10 sept 2020

"… Pero que ser libre es mejor."

 Hay un cuento de mi hija Alana que tiene como protagonista a un gato.

La historia es la siguiente: antes todos los animales eran libres. La vaca, el caballo, el perro: todos iban por ahí a sus anchas y no se juntaban con los seres humanos.

Pero, ¡ah! Una pareja humana va a tener un hijo y decide que necesita ayuda.

Uno por uno, empiezan a sobornar a todos los animales. «Te daremos lumbre y comida a cambio de lana», le dicen a la oveja. «Podrás comer toda la hierba fresca que quieras si nos das tu leche», prometen a la vaca.

Todos caen como chorlitos, menos el gato. Con cada exhibición de poder humano, él sonríe y dice:

«Ser libre es mejor».

Un día, el gato va a pedir leche, pero la mujer le dice que no. «Solo los domesticados».

Al gato se la refanfinfla:

Y se marchó el gato, y anduvo vagando

Sin miedo a la noche ni al frío,

Por llanos, montañas y bosques, maullando:

«Ser libre es mejor… ¡Y es lo mío!»

Todo cambia cuando nace el niño. Resulta que le fascina el gato (doy fe: mi hija Alana le dice «te quiero» a nuestras gatas unas diez veces al día), así que hacen una especie de trato liberal:

El gato va de vez en cuando y juega con el niño. Caza los ratones de la cueva. A cambio, recibe lumbre y leche.

Peeero… sigue siendo libre. Con lo bueno y lo malo.

Me encanta ese cuento. Cada vez que el gato dice «ser libre es mejor», me entran ganas de aplaudir.

Mejor no es más fácil ni más cómodo. No todos quieren ser como el gato. Hay quien prefiere cerrar un trato más estable como el de la oveja, la vaca y demás.

Pero si eres gato, entonces caminas por ahí sin temer a la noche ni al frío, sabiendo que podrías tener lumbre todos los días si cedieras ciertas partes de ti…

… Pero que ser libre es mejor.



Fuente. (la tipa dice que tiene la newsletter más entretenida de Internet y le doy la razón)