confrontar su gordo anfitrión.

—Ésta es Pentos ¿no?

—Seguro. ¿Dónde más?

Pentos. Bueno, no era Desembarco del Rey, que ya era demasiado decir.

—¿De dónde vienen las putas? —se escuchó preguntar.

—Las putas se encuentran en los burdeles aquí, al igual que en Poniente. No tendrás necesidad de eso, mi pequeño amigo. Elije entre mis sirvientas. Ninguna se atreverá a rehusarse.

—¿Esclavas? —preguntó con mordacidad el enano.

El gordo acarició una de las aceitadas puntas de su amarilla barba, un gesto que Tyrion encontró excesivamente obsceno.

—La esclavitud está prohibida en Pentos, por los términos que los Braavosi nos impusieron hace cien años. Aún así, ellas no se negarán. —Illyrio le dio una ligera reverencia— Pero ahora mi pequeño amigo deberá excusarme. Tengo el honor de ser el Magíster de esta gran ciudad, y el príncipe nos ha invocado a sesión. —Y sonrió, mostrando una boca llena de amarillentos dientes torcidos.— Explora la mansión y los patios como quieras, pero no cuentes con salir fuera de los muros. Es mejor que ningún hombre sepa que has estado aquí.

—¿Que he estado? ¿Es que ya me fui?

—Tendremos tiempo para hablar de eso en la noche. Mi pequeño amigo y yo comeremos y beberemos y haremos grandes planes ¿sí?

—Sí, mi gordo amigo, —respondió Tyrion. Me piensa usar para su propio beneficio. Todo era la búsqueda de beneficio con los príncipes mercantes de las Ciudades Libres. "Soldados de la pimienta y Lores del Queso" su señor padre los llamaba, con desprecio. Al amanecer del día que Illyrio Mopatis encontrara más beneficio en un enano muerto que uno vivo, se encontraría empaquetado en otro barril para el atardecer. Más vale que me vaya antes de que llegue ese día. Y llegaría sin duda, Cersei no lo olvidaría, y hasta Jaime podría estar un poco enfadado al encontrar un dardo en el estómago de Padre.

Una ligera brisa agitaba las aguas de la fuente alrededor del espadachín desnudo. Le recordó cómo Tysha acariciaba su pelo durante la falsa primavera de su matrimonio, antes de que él ayudara a la guardia de su padre a violarla. Estuvo pensando en esos guardias durante su huída, tratando de recordar cuántos habrían sido. Se podría pensar que los recordaría, pero no. ¿Una docena? ¿Una veintena? ¿Una centena? No podría decirlo. Todos eran hombres grandes, aunque todos los hombres eran grandes para un enano de trece años. Tysha supo su número. Cada uno de ellos tenía un ciervo de plata, así que ella sólo tenía que contar las monedas. Una de plata por cada uno y una de oro por mí. Su padre insistió en que él también le pagara. Un Lannister siempre paga sus deudas.

"De donde vienen las putas," le escuchó decir una vez más a Lord Tywin, y una vez más escuchó la cuerda de la ballesta soltarse, llevando un eco de muerte.

El magíster lo había invitado a explorar la mansión. Encontró ropas limpias en un cofre de cedro con incrustaciones de lapislázuli y madreperla. Las ropas habían sido hechas para un niño, lo comprendió mientras lidiaba para ponérselas. El tejido era suntuoso, quizás un poco fuera de moda, pero el corte era muy largo en las piernas y muy corto en los brazos, con un cuello que hubieran vuelto su cara tan negra como la de Joffrey si él no la hubiera estirado a la fuerza. Al menos no huele a vómito.

Tyrion empezó sus exploraciones en la cocina, donde dos rellenas cocineras y un pinche de cocina lo miraban con recelo servirse queso, pan, e higos.

—Buenos días tengan ustedes, bellas damas —dijo con una inclinación— ¿por casualidad saben de dónde vienen las putas? —Como no respondieron, les repitió la pregunta en Alto Valyrio, aunque dijo la palabra cortesana en lugar de puta. La cocinera más gorda y joven le respondió esta vez con un encogimiento de hombros.

