PAUL PERKINS, EL HOMBRE CON EL ESCROTO LISO (AKA EL HOMBRE SIN ARRUGAS EN LOS HUEVOS): "
Hoy quiero hablaros de Paul Perkins (Boston 1898 – Nueva York 1951).
El pequeño Paul es el que está de pie. A pesar de la cara de hombre que tiene su madre, hemos confirmado que no tenía pene.
Cuando nació, Paul ya tenía la malformación que le acompañó toda su vida. Al contrario que los otros recién nacidos, Paul tenía el escroto liso. El médico que lo trajo al mundo, el doctor Jeremiah Spencer, no encontraba explicación: “Lo único que se me ocurre es que tenga los testículos muy gordos o el escroto muy pequeño. Al estar lleno, se tensa”. Como el niño, por lo demás, estaba sano, le dio el alta, no sin antes hacerles una recomendación a los padres: “Si quieren arrugarle el escroto, manténganlo en remojo. Con las manos funciona”.
La infancia de Paul transcurrió como la de cualquier niño de principios del siglo XX cuya madre parecía un señor. Pero tarde o temprano tenía que llegar el día en que alguien que no fuera de su familia, ni médico, le viera los testículos. Y ese día llegó. Pagando. Y la prostituta dijo, textualmente: “Mira que he visto cojones en mi vida, pero estos son rarísimos. Si Dios tiene testículos, deben parecerse mucho a estos”
Paul comprobó que nadie se quedaba indiferente ante la visión de su escroto. Había desde chicas que salían huyendo, hasta chicas que querían comprobar lo liso que era frotando las mejillas en él. Fue entonces cuando se dio cuenta de que lo que tenía entre las piernas no era una deformidad, era un don.
A partir de este momento la vida cambió radicalmente para Paul. Lo contrataron en una feria de fenómenos con el nombre de Paul “Smooth Scrotum” Perkins. Giró por todo Estados Unidos y su número consistía en dejar que el público pusiera la mano en el interior de su bragueta y le manoseara los huevos. Cuando la gente sospechaba que se trataba de algún truco el los mostraba al público, para que pudieran comprobar que no había trampa ni cartón. Al final del número sonaba una música de jazz (habitualmente I’ve Heard that Song Before) y Paul hacía balancear su don al compás.
Esto lo llevó a una vida de fama, dinero y sexo. Su madre (¿o deberíamos llamarla madro?) le llegó a coser el nombre en los calzoncillos, cosa que no hacía desde la escuela, para que no los perdiera en las orgías. Personalidades de la época hacían miles de kilómetros para tocarle los cojones. Einstein en persona dijo después de verlos: “Ahora comprendo que me equivocaba. Todo es relativo menos este escroto”.
Su vida acabó durante las navidades de 1951 en Manhattan. En un número especial, se pintó el escroto de rojo brillante y se ocultó en el árbol de navidad del Rockefeller Center, de manera que lo único que quedaba fuera del arbol eran sus gónadas, que no podían diferenciar-se de las otras bolas de navidad. El público tenía que adivinar donde estaba Paul Perkins. El número, que se llamó Los testículos de navidad (The christmas testicles), acabó en tragedia. Paul Perkins se electrocutó con un cable pelado. Cuentan los testigos que la bolsa escrotal más famosa de su tiempo brilló con mucha intensidad antes de apagarse definitivamente.
Su madre (que a estas alturas ya se vestía como un hombre, para evitar los comentarios, y se hacía llamar Mr. Richard) quiso conservar la piel de su escroto. Actualmente, se expone en el Museo Nacional de Genitales Extraordinarios de Boston (National Museum of Extraordinary Gentital Organs). Paul Perkins ha muerto, pero nos queda su legado en forma de piel, curtida para que no se pudra, y estirada, cual piel de pandereta. Como él hubiera querido.
Adiós
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