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14 jun 2021

«Quería dar clase, pero me di cuenta de que estaba seleccionando gente»

Ríe, quizás consciente de que más que un título, lo que ha puesto a su ensayo es una provocación. '¿Negreros o docentes? La rebelión del 10'. ¿Negreros? Así se refiere a los profesores Yván Pozuelo Andrés, doctor en Historia, profesor de Francés en el IES de la Laboral, en un volumen que pretende ser una «reflexión» sobre el papel del profesorado. Presenta el libro mañana, a las 17 horas, en Toma 3.

-Su libro..., muy optimista no es (para él, evaluación equivale a exterminación, cree que en las aulas hay prácticas obsoletas y represivas, reniega de los libros de texto).

-Hay una parte de pesimismo y otra de optimismo. La de pesimismo ya la dejé atrás y ahora estoy muy a gusto en las aulas, desde que abandoné mi rol de justiciero. Pensaba que era profesor para dar clase y me di cuenta de que lo que estaba haciendo era seleccionando a gente.

-¿Rol de justiciero? ¿Tal cual?

-Sí, sí, tal cual. Es que vi muchas películas de esclavos pequeño, a los esclavos les decían 'tú vales, tú no...' Y me encontré con que me habían abocado a hacer eso. Yo no llegué a la enseñanza para decirle a nadie que tenga entre 12 y 18 años si vale o no vale para lo que quiere hacer.

-Habla de selección. ¿Eso es lo que cree que hace el profesorado?

-Sí. Lo escondemos detrás de una máscara de objetividad, pero es así. Es un libro para la reflexión, para mostrar a los profesores que se sienten así que, abandonando ese rol de la evaluación, también se pueden dar clases. Hay que eliminar la creencia de que un alumno que no saca buenas notas no llegará a ser buen médico. Tenemos obsesión y hemos convertido la enseñanza general en una enseñanza profesional para médicos, ingenieros y profesores. Hemos pasado de la letra con sangre entra a la letra con nota entra.

-La ley obliga a evaluar y hacerlo con calificaciones numéricas.

-Sé que no voy a cambiar la ley, que me obliga a evaluar. Pero el 10 está dentro de la ley y se lo pongo a todos. Les da confianza. Aunque no a todos les gusta. ¿Qué respeto le tenemos al 10?

-¿A qué se refiere?

-Primero, no se pone porque el alumno no puede saber más que el profesor. Y después, porque no puede haber tanto bueno. Jolín, pues vaya sociedad que vamos a montar... A mis alumnos les digo que un 10 en Matemáticas no les hace matemáticos. Así que tranquilidad.

-Dice que los docentes «somos más importantes que los pilotos de avión, porque podemos estrellar cada año a muchos niños».

-Es una enorme responsabilidad. Somos realmente importantes, lo que decimos a un alumno o una familia puede ser determinante para su futuro. Les frustramos y yo no estoy aquí para frustrar a nadie.

Fuente.

24 oct 2015

Reflexiones de un profesor gay fuera del armario

Fuente.



Carlos Javier Herrero Canencia
Profesor del IES Rosa Chacel, de Colmenar Viejo (Madrid).
Cuadernos de Pedagogía, Nº 460, Sección Opinión, Octubre 2015, Editorial Wolters Kluwer, ISBN-ISSN: 2386-6322
La visibilidad de las personas LGTB, la construcción de la propia identidad o proporcionar un referente a adolescentes que se encuentran en este mismo proceso son algunos de los motivos que empujaron al autor de este artículo, profesor de Lengua y Literatura, a hacer pública su condición homosexual ante su alumnado.


Hace siete años empecé a trabajar como profesor de Lengua y Literatura en un instituto público de Madrid y desde hace cinco estoy completamente fuera del armario con mis alumnos. Con este escrito pretendo reflexionar sobre esta experiencia, aclarar las razones que me han llevado a hacerlo y animar a mis compañeros a plantearse salir del armario.

¿Qué significa estar fuera del armario?