Se preguntó qué harían si las tomara de las manos y las arrastrara hacia su habitación. "Ninguna se atreverá a rehusarse", había dicho Illyrio, pero por alguna razón Tyrion pensaba que no hacía alusión a estas dos. La más joven era lo suficientemente vieja para ser su madre, y la mayor parecía ser la madre de ella. Ambas eran tan gordas como Illyrio, con tetas tan grandes como sus cabezas. Podría asfixiarme en carne, reflexionó. Había formas peores de morir. La forma en que su padre había muerto, por ejemplo. Lo debería haber hecho cagar un poco de oro antes de morir. Lord Tywin podría haber sido tacaño con respecto a la aprobación y el afecto, pero siempre era generoso con respecto al dinero. La única cosa más lamentable que un enano sin nariz habría sido un enano sin nariz y sin oro.

Tyrion dejó a las rollizas mujeres con sus panes y cacerolas y fue a la búsqueda de la bodega donde Illyrio lo había transportado la noche anterior. No fue difícil de encontrar. Había suficiente vino para mantenerlo borracho por más de cien años, dulces tintos del Dominio y tintos secos de Dorne, pálidos ambarinos pentoshis, el verde néctar de Myr, sesenta barriles de vino dorado del Rejo, había hasta vinos del fabuloso oriente, desde Meereen y Qarth hasta Asshai de las Sombras. Al final Tyrion eligió un barril marcado como de la reserva personal de Lord Runceford Redwine, Abuelo del actual Lord del Rejo. El sabor era lánguido embriagador, y el color púrpura era tan oscuro que parecía negro en la penumbra del sótano. Tyrion llenó una copa y una jarra de buen tamaño y las llevó a los jardines a beber bajo los cerezos que había visto.

Como era de esperar, se equivocó de puerta y nunca encontró la fuente que había vislumbrado desde su ventana, pero no le importó. Los jardines detrás de la mansión eran igual de placenteros, y mucho más extensos. Caminó por ellos por un buen rato, bebiendo. Las murallas podrían haber puesto en vergüenza a cualquier castillo decente, y las picas ornamentales en la parte superior lucían extrañamente desnudas sin cabezas que las adornasen. Tyirion se imaginó cómo luciría la cabeza de su hermana allí, con brea en su dorada cabellera y moscas entrando y saliendo de su boca. Sí, y Jaime debería tener una pica al lado, decidió. Nadie debería interponerse entre mis dos hermanos.

Con una soga y un ancla podría ser capaz de subir al muro. Tenía brazos fuertes y no pesaba mucho. Con una soga podría ser capaz de llegar a las picas y pasarla por arriba. Me buscaré una soga en la mañana, se decidió.

Vio tres puertas en sus recorridos; la entrada principal con su caseta, una entrada trasera cerca de las perreras, y una puerta del jardín cubierta por una pálida hiedra. La última estaba con cadenas, las otras con guardias. Los guardias eran regordetes, sus caras suaves como trasero de bebé, y cada uno usaba un casco con punta de bronce. Tyrion reconocía eunucos cuando los veía. Y conocía esta clase por su reputación. Se decía que no le temían a nada y no sentían dolor, y que eran leales a sus amos hasta la muerte. Podría darle un buen uso a unos cuantos cientos, reflexionó. Una lástima que no haya pensado en ello antes de volverme un mendigo.

Caminó por una galería con arcos, y se encontró en un patio embaldosado donde una mujer estaba lavando ropa en un pozo. Parecía tener su misma edad, con el pelo rojo y corto y la cara amplia y con pecas.

—¿Quieres un poco de vino? —le preguntó. Ella lo miró con incertidumbre. —No tengo una copa para ti, tendremos que compartir.

La lavandera volvió a su trabajo de sacar las túnicas para secarlas.

Tyrion se sentó en un banco de piedra con su jarra.

—Dime ¿Cuánto debo confiar en el Magíster Illyrio?

El nombre la hizo alzar la mirada.

—¿Tanto? —riendo entre dientes, cruzó sus torcidas piernas y bebió un trago.— No quiero participar en el juego que el mercader de quesos tiene para mí, pero, ¿cómo me puedo rehusar? Las puertas están custodiadas. ¿Quizás quieras esconderme bajo tu vestido? Estaría tan agradecido que hasta me podría casar contigo. Ya tengo dos esposas, ¿por qué no tres? Ah, pero ¿dónde viviríamos? —Le dio la más agradable sonrisa que un hombre con media nariz podría hacer.— Tengo una sobrina en Lanza del Sol, ¿te dije? Podría hacer un muy buen lío en Dorne con Myrcella. Podría hacer que mi sobrina entre en guerra con mi sobrino, ¿no sería chistoso? —La lavandera levantó una de las túnicas de Illyrio, grande como para ser una vela.— Debería avergonzarme de tener estos pensamientos, tenés razón. Mejor si busco el Muro en lugar de eso. Todos los crímenes se limpian cuando uno se une a la Guardia de la Noche, dicen. Aunque temo que no me permitirían conservarte, mi dulzura. No hay mujeres en la Guardia, no hay dulces pecas que te calienten la cama por la noche, sólo fríos vientos, pescado salado y cerveza aguada. ¿Pensás que el negro me haga ver más alto? —Llenó nuevamente su copa— ¿Qué te parece? ¿Norte o Sur? ¿Debo compensar por mis viejos pecados o hacerme algunos nuevos?

La lavandera le dio un último vistazo, agarró su cesta, y se fue. Parece que no puedo mantener una esposa por mucho tiempo, reflexionó Tyrion. De alguna manera su jarra se había vaciado. Quizás debería volver a la bodega. Sin embargo el vino estaba mareándolo, y los peldaños de la bodega eran muy empinados.

—¿De dónde vienen las putas? —le preguntó a la ropa colgada. Quizás debería haberle preguntado a la lavandera. Lo cual no implica que tú seas una puta, mi querida, sino que quizás sepas de dónde vienen. O mejor aún le debería haber preguntado a su padre. "De dónde vienen las putas" Había dicho Lord Tywin. Ella me amaba. Era la hija de un granjero, me amaba y se casó conmigo, ella había puesto su confianza en mí. La jarra vacía se deslizó de su mano y rodó por el piso.

Con una mueca Tyrion se bajó del banco y fue a agarrarla, pero cuando lo hacía vio unos hongos que crecían de una baldosa rota. Eran blanco pálido, con motas, y la parte de abajo arrugada y roja como la sangre. Agarró uno y lo olió. Delicioso, pensó, o quizás mortal. ¿Pero cuál? ¿Por qué no ambos? Él no era hombre lo suficientemente valiente para enterrarse el frío acero en las entrañas, pero un mordisco al champiñón no sería tan duro. Había siete de ellos, se dio cuenta. Quizás los dioses le estaban diciendo algo. Los agarró a todos, agarró un guante de la ropa colgada, los guardó cuidadosamente, y los puso en su bolsillo. El esfuerzo lo mareó, sin embargo, así que después se dirigió al banco, se enroscó, y cerró los ojos.

Cuando despertó de nuevo, había vuelto a su habitación, ahogándose en su colchón de plumas de ganso otra vez mientras una chica rubia lo sacudía por el hombro.

—Mi señor —le dijo— su baño le espera. Magíster Illyrio lo espera en la mesa dentro de una hora.

Tyrion se apoyó en las almohadas, con la cabeza entre las manos.

—¿Estoy soñando, o hablás la Lengua Común?

—Sí, mi señor. Fui comprada para complacer al rey. —Tenía los ojos azules y era bonita, joven y esbelta.

—Y estoy seguro que lo hiciste. Necesito una copa de vino.