En una definición sencilla, “estar fuera del armario” quiere decir que todas las personas que te rodean saben que eres gay o lesbiana, no porque lo sospechen sino porque en algún momento lo has hecho evidente. No se trata de que los demás conozcan tu orientación sexual, sino de que la sospecha o intuición que tenían en algún momento se ha visto confirmada porque lo has dicho tú. Parecería que es lo mismo, total, qué más da que lo sepan porque lo sospechan o porque se lo digamos. Pero importa y mucho: lo expresado en palabras adquiere una realidad que no se puede soslayar. Un compañero puede estar en contra de la extensión del derecho al matrimonio a parejas de gais y lesbianas. Si hemos expresado claramente con palabras que somos gais o lesbianas, tiene que afrontar que nos está negando derechos a personas de carne y hueso. (A propósito, puede suceder que nuestro compañero lo afronte y se encuentre perfectamente cómodo negándonos derechos.)

He titulado este escrito “Reflexiones de un profesor gay fuera del armario”. ¿Tendría las mismas connotaciones e implicaciones que el título hubiera sido: “Reflexiones de un profesor lector apasionado del Quijote”?, ¿o “Reflexiones de un profesor enamorado de la lírica tradicional”? Sin lugar a dudas, no. De hecho, resultarían títulos pomposos sin mucho sentido. Y esto, por varias razones. En primer lugar, la consideración social que se les otorga difiere completamente. Que a alguien le guste el Quijote y disfrute con las jarchas no tiene mayor trascendencia que el placer estético que pueda extraer de ellas. Que a alguien le gusten las personas de su mismo sexo, y todavía más, que alguien ame a una persona de su mismo sexo, va mucho más allá de las personas implicadas. Para empezar, este mismo artículo escrito por otro profesor que se halle en otras circunstancias (en alguno de los más de 80 países que persiguen la homosexualidad por ley, por ejemplo; Amnistía Internacional, 2014) le puede costar el trabajo, la libertad e incluso la vida. Simplemente, el escribirlo es un lujo que está al alcance de una porción mínima de profesores gais y lesbianas. El coste sería demasiado alto.

Otra de las razones por las que el título de este escrito provoca efectos muy diferentes es que ser percibido como gay o lesbiana supone que lo que eres va a ser interpretado principalmente a través de este prisma. Da igual que alguien no lo sienta como algo relevante en su identidad, esa parte de tu personalidad va a convertirse en la fórmula que explique toda tu vida y le dé sentido.

Y por último está la cuestión de ser profesor, y por tanto, estar en contacto con menores. Dentro del imaginario homófobo ocupa un lugar destacado la figura del homosexual (y en este caso se refieren solo al homosexual masculino) como depredador sexual de menores. Cualquier gay cuyo trabajo esté relacionado con menores habrá escuchado esta pregunta, en cualquiera de sus variantes: “Pero ¿tú no les harás nada malo, verdad?”. La homofobia que implica esta pregunta creo que no necesita explicación. Presentarse como “profesor fuera del armario” conlleva un cierto riesgo, hasta en las situaciones más favorables que se puedan imaginar.

¿Por qué entonces salir del armario?

En primer lugar, la visibilidad LGTB (siglas que se corresponden con lesbianas, gais, bisexuales y transexuales) nos concede la posibilidad de actuar políticamente, entendida aquí la política en su sentido más amplio y no solo como elecciones. En política rige una ley parecida a la que Piaget descubrió en los bebés, a la que llamó permanencia del objeto: hasta cierta edad un objeto que desaparece de la vista deja de existir para un bebé. En nuestro caso, aquello que no se ve no existe. Si no nos ven, no existimos, por tanto, no contamos, no tenemos problemas, no existen discriminaciones, no hay nada que plantearse. El verbo ver resulta engañoso; no se trata literalmente de ver, sino de percibirnos y reconocernos. Pondré un ejemplo que creo que lo ilustra perfectamente. Podemos ver una pareja de mujeres ir de la mano por la calle, pero únicamente las veremos como lesbianas si ellas así lo manifiestan, de otro modo serán dos amigas que se quieren mucho. Que dos amigas se quieran mucho nos parece perfecto, y envidiable, y no se le puede objetar nada salvo lo siguiente. Dos amigas que se quieren mucho no necesitan plantearse quién va a poder decidir sobre su tratamiento si una de ellas se encuentra en un hospital, ni van a adoptar o concebir hijos, ni van a tener problemas en cuanto a herencias, ni serán despedidas del trabajo, ni tendrán miedo a ser separadas por sus familiares cuando sean mayores... Por lo tanto, no es necesario reformar leyes que las discriminan, ni estudiar las situaciones de discriminación para plantear políticas sociales que las erradiquen, ni plantearse su visibilidad en los medios; no será necesario porque no se ven, y por tanto, no existen.