Ella le sirvió.

—Magíster Illyrio me dijo que estoy aquí para cepillarle la espalda y calentarle la cama. Mi nombre…

—No es de mi interés. ¿Sabes de dónde vienen las putas?

Ella se puso colorada.

—Las putas se venden por monedas.

—O joyas, o vestidos, o castillos. Pero ¿de dónde vienen?

La joven no alcanzaba a comprender la pregunta.

—¿Es un acertijo, mi señor? No soy buena con los acertijos. ¿Me dirías la respuesta?

No, pensó. Yo detesto los acertijos.

—No te diré nada. Hazme el mismo favor. La única parte de ti que me interesa está entre tus piernas, casi le dijo. Las palabras estaban en su lengua, pero de alguna manera nunca salieron de sus labios. Ella no es Shae, se dijo el enano, sólo una pequeña tonta que piensa que hablo en acertijos. Si la verdad fuera dicha, ya ni su coño le importaba mucho. Debo estar enfermo, o muerto.

—¿Mencionaste un baño? Mostráme. No debemos hacer esperar al gran traficante de quesos.

Mientras él se bañaba, la chica le lavó sus pies, restregó su espalda y cepilló su pelo. Después le pasó un ungüento aromático en sus pantorrillas para aliviarle los dolores, y lo vistió de nuevo en ropa de muchacho, un mustio par de pantalones bordó y una chaqueta de terciopelo azul con rayas doradas.

—¿Me querrá mi señor después de que haya comido?

—No. No tengo necesidad de mujeres. Putas.

La chica tomó esa decepción demasiado bien para el gusto de Tyrion.

—Si mi señor prefiere un chico, puedo tener uno esperando en su cama.

Mi señor prefiere a su esposa. Mi señor prefiere una humilde chica llamada Tysha, que aceptó por ella misma casarse con un enano.

—Preferiría un muchacho si él supiera de dónde vienen las putas.

Las expresión de la chica se tensionó. Me desprecia, notó, pero no tanto como yo a mí mismo. No había duda de que había tenido sexo con muchas mujeres que odiaban su sola presencia, pero las otras habían tenido al menos la gracia de fingir afecto. Un poco de odio honesto puede ser refrescante, de la misma manera que un vino seco después de mucho dulce.

—Creo que cambié de opinión —le dijo—. Esperáme en la cama. Desnuda, si no te molesta, espero regresar bien borracho como para andar hurgando a tientas entre tus ropas. Mantén la boca cerrada y los muslos abiertos y ambos nos llevaremos espléndidamente. Le dio una mirada maliciosa, esperando un poco de miedo, pero todo lo que obtuvo fue asco. Nadie teme a un enano. Ni siquiera Lord Tywin le había tenido miedo, aunque Tyrion tenía una ballesta entre las manos. —¿Gemís cuando te la ponen? —le preguntó a la calientacamas.

—Si le agrada a mi señor.

—Le podría agradar a tu señor el estrangularte. Así hice con mi última puta. ¿Creés que tu amo objetaría algo? Seguramente no. Él tiene cien como tú, pero ninguno como yo.

Esta vez, cuando sonrió, obtuvo el miedo que quería.

Illyrio estaba reclinado en un sillón con almohadones, engullendo ajíes y cebollines de un bol. Su ceja estaba salpicada con una gota de dulce, sus ojos porcinos brillando sobre sus gordos cachetes. Las joyas bailaban cuando movía sus manos: ónice y ópalo, ojo de tigre y turmalina, rubí, amatista, zafiro, esmeralda, azabache y jade, un diamante negro y una perla verde.

Podría vivir años de sus anillos, meditó Tyrion, aunque necesitaría una cuchilla para reclamarlos.

—Ven y siéntate, mi pequeño amigo. —Illyrio le hizo señas de que se acercara.

El enano trepó a una silla. Era demasiado grande para él, un trono acolchado hecho para acomodar las masivas nalgas del magíster, con patas para soportar su peso. Tyrion Lannister vivió toda su vida en un mundo que era más grande que él, pero en la mansión de Illyrio Mopatis la sensación de desproporción asumía dimensiones grotescas. Soy un ratón en la madriguera de un mamut, meditó, aunque al menos el mamut mantiene una buena bodega. El pensamiento lo hizo sentirse sediento. Pidió vino.

—¿Has disfrutado la muchacha que te envié? —preguntó Illyrio.

—Si hubiera necesitado una chica la hubiera pedido. Me falta la nariz, no la lengua.

—Si ha fallado en complacerte…

—Ha hecho todo lo que le he pedido.

—Eso esperaba. Ella fue entrenada en Lys, donde transforman en arte el acto de amar. Y habla la lengua común. El rey la encontró sumamente placentera.

—Yo mato reyes, ¿no te enteraste? —Tyrion sonrió malignamente sobre su copa de vino—. No quiero despojos de la realeza.

—Como desees. Que comience la comida. Illyrio dio una palmada con sus manos, y al instante aparecieron sirvientes.

Comenzaron con caldo de cangrejo y camarones, junto a una sopa de lima con huevos fríos. Después vinieron codorniz en miel, lomo de cordero, hígado de ganso remojado en vino, zanahorias enmantecadas y lechón asado. La simple vista hizo que Tyrion se sintiese mareado, pero se forzó a probar una cucharada de sopa en honor a la cortesía, y una vez que la probó estuvo perdido. Las cocineras podrían ser viejas y gordas, pero sabían su trabajo. Nunca había comido tan bien, ni siquiera en la corte.

Mientras chupaba los huesos de su codorniz, le preguntó sobre su reunión de la mañana. El gordo se encogió de hombros.

—Hay problemas al este. Astapor ha caído, y también Meereen. Las ciudades Ghiscari de esclavos eran viejas cuando el mundo era joven.

El lechón ya estaba trinchado. Illyrio agarró un pedazo y lo sumergió en una salsa color ciruela, y lo comió con sus dedos.

—La Bahía de los esclavos está muy lejos de Pentos. —dijo Tyrion mientras pinchaba un hígado de ganso con su cuchillo. Nadie está tan maldito como el matarreyes, se recordó, sonriendo.

—Es así —acordó Illyrio— pero el mundo es una gran red, y un hombre no debería atreverse a tocar un simple hilo sin esperar que las otras tiemblen. —Palmeó nuevamente—. Vamos, come.

Los sirvientes trajeron una garza atiborrada de higos, chuletas de ternera en su jugo con leche de almendra, arenques a la crema, cebollas acarameladas, quesos de olor penetrante, platos de caracoles y mollejas, y un cisne negro en su plumaje. Tyrion rechazó el cisne, que le recordaba una cena con su hermana. Comió sin embargo garza y arenques, y unas cuantas cebollas dulces. Y los sirvientes llenaban su copa cada vez que la vaciaba.

—Bebes una gran cantidad de vino para ser un hombre tan pequeño.

—Ser matarreyes es un trabajo seco. Vuelve a un hombre sediento.

Los ojos del gordo brillaron como las gemas de sus dedos.

—Hay algunos en Poniente que dirían que matar a Lord Lannister fue un comienzo igual de bueno.

—Mejor que no lo digan en presencia de mi hermana, o encontrarán que son una lengua más cortos—. El enano partió una hogaza de pan por la mitad— Y vos mejor sé más cuidadoso con lo que decís, magíster. Matarreyes o no, aún soy un león.

Eso pareció divertir increíblemente al lord de los quesos. Se palmeó un grueso muslo diciendo:

—Vosotros los de Poniente sois todos iguales. Veis una bestia dibujada en un trozo de seda de un estandarte, y de repente sois todos leones o dragones o águilas. Puedo llevarte hasta un león real, mi pequeño amigo. El príncipe tiene un grupo en su reserva privada de animales salvajes. ¿Quieres compartir la jaula con ellos?