El alumnado LGTB lo tiene más difícil a la hora de crearse una identidad
La visibilidad es, además, una cuestión en la que la cantidad y la cualidad importan. Es más efectivo políticamente que haya un número grande de personas LGTB que sean visibles, que estén fuera del armario; y es necesario que esa visibilidad sea lo más transversal posible. En las sociedades occidentales más permisivas, la visibilidad LGTB se reduce fundamentalmente a gais, y solo cuando son jóvenes, guapos y con dinero. No se ven prácticamente lesbianas, transexuales y bisexuales, o se ven como estereotipos. En el caso de los gais, no se ven a los ancianos, los parados, los discapacitados, los niños, los enfermos crónicos (salvo que sean enfermos de sida), etc. que son gais. Y por tanto, no es necesario plantearse qué podemos hacer para combatir la discriminación de todo tipo (incluida la que proviene de la propia comunidad gay) que sufre un gay que ha tenido la osadía de envejecer. Los gais, como podría suponerse por nuestra visibilidad pública, nacemos y morimos jóvenes, y mientras tanto, consumimos.

Otra cuestión por la que se debe salir del armario es la construcción de la propia identidad. Anteriormente me he referido a una de las desventajas de ser percibido como persona LGTB, o de salir del armario: el que esa parte de tu identidad va a arrollar a todas las demás, y se convertirá, se quiera o no, en la principal tarjeta de presentación. Es cierto, pero la alternativa creo que es peor. Permanecer en el armario nos deja más indefensos ante la identidad que se nos va a adjudicar, tendremos menos oportunidades de negociarla y dotarla de otro significado.

¿A qué identidad me refiero? A la que da la injuria. Antes de saber que nos gustaban los hombres, hemos sabido que “maricón” era uno de los peores insultos que se nos podían hacer. No hacía falta entender el significado concreto de la palabra, bastaba con que intuyéramos el lugar que se asignaba al así designado: los márgenes, el afuera. La palabra maricón, o cualquiera de sus múltiples sinónimos, actúa como un virus para el que existe un vacuna cuyo precio no todo el mundo puede pagar. Si has sido vacunado, si eres heterosexual o actúas como tal dentro de unos límites precisos que marca cada sociedad en cada momento, el insulto va a ser inocuo para ti. Si, por el contrario, no eres heterosexual o no te adecúas a las prescripciones de género (ser un hombre o una mujer “como dios manda”) que se te exigen, el virus te hará enfermar y, llegado el caso, puede ser letal (Área de Educación de FELGTB - Comisión de Educación de COGAM, 2012). Esto explica el uso omnipresente en los pasillos de los institutos de la palabra maricón. Cuando les recrimino a los alumnos, siempre de la manera más cordial, me contestan que no le están llamando al otro de verdad “maricón”, que no le están insultando. Y queda ahí retratada toda la homofobia que les rodea como el aire, invisible pero que se respira a cada momento. Efectivamente, ellos saben que el “otro” no es maricón, que está vacunado, no hay peligro de que enferme. Solo enfermará quien lo sea, solo en ese caso estarán insultando.

Curiosamente, y siguiendo con la metáfora, salir del ambiente (de nuevo, en las sociedades más permisivas) supone acceder a una cierta vacuna. Si tu entorno sabe que eres una persona LGTB probablemente te vas a evitar un montón de situaciones incómodas, chistes homófobos y la homofobia ambiente se va a aligerar.