Los lores de los Siete Reinos hacían mucho lío con sus emblemas, era algo que Tyrion tenía que admitir.

—Muy bien —concedió—. Un Lannister no es un león. Pero aún soy el hijo de mi padre, y Jaime y Cercei son míos para matarlos.

—Qué curioso que menciones a tu bella hermana —dijo Illyrio, entre bocados de caracoles—. La reina ha ofrecido el título de Lord al hombre que le lleve tu cabeza, sin importar lo baja que sea su estirpe.

Tyrion no hubiera esperado otra cosa.

—Si querés la recompensa, exigí también que abra las piernas. La mejor parte mía por la mejor parte de ella, eso es un trato justo.

—¡Antes querría todo mi peso en oro! —El traficante de quesos se rió tan fuerte que Tyrion temió que se herniara y que su anfitrión se ahogara regurgitando la comida y las confituras. —¡Todo el oro de Roca Casterly!, ¿por qué no?

—Te voy a dar el oro, pero la Roca es mía.

—Sólo eso —el magíster se cubrió la boca y eructó estrepitosamente—. ¿Crees que el Rey Stannis te la dará? He escuchado que él es un gran amante de la ley. Él te podría garantizar Roca Casterly, ¿no es eso? Tu hermano viste la capa blanca, así que tú eres el heredero de tu padre por todas las leyes de Poniente.

—Stannis me puede dar la Roca, —admitió Tyrion—, pero está el pequeño problema del regicidio y el patricidio. Por matar a mi familia él me achicaría una cabeza, y soy ya lo suficientemente bajo como soy ahora. ¿Por qué pudiste pensar que querría unirme a Lord Stannis?

—¿Por qué más irías al Muro?

—¿Stannis está en el Muro? —Tyrion se rascó la nariz—. ¿Y qué cosa en los siete malditos infiernos está haciendo en el Muro?

—Congelándose, me parece. Está más cálido en Dorne. Quizás debería haber navegado en esa dirección.

Tyrion estaba comenzando a sospechar que cierta lavandera pecosa sabía más de la lengua común de lo que aparentaba.

—Mi sobrina Myrcella está en Dorne. Estoy pensando en hacerla reina.

Illyrio sonrió, mientras los sirvientes servían cerezas negras en crema dulce para ambos.

—¿Y qué hizo la pobre niña que la quieres ver muerta?

—Aún un matafamilia no tiene que matar a toda la familia, —dijo Tyrion, herido—. Hacerla reina dije, no verla muerta.

El traficante de quesos comió una cereza.

—En Volantis usan una moneda con una corona en una cara y la cara de la muerte en la otra. Y aún es la misma moneda. Hacerla reina es matarla. Dorne podrá alzarse por Myrcella, pero Dorne sola no es suficiente. Si eres tan inteligente como nuestro amigo insiste, lo entiendes.

Tyrion miró al gordo con un nuevo interés. Tiene razón en ambos casos. Hacerla reina es matarla. Y yo lo sabía.

—Los gestos inútiles son lo único que me queda. Éste al menos haría llorar amargas lágrimas a mi hermana.

El magíster Illyrio se limpió crema de la boca con el reverso de su gorda mano.

—La ruta a Roca Casterly no pasa por Dorne, mi pequeño amigo. Ni pasa por el Muro. Existe otra ruta, que yo te diré.

—Soy un traidor en desgracia, un regicida matafamilia. —La charla sobre rutas lo estaba cansando. ¿Cree que esto es un juego?

—Lo que un rey hace otro lo puede deshacer. En Pentos tenemos un príncipe, mi amigo. Él preside fiestas y festines y va por la ciudad en un palanquín de oro y marfil. Tres heraldos van ante él con la balanza de oro del comercio, la espada de hierro de la guerra, y el látigo de plata de la justicia. En el primer día de cada nuevo año debe desflorar a la doncella de los campos y a la doncella de los mares. —Illyrio se inclinó hacia delante, con los codos sobre la mesa.— Pero si se pierde una cosecha o una guerra, le cortamos el cuello para aplacar a los dioses, y elegimos un nuevo príncipe entre las cuarenta familias.