¿Y por qué hacerlo en la escuela?

“¿Y por qué no?” podría ser la primera respuesta que diéramos. La respuesta a esta segunda pregunta es obvia, tiene un coste elevado, nos da miedo, puede traernos problemas. Para poder contrarrestar todas estas objeciones tenemos que precisar qué beneficios se pueden derivar del hecho de salir del armario, no solo con nuestros compañeros de trabajo, sino con nuestros alumnos.

En los colegios e institutos, los veamos o no, lo sepan ellos mismos o no, tenemos un alumnado LGTB que lo tiene más difícil que sus compañeros a la hora de ir creándose una identidad. Y también tenemos un alumnado que no es LGTB pero que es percibido como tal y puede sufrir la misma discriminación.

Para crearnos una identidad tenemos que tener referentes, personas con las que compararnos, admirar, rechazar, etc. En el caso de los adolescentes heterosexuales, los referentes se encuentran por todas partes, en su familia, sus vecinos, sus amigos, en las novelas que leen, en la clase de Literatura, en la televisión, en las letras de las canciones que escucha, en los cuadros de la clase de Historia del Arte... Literalmente, en todas partes.

El alumnado LGTB lo tiene mucho más difícil. ¿Cuántas novelas adolescentes van a tener una protagonista LGTB, cuántas películas, cuántas canciones? Siendo optimistas, muy pocas. Si analizáramos los personajes LGTB que aparecen en la televisión o en las películas, probablemente llegaríamos a la conclusión de que un porcentaje alto son personajes planos, estereotipados, con pocas posibilidades para que los jóvenes LGTB pudieran identificarse.

En la vida real, lo normal es que no conozcan a mucha gente que esté fuera del armario. Por ello me parece importante que los profesores salgamos del armario para poder proporcionar referentes a nuestros alumnos. Con esto no estoy diciendo que seamos su modelo a seguir, sino que seamos un modelo real con el que se puedan medir, que puedan aceptar o rechazar, que les ayude a construirse su propia identidad.

Sin lugar a dudas, otra consecuencia de salir del armario es que se crea una barrera protectora frente a la agresión homófoba. Ahora va a resultar más difícil meterse con un alumno LGTB sabiendo que hay un profesor que abiertamente lo es. Ojo, es una barrera, pero no asegura en absoluto que la agresión no se dé, aunque no sea delante de nosotros.

Otro de los efectos positivos es que empujas los límites de lo que es la normalidad, entendida en su versión más antipática: el cómo deben ser los seres humanos. Durante mi infancia asistí a un colegio religioso en el que todas las familias eran prácticamente iguales: papá, mamá, dos o tres hijos. El más mínimo signo de diferencia suponía un problema. Afortunadamente, este país ha cambiado mucho en los últimos cuarenta años, y cualquier clase de un colegio público (no así en muchos de los colegios concertados y privados) refleja una gran variedad: alumnos con distintos orígenes, distintas creencias, distintas situaciones familiares, distintas capacidades. Que un profesor salga del armario añade otro grado más de diversidad al grupo. Y no es baladí, en la medida en que todos los alumnos se reconocen como diversos, pueden aceptar mejor su propia diferencia y no vivirla como exclusión del grupo.

¿Cómo salir del armario con los alumnos?

Una consideración previa: como cualquier persona LGTB sabe, esta pregunta, y esta otra relacionada, ¿cuándo puedo ir de la mano con mi pareja o simplemente relajarme en la calle sin exponerme a una agresión?, se nos van a plantear a cada rato, no se contestan de una vez para siempre. Y desgraciadamente, esto les parecerá un lujo asiático a la gran mayoría de las personas LGTB de este mundo.