Tyrion resopló a través del muñón de su nariz.

—Recuérdame nunca volverme el príncipe de Pentos.

—¿Son diferentes sus Siete Reinos? No hay paz en Poniente, no hay justicia, ni fe… y pronto no habrá comida. Cuando los hombres tienen hambre y están enfermos de miedo, buscan por un salvador.

—Pueden buscar lo que quieran, pero si lo único que encuentran es a Stannis…

—No es Stannis. Ni Myrcella. Otro salvador. —Una amplia sonrisa amarilla apareció en su cara—. Bueno, otro es una forma de decir. Pero es más fuerte que Tommen, más gentil que Stannis, con un mejor reclamo al título que la niña Myrcella. Un salvador vendrá de más allá del mar para curar las heridas del sangrante Poniente.

—Bellas palabras. —Tyrion no estaba impresionado—. Pero a las palabras se las lleva el viento. ¿Quién es tu bendito salvador?

—Un dragón. —El traficante de quesos vio su cara y comenzó a reír—. Un dragón de tres cabezas.

 

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Saludos.

11 mar 2011

Se queda aislado en la ducha al no alcanzar la alfombrita para los pies

Se queda aislado en la ducha al no alcanzar la alfombrita para los pies: "
La Policía Nacional y los bomberos han tenido que entrar por la fuerza en el domicilio de Juan Yague, madrileño de 31 años, con el fin de acercarle la alfombra del baño y permitirle salir de la ducha en la que se encontraba recluido desde hacía tres días. Pese a los gritos de socorro que Yague ha estado profiriendo durante todo este tiempo, no ha sido hasta esta misma mañana que una vecina del inmueble se ha percatado de que el joven estaba en apuros, alertando a las autoridades.

La Policía Nacional y los bomberos han tenido que entrar por la fuerza en el domicilio de Juan Yague, madrileño de 31 años, con el fin de acercarle la alfombra del baño y permitirle salir de la ducha en la que se encontraba recluido desde hacía tres días. Pese a los gritos de socorro que Yague ha estado profiriendo durante todo este tiempo, no ha sido hasta esta misma mañana que una vecina del inmueble se ha percatado de que el joven estaba en apuros, alertando a las autoridades.


“Ha sido horrible. Veía la alfombrilla frente a mí pero era incapaz de alcanzarla. Se ve que al entrar en la ducha la deslicé con el pie, alejándola demasiado. Un error terrible que me ha mantenido aislado, sin comida y con el cuerpo empapado. No podía secarme porque la toalla estaba encima de la estantería, lejos también de mi alcance”, explica Yague. La víctima admite que, en un arrebato de desesperación, valoró la posibilidad de salir de la ducha y arriesgarse a soportar el frío de las baldosas y a resbalar fatalmente. Su tesón y su prudencia han evitado una catástrofe.


Las autoridades consideran que Yague es responsable de lo ocurrido y que su actitud fue “claramente negligente”. También apuntan que la alfombra de la que dispone es “demasiado fina y pequeña en relación a su estatura”. El joven reconoce que “a veces se me dobla cuando me estoy secando y los pliegues me obligan a hacer equilibrios para no caerme. Ahora he aprendido la lección y no jugaré más con fuego”.


Según datos de la Comunidad de Madrid, desde 2009 han aumentado sensiblemente los accidentes domésticos producidos por actitudes imprudentes o directamente temerarias. El caso más reciente y trágico es el de un bebé de diez meses que falleció al tirar al suelo su chupete, recogerlo y metérselo en la boca sin lavarlo previamente. “Murió en el acto. Los microbios le poseyeron en un enjambre enloquecido. No pudimos hacer nada. Hervimos entero al niño pero ya no respondía”, explica uno de sus familiares.

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