Supongamos que podemos y queremos dar ese paso. ¿Cómo hacer pública una información que todo el mundo considera que pertenece a nuestra intimidad y que, por tanto, no tiene mucha cabida en las aulas? Desde luego, huyendo como de la peste del modelo “tengo algo que confesarte”. Con los adultos siempre lo he tenido claro, mi salida del armario es indirecta, forma parte del decorado, no está dentro del espacio iluminado por el foco. Para que se me entienda, no empiezo diciendo “yo soy gay”, sino “un novio mío fue el primer insumiso juzgado en este país”, o algo parecido. No estamos hablando de si soy gay, el que yo sea gay lo vas a saber de la misma forma que yo entiendo que eres heterosexual cuando veo la foto de tu familia.

Con los alumnos lo abordo desde la cuestión del respeto. Al comienzo del curso les digo que para mí es muy importante que todos nos respetemos para que podamos convivir y aprender. Y les cuento mi experiencia de acoso en el colegio en el que estudié. Aquí sí es importante verbalizar claramente que eres gay. Cuando lo haces, entiendes por qué nuestros antepasados creían en conjuros: las palabras producen efectos, tienen poder, cambian cosas. De entrada, algo impensable en las aulas de los institutos, que durante unos segundos se haga un silencio de los que se cortan con cuchillo.

Mi experiencia con los alumnos

Como dije al principio, hace siete años empecé a trabajar como profesor. Durante dos años fui interino, y trabajé en los institutos madrileños IES Grande Covián y IES Jaime Vera. A pesar de que ya había estado colaborando con el grupo de Educación de Cogam dando charlas sobre diversidad afectivo-sexual, decidí no salir del armario, me mantuve en el llamado “armario de cristal”, no lo dije pero tampoco lo oculté. Me sentía muy inseguro como profesor como para meterme en un berenjenal más. Al año siguiente aprobé la oposición y entré a trabajar en el IES Luis Buñuel de Alcorcón (Madrid), y allí empezó la experiencia de estar fuera del armario en un instituto. Los últimos cuatro años he estado en el IES Rosa Chacel, de Colmenar Viejo (Madrid).

Sin duda, puedo calificar la experiencia como muy gratificante a nivel personal. No he tenido ningún problema con los profesores, los alumnos y los padres. Los chavales parecen asumir sin ningún problema el tener un profesor gay. Las anécdotas más tiernas tienen que ver con mis alumnos más pequeños, los de 12 a 14, porque todavía mantienen la espontaneidad de los niños. Desde aparecer por un pasillo con una amiga que no es alumna mía para cerciorarse de que yo soy gay de verdad, y ver la cara que se le pone con mi respuesta, hasta pedirme sinceras disculpas cuando en las escaleras uno a otro se han llamado “maricón”, y de pronto ven que yo estoy por allí.

Los incondicionales de la teoría del “choque de civilizaciones” no encontrarán confirmada sus teorías en mi experiencia. Entre los alumnos más cariñosos conmigo (también es cierto que no les doy clase, ya se sabe que la convivencia estropea muchas cosas) está un grupo de chicos adolescentes de origen marroquí. Lo menciono aquí porque en el imaginario colectivo está el que necesariamente tiene que haber problemas con estos adolescentes. Como digo, no ha sido mi caso.

Las palabras producen efectos, tienen poder, cambian cosas
Un momento emocionante fue cuando vino un exalumno del centro a visitarnos y me contó cuánto le había ayudado para poder aceptarse como gay, aunque en su momento no me dijera nada. También me contó algo que me ha hecho reflexionar desde entonces: en muchas ocasiones me había defendido ante sus compañeros cuando me insultaban. Se me ocurren varias consideraciones. Obviamente, el que yo no perciba comportamientos homófobos entre mis alumnos no quiere decir que no existan. Y el hecho de estar fuera del armario puede tener un efecto no buscado, el que los alumnos LGTB sean testigos presenciales de insultos homófobos dirigidos al profesorado LGTB, es decir, aumentar la concentración de homofobia que respiran a diario.

Por otro lado está la cuestión de la formación de la identidad masculina a través del rechazo de la homosexualidad y la feminidad. Puede que parte de esos insultos se deban a la necesidad de configurarse como “hombres” en un sentido muy tradicional.

Pese a todo, y voy terminando, creo que es útil salir del armario con los alumnos, aunque no sea suficiente para erradicar la homofobia de los institutos. Y creo que el profesorado LGTB debemos reflexionar sobre estas cuestiones, sea cual sea la decisión que tomemos finalmente.

Además de agradecer a mis compañeros y alumnos de todos los institutos en los que he estado su apoyo y cariño, me gustaría terminar con una utopía y una cita. La utopía sería que este texto se volviera cuanto antes incomprensible (suponiendo que no lo sea ya por otros motivos), que resultara tan absurdo como ahora ocurriría con un texto en el que aparecieran frases como esta: “¿cómo decirles a tus alumnos que te fascina el número pi?”, que necesitara numerosas notas a pie de página para explicar un contexto histórico que en nada se pareciera al del lector, que ese lector no pudiera creerse que hubo un momento en el que las diferencias que se dan entre los seres humanos fueran motivo de discriminación.

Y la cita: “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para que sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar”, Eduardo Galeano.

Sigamos caminando.


30 jul 2015


Billetera de envase Tetra Pak 2, el tutorial.
¡Lo bien que hicieron en pedirme el paso a paso!
¡Ni yo me entendí las instrucciones cuando me puse manos a la obra!
En realidad, me había faltado la explicación de algunos puntos y tuve que tener mi "tarjetera" a la vista para usar como guía. ¡Algo que ustedes no podían!
Espero no parecer reiterativa, sólo cumplo con sus deseos, para lo que les he preparado este paso a paso con todo mi cariño. ;)
¡Avisen si se me ha escapado algún detalle!
Aquí vamos:
























Partimos de un envase de cartón al que le hemos quitado las "costuras" inferior y superior, dejándolo lo más recto posible.
Cada vez más sombras en las fotos, debe ser el lío en que se va convirtiendo el back stage. ¡Shhhhh!























Plegamos los laterales por la mitad hacia adentro, tal cual se ve en la foto. Prácticamente se dobla solo porque el envase ya tiene una especie de marca allí, aunque quizá haya que corregir un poco la línea para que quede bien parejo.























Cortamos aproximadamente 1/3 de tres de las caras del envase, dejando completa la otra, que va a servir de solapa para cerrar la billetera.























Decoramos con papel de revista, o con lo que nos guste, la cara más larga y la plastificamos con papel Contact.























Plegamos por la mitad, tomando como parámetro, la cara más corta. En este paso seguramente tengamos que corregir apenas los bordes porque suele quedar uno un poco más alto.























Para dejarlos prolijos y más resistentes, cubrimos los bordes con cinta aisladora, la de los cables. Mitad afuera, mitad adentro. Comiencen como en la foto, por los lados largos.























En cada borde, deben cortar la cinta como se ve aquí arriba y aquí abajo.























Como ven, seguimos con los extremos superior e inferior, cortando en cada esquina para poder meter la mitad de la cinta. Y terminamos con la solapa, o empezamos, da igual.
























Volvemos a doblar a la mitad y fijamos al medio con un broche. Que no nos quede muy abajo porque debemos taparlo con un trozo de cinta para que no lastime y se vea más lindo.






















Aquí ya está cubierto. Fíjense que la cinta casi va de lado a lado, no sólo donde está el gancho.
¡Hola, mano!






















Y aquí la opción para las que no tenemos la máquina-pone-ganchos-ni-remaches: anudamos una tira de elástico doblada por la mitad y la pasamos de adentro hacia afuera a través de un agujerito en lo que será la parte trasera de la billetera.
¡Y queda así!

No vamos a decir: ¡Uf, qué prolijo que queda!, pero para prolijo... ¡a comprarse la remachadora como mínimo!
 Ya en su rol de "tarjetera"...
Mostrando todas sus virtudes.

























Y ahora que yo cumplí con mi parte, ¡quiero verl@s a ustedes!
Tienen abierta la página de FB para subir sus fotos o mi correo, si no se animan, pero ¡QUIERO VER SUS TARJETERAS! ¡Sí, así, a los gritos se los estoy diciendo!Pueden parecer muchos pasos, pero no, son muchas fotos, y les aseguro que es muy fácil y se hace en un periquete.
Ya tod@s sabemos que es frugal porque la idea participó hace unas semanas en los findes de Marce, así que... here I go again ¡Ay! Se me va a notar la edad con este link, pero prometo que era chiquita cuando esto fue un hit.
¡Buen finde!

Adri.

12 jun 2015

Mi voto va para...

He aquí el texto del discurso:
"Señores:
"Aspiro a ser diputado, porque aspiro a robar en grande y a `acomodarme' mejor.
"Mi finalidad no es salvar al país de la ruina en la que lo han hundido las anteriores administraciones de compinches sinvergüenzas; no, señores, no es ese mi elemental propósito, sino que, íntima y ardorosamente, deseo contribuir al trabajo de saqueo con que se vacían las arcas del Estado, aspiración noble que ustedes tienen que comprender es la más intensa y efectiva que guarda el corazón de todo hombre que se presenta a candidato a diputado.
"Robar no es fácil, señores. Para robar se necesitan determinadas condiciones que creo no tienen mis rivales. Ante todo, se necesita ser un cínico perfecto, y yo lo soy, no lo duden, señores. En segundo término, se necesita ser un traidor, y yo también lo soy, señores. Saber venderse oportunamente, no desvergonzadamente, sino "evolutivamente". Me permito el lujo de inventar el término que será un sustitutivo de traición, sobre todo necesario en estos tiempos en que vender el país al mejor postor es un trabajo arduo e ímprobo, porque tengo entendido, caballeros, que nuestra posición, es decir, la posición del país no encuentra postor ni por un plato de lentejas en el actual momento histórico y trascendental. Y créanme, señores, yo seré un ladrón, pero antes de vender el país por un plato de lentejas, créanlo..., prefiero ser honrado. Abarquen la magnitud de mi sacrificio y se darán cuenta de que soy un perfecto candidato a diputado.
"Cierto es que quiero robar, pero ¿quién no quiere robar? Díganme ustedes quién es el desfachatado que en estos momentos de confusión no quiere robar. Si ese hombre honrado existe, yo me dejo crucificar. Mis camaradas también quieren robar, es cierto, pero no saben robar. Venderán al país por una bicoca, y eso es injusto. Yo venderé a mi patria, pero bien vendida. Ustedes saben que las arcas del Estado están enjutas, es decir, que no tienen un mal cobre para satisfacer la deuda externa; pues bien, yo remataré al país en cien mensualidades, de Ushuaia hasta el Chaco boliviano, y no sólo traficaré el Estado, sino que me acomodaré con comerciantes, con falsificadores de alimentos, con concesionarios; adquiriré armas inofensivas para el Estado, lo cual es un medio más eficaz de evitar la guerra que teniendo armas de ofensiva efectiva, le regatearé el pienso al caballo del comisario y el bodrio al habitante de la cárcel, y carteles, impuestos a las moscas y a los perros, ladrillos y adoquines... ¡Lo que no robaré yo, señores! ¿Qué es lo que no robaré?, díganme ustedes. Y si ustedes son capaces de enumerarme una sola materia en la cual yo no sea capaz de robar, renuncio "ipso facto" a mi candidatura...


Roberto Arlt, Aguafuertes porteñas. (fragmento)

2 jun 2015

#Niunamenos (desde la ficción)

En realidad esto no es necesariamente un aporte al hashtag sino un resumen de mi opinión sobre el feminismo hoy.
+++++
Fragmento de "Choque de reyes", el 2° libro de la saga Canción de Hielo y Fuego, por GRRM.
[...]
—¿Lo sabía mi tío?
—Todos los exploradores —repitió Mormont—. Y tú crees que debería impedírselo. Matarlo, si fuera necesario. —El Viejo Oso suspiró—. Si lo hiciera para librarse de unas cuantas bocas, de buena gana enviaría a Yoren o a Conwys para recoger a los niños. Los educaríamos para que vistieran el negro, y la Guardia sería más fuerte. Pero los salvajes sirven a dioses más crueles que los tuyos y los míos. Esos niños son las ofrendas de Craster. Sus plegarias.
«Seguro que sus mujeres rezan plegarias muy distintas a ésas», pensó Jon.
—¿Cómo te has enterado? —le preguntó el Viejo Oso—. ¿Por alguna de las esposas de Craster?
—Sí, mi señor —confesó Jon—. Preferiría no deciros cuál. Estaba asustada y quería ayuda.
—El mundo está lleno de gente que quiere ayuda, Jon. Ojalá algunas de esas personas juntaran el valor necesario para ayudarse a sí mismas. Craster está ahora mismo inconsciente en su lecho, apestando a vino. En su mesa hay un hacha nueva bien afilada. Si se tratara de mí, la llamaría Plegaria Escuchada y pondría fin a todo.
«Sí.» Jon pensó en Elí. En ella y en sus hermanas. Eran diecinueve, y Craster sólo uno, pero...
—Pero si Craster muriera sería un día triste para la Guardia. Tu tío podría contarte cuántas veces su Torreón ha supuesto la diferencia entre la vida y la muerte para nuestros exploradores.
—Mi padre... —Se detuvo, titubeante.
—Sigue, Jon. ¿Qué ibas a decir?
—Mi padre me explicó una vez que no vale la pena tener a ciertos hombres —continuó el muchacho—. Un vasallo brutal o injusto deshonra a su señor tanto como a sí mismo.
—Pero Craster no nos ha hecho ningún juramento, ni se somete a nuestras leyes. Tienes un corazón noble, Jon, pero debes aprender una lección de esto. No podemos hacer justicia en todo el mundo. No es nuestro objetivo. Las guerras de la Guardia de la Noche son otras.
«Otras guerras. Sí. No debo olvidarlo.»

[...]
+++++
Tengo un argumento similar, por si no se entendió la idea.

Esta imagen es para mí el ejemplo de lo que algunas mujeres están logrando, y es un muy válido camino a seguir. Aún hoy, SXXI, el mundo sigue siendo eminentemente machista. Es así, por más que avanzamos lentamente hacia el equilibrio. Mi impresión es que muchos de esos avances hacia el equilibrio se han logrado gracias a actitudes como la de la princesa Leia, que asume sus cadenas, porque llegado el momento las va a usar como arma.

24 abr 2013

Seis días de gasto militar permitiría enviar a la escuela a todos los niños y niñas del mundo

Seis días de gasto militar permitiría enviar a la escuela a todos los niños y niñas del mundo: "
Más de 28 millones de niños en países afectados por conflictos no reciben educación. Si el gasto militar mundial se destinase a educación,en el año 2015 podría alcanzarse el objetivo de Educación para Todos. La educación en emergencias sufre una doble desventaja: al tiempo que representa una pequeña porción de los llamamientos de ayuda humanitaria que se realizan, supone una porción todavía más pequeña de aquellos que logran financiación: en el año 2009 apenas representaba el 2% del total de la ayuda humanitaria.
etiquetas: gasto militar, educación
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28 may 2011

Reinventando el lenguaje (mi versión del feminismo al nombrar)

La verdad que a mí no me va eso de que, para no usar el masculino como neutro, la gente escriba "chicos y chicas", pero lo prefiero a "l@s chic@s".
La cosa es que a partir de ahora inauguro que el neutro se realice con la letra "E". Y por supuesto, el masculino es con la "O" y el femenino es con la "A".
Así que mis amigues, sean amigos o amigas, tode le gente es aceptade, desde les más viejes hasta les bebés, sean bebas o bebos, la cuestión es que les propongo que todes nos sumemos a esta nueva manera de comunicarnos, haciendo las distinciones necesarias, y no dejando a ningune de lado.
Por supuesto, terminado este mensaje no creo que siga usando este estilo, pero como le sembrader, tiro la semilla y espero que haya frutos.

3 nov 2010

When you argue with...

Photo: "

"
Traducción: "Cuando discutís con un idiota te llevan a su nivel y te vencen con su experiencia